@Manuel Muela – (Publicado en El Confidencial, aquí)
Entre las variadas mistificaciones que abundan en la política española, la más reciente se refiere a la presidencia semestral de
Es notorio que nuestro país está viviendo una crisis de dimensiones desconocidas en tiempos de paz: la economía y las finanzas, tanto públicas como privadas, se encuentran bajo mínimos como consecuencia principal de no haber hecho un uso racional y prudente de los ingentes recursos que han llegado a España desde su ingreso en
Las respuestas han llegado, como otras veces en España, de forma abrupta y dramática: desde hace dos años asistimos al declive agudo no del gobierno, sino del régimen de
Un ejemplo cercano de lo anterior lo tenemos en la conferencia reciente de presidentes autonómicos, que ha sido una muestra de impotencia y de vacío del poder público, algo muy distinto a lo que se perseguía con su convocatoria, que era vender una imagen de eficacia y unidad de acción. El polo opuesto a la dinámica centrífuga desarrollada hasta ahora por el proceso autonómico. A pesar de ello, su fiasco final, inevitable, transmite desesperanza hacia la sociedad y preocupación a los agentes exteriores sobre la capacidad de gestión del poder público en España. Y esto último es especialmente importante, dado el elevado endeudamiento de nuestra nación y las dudas que suscita el cumplimiento de sus compromisos.
Lo cierto es que, con propaganda o sin ella, la bajada de la marea, después de los días de vino y rosas, ha dejado al descubierto las miserias del tejido político y económico del país, hasta el punto de que los más conspicuos defensores de
Pues bien, en ese ambiente de zozobra llega el turno de desempeñar la presidencia europea y a la clase dirigente le falta tiempo para cerrar filas y acorazarse en la inacción: los problemas españoles pueden esperar, el tiempo no es problema y cuando llegue el verano, veremos, ya aparecerá otra excusa para la dilación. Todos están por la labor de no afrontar sus responsabilidades; y lo demuestran cada día: los presupuestos generales del Estado a los que se considera papel mojado por parte de unos y de otros van a ser aprobados con mayor número de votos que los anteriores, tal como aventuramos en un comentario anterior. Son profecías fáciles de hacer, cuando se conoce el tinglado de la farsa.
Los españoles, pacíficos y pacientes, tratamos de acomodar nuestras vidas a la realidad sin recibir el apoyo y estímulo del mundo político, ensimismado en la defensa de sí mismo y de las apetencias de poder de cada cual. Los ejemplos de este divorcio abundan, y el que nos ocupa hoy, la presidencia europea, es uno más. Vendrán otros, porque conocemos el paño. Lo malo, o quizá no tanto, es que el desprecio constante a la inteligencia de los ciudadanos termine convirtiendo el arroyuelo murmurante de gentes descontentas en ancho río que desborde los diques de lo políticamente correcto.