Una Cataluña a dos velocidades y una sociedad en serio riesgo de fractura, en vísperas de que el TC dicte sentencia sobre el nuevo Estatuto y con una mareja de presiones sobre los magistrados. Las consultas por la independencia celebradas ayer en 166 municipios catalanes, al margen de la escasa participación (por debajo del 30% mínimo que se había fijado la organización), arrojaron un resultado casi previsible: el de una comunidad en el que parece formarse una profunda zanja entre sus zonas urbanas y rurales (el grado de abstención en uno y otro lado así lo demuestra), y la de un mapa político y social sacudido, contaminado definitivamente, por un concepto, el de la independencia, hasta ahora casi circunscrito a ERC y al ámbito extraparlamentario.
La pretendida unidad que quería simbolizar el editorial conjunto de los doce diarios catalanes en favor del Estatuto se ha quebrado. La autodeterminación -si se atiende ayer a las declaraciones de los dirigentes e CiU, por no hablar de ERC- es el siguiente escalón, incluso sin ignorar el pinchazo de las consultas de ayer. Más que el número de «síes», que se contaba con que fuese porcentualmente muy elevado, el verdadero listón del éxito estaba fijado en la participación, y ésta estuvo por debajo de lo esperado por los independentistas.
Así, los organizadores se habían fijado el suelo del 30% como índice del fracaso y el techo del 40% como del éxito. Por comparar, en el referéndum del Estatuto de 2008 la participación fue del 49,4%; en el de la Constitución europea llegó al 40,6% y en las europeas de 2009 se cayó hasta el 37,5%.
Según los datos ofrecidos por los organizadorae, en los 166 municipios convocados -con un censo de unas 700.000 personas mayores de 16 años, entre españoles y extranjeros- sólo votaron 200.000, rozando el 30%.
No obstante, y según la zona, el entusiasmo soberanista, más bien la falta de él, fue desigual. Así, mientras que en municipios de las comarcas más nacionalistas (Garrotxa, Gironés, Osona, Bages…) se superó el 30 o el 35, o hasta el 50% en algunos casos, en otras zonas, más tibias, el votó cayó por debajo del 25%.
En el municipio con más población que ayer votaba, Sant Cugat del Vall_s, se movilizó al 25,48% del censo. En los municipios con más de 10.000 habitantes la media fue del 22%, mientras que en los de 5.000 a 10.000 habitantes se subió al 24%. Como era previsible, en los pueblos aún más pequeños la participación fue relativamente más alta: en aquellos por debajo de los 5.000 habitantes, del 27%, y en los de menos de mil habitantes, del 35%. Pese a ello, los organizadores consideraron un éxito la consulta, al señalar que, a ojo de buen cubero y extrapolando la votación a unas autonómicas se arrojaría un caudal de un millón de votos independentistas en el Parlament.
Con observadores y todo
Resultados al margen, la jornada contó con la parafernalia y liturgia habitual en las citas electorales: urnas, centro de prensa, seguimiento exhaustivo de la televisión pública -lo que ha generado quejas incluso del PSC- y, como si se tratase de unos comicios en Sierra Leona, hasta observadores internacionales.
Con los resultados obtenidos ayer, los organizadores creen que el camino está abierto, y ya se fijan dos fechas más en el calendario. Una para mediados de febrero, donde votarían otra tanda de municipios de tamaño medio, y otra el 25 de abril, cuando se pretende llevar la consulta a Gerona y Barcelona, ahora mismo un objetivo fuera del alcance del movimiento secesionista, sobre todo por la previsible falta de respuesta ciudadana. Referendos aparte, según las estadísticas, sólo uno de cada cinco catalanes es independentista.