(Publicado en El Mundo – e-pesimo Auxiliar 1, aquí)
EL PP vivió ayer en Valencia y en Madrid una tensa jornada que osciló entre el atrincheramiento y la falsificación de la realidad, hasta desembocar en un auténtico sainete -guerra de comunicados incluida- del que ni Camps ni Rajoy salen precisamente bien parados, puesto que la supuesta componenda a la que podrían haber llegado es pan para hoy y hambre para mañana. La reunión del Comité Ejecutivo Regional, según un comunicado difundido por Camps el pasado viernes, había sido convocada para destituir en sus funciones al secretario general por su relación con la trama Gürtel, de acuerdo con la exigencia que le había formulado Mariano Rajoy. Hasta última hora, la dirección nacional esperó que Costa dimitiera. Una comparecencia pública de éste cambió el guión de la jornada, ya que el número dos de Camps no sólo se negó a renunciar, sino que lanzó sendos órdagos tanto al presidente valenciano como a la dirección nacional. Costa, a pesar de su aspecto de joven pijo, ha demostrado tener más personalidad y arrojo que su jefe, al dar la cara públicamente para aclarar sus relaciones con El Bigotes y pedir disculpas por las conversaciones. Según aclaró, él contrató a estas empresas siguiendo órdenes del presidente del PP valenciano y añadió que la dirección nacional nunca le comunicó que tenía que romper relaciones con ellas. Por ello, con toda lógica, exigió a Camps que le respaldara -cosa que logró- y sólo se mostró dispuesto a «abstenerse temporalmente a ejercer sus funciones» si Rajoy le abre una investigación interna.
La reunión del órgano de dirección del PP valenciano no fue, desde luego, un ejemplo de democracia interna ni de la claridad mínimamente exigible a un partido serio. No sólo no hubo debate, sino que luego el presidente Camps trasladó a Rajoy que se había tomado un acuerdo que nunca existió. Según la nota hecha pública por la dirección nacional, el propio Camps transmitió que el Comité Regional había acordado suspender a Costa como secretario general y como portavoz del grupo parlamentario. Lo cual, sencillamente, no es cierto. En una contranota del PP regional, se «lamentaba» el «malentendido» de la dirección, asegurando que la gestión del secretario general fue ratificada y que «nunca estuvo en cuestión» el puesto de portavoz del grupo parlamentario, en flagrante contradicción con lo que aseguraba Génova. Los términos en los que el PP valenciano plantea el asunto, obligan a la dirección a abrir una investigación interna, y no simplemente a convocar a Costa ante la Comisión de Garantías, como informaba el comunicado.
Al final, todo este sainete sólo tiene dos explicaciones posibles. O Camps engañó a Rajoy -lo cual no sería extraño habida cuenta del estado emocional en el que se encuentra el presidente valenciano, que ahora se ve a sí mismo como a Ghandi- o la dirección del PP ha manipulado la información que le trasladó Camps para engañar a la opinión pública. Lo que no cabe es que Rajoy diga que no se enteró de lo que sucedió en el Comité Ejecutivo, puesto que tenía dentro a un enviado de la dirección, Esteban González Pons, y a un estrecho colaborador, Federico Trillo. En todo caso, seguir empeñándose en hacer pagar a Costa los platos que ha roto otro, es un camino hacia ninguna parte