José Ignacio Wert (Publicado en Expansión.com, aquí)
Hace unos días, en el diario Público (4 de octubre de 2009) veía la luz una entrevista de Manuel Rico y Gonzalo López-Alba a María Teresa Fernández de la Vega. Preguntan los entrevistadores: “¿Se confundió Zapatero cuando dijo que la peor tasa de paro con él nunca superaría a la mejor de Aznar?”, a lo que responde la vicepresidenta primera del Gobierno: “No. Con Aznar alcanzó unas cuotas muy importantes y no estábamos teniendo la crisis de ahora”.
Cuando Aznar llega al Gobierno, recibe como herencia una tasa de paro (EPA, primer trimestre de 1996) del 22,8%. Cuando sale del Gobierno (EPA, primer trimestre de 2004), la tasa de paro se situó en el 11,5%; es decir, se redujo a la mitad. En la última EPA publicada (2º trimestre de 2009), la tasa de paro asciende al 17,92%; es decir, un 56% más alta que la que dejó Aznar y un 74% superior a la mejor tasa registrada en el período de Aznar (tercer trimestre de 2001: 10,29%).
La machada de Zapatero ante el Comité Federal del PSOE, el 26 de abril de 2008, a la que se refieren la pregunta y la respuesta arriba citadas era ya falsa el día que la formuló: la EPA del 2º trimestre de 2008 (que registra el promedio de los tres meses que cubre) marcó ya una tasa de paro del 10,44%, unas centésimas más que el mejor registro de Aznar al que acabo de referirme. Desde entonces, como sucede con la nariz de Pinocho en el cuento de Collodi, el tamaño de la mentira no ha hecho otra cosa que crecer. Claro que también afirmó solemne ese mismo día que “se producirá la recuperación de un crecimiento vigoroso a partir de la segunda mitad de 2009”. A la vista está.
Estas cosas pasan. Uno se deja llevar por el optimismo o por la confianza al formular una predicción y luego se la tiene que comer con patatas. Gajes del oficio, cuando el oficio lleva aparejada la obligación de hacer predicciones o cosas que la gente entiende como tales. Si lo sabré yo, que me he pasado los años haciendo estimaciones electorales y explicando a veces por qué no se habían cumplido. Se disculpa uno y ya está.
Lo que importa no es que la arriesgada profecía no se cumpla. Lo que importa es que, cuando ya se ha incumplido de forma inequívoca, se mantenga que no fue un error, como ha hecho la vicepresidenta.
Lo más probable es que doña María Teresa se dejara arrastrar por la confianza en la fragilidad de la memoria de la gente e introdujera, por si colaba, la peregrina idea de que el paro iba aún peor con Aznar.
Y esto revela no sólo una deliberada voluntad de engañar, sino el presupuesto implícito de que los destinatarios de su mentira son completamente idiotas y se les puede decir cualquier cosa antes que dar a torcer el brazo y reconocer el error del líder.
En muchos aspectos, esa es una constante del relato de la vicepresidenta. Si se sigue el hilo discursivo de sus respuestas en el Parlamento, se observará que es siempre oblicua: cualquiera que sea el asunto sobre el que se le interpele, siempre responde que quien pregunta hizo algo peor, relacionado o no con el tema de la pregunta. Es una virtuosa del “y tú más”, que administra opportune et importune a todo el que se le acerca. A veces los meandros discursivos son tan sorprendentes como para permitirle, hace unos días, responder a la cuestión del secuestro del Alakrana con el caso Gürtel. Y quedarse tan a gusto.
Prédica contra el PP
La principal línea viva que permanece en el discurso del PSOE es la prédica de que el PP lo hizo peor, lo hace peor, lo haría peor, o hace cosas peores. Y si para ello hay que decirle a la gente que había más paro con Aznar que ahora, o que en realidad el problema del Alakrana es si Costa deja o no deja sus puestos en el PP, pues pelillos a la mar.
Este Gobierno hace mal muchas cosas. La principal, aquella por la que en esencia se le paga: gobernar. Sin embargo, hay una que incuestionablemente borda: sembrar en la opinión la duda acerca de la capacidad, la legitimidad o ambas al tiempo de su principal oponente político. Hasta ahora le ha servido para tapar buena parte de sus carencias. No cabe negar que en ese trabajo ha encontrado a menudo la cooperación involuntaria de su adversario. Las encuestas empiezan a poner de manifiesto que esa estrategia puede estar empezando a ser insuficiente. Quizá si se pusieran a lo suyo y no a lo de los demás podría irles mejor.