(Publicado en ABC, aquí)
DIEGO López Garrido es mucho más que un sobrevenido sopista del PSOE. Se trata del gran heraldo para la grandeza europea de José Luis Rodríguez Zapatero y eso, si no somos cicateros en la valoración del mérito ajeno, es tarea difícil que requiere imaginación portentosa, desparpajo sin límites y un cierto blindaje anímico para poder contener la risa mientras se desgrana el discurso y se logra el ditirambo. Si el actual secretario de Estado para la UE no procediera de una formación más radical de la de su militancia actual y si, además, no fuera poseedor de una sólida formación intelectual y académica no hubiera podido, sin pestañear, decir lo que ha pregonado a los cuatro vientos del Viejo Continente. Asegura López Garrido, y no conviene tenérselo en cuenta por la piedad que aconsejan estas fiestas que ya concluyen, que la presidencia europea de José Luis Rodríguez Zapatero, rotatoria y compartida, «marcará el rumbo de Europa en la próxima década».
Entiendo que la vida está difícil y que algunos, para ganársela y llevar unos garbanzos a casa, necesitan abundar en el elogio de quien les nombró y hacer el desmedido panegírico de quien puede desnombrarles; pero, en el ámbito de los Asuntos Exteriores, ni Miguel Ángel Moratinos había llegado tan lejos como López Garrido. España, asegura el andoba sin que le tiemblen las carnes y sin reparar en el paro creciente y el déficit galopante, tiene entidad suficiente para liderar la salida de la crisis que aflige a toda Europa. ¿Cómo es posible que con tal nivel de entrega y abnegación López Garrido solo sea secretario de Estado?
Es, precisamente, en los asuntos internacionales en donde menos luce el escaso talento operativo del Gobierno. La peripecia que acaba de vivir Luis Yáñez en Cuba, y que hubiera henchido de gozo al maestro Campmany y resucitado al profesor Occhipinti, es un ejemplar rotundo de la incoherencia tercermundista de la zigzagueante política que ha inspirado Zapatero -líder planetario en el voluntarioso sentir de Leire Pajín-, desarrolla Moratinos y tiende a presentarnos en el mundo como una Nación de soplagaitas con síndrome de autodestrucción y ansias centrífugas. Pobrecita Europa. Mientras Zapatero elucubra sobre su despertar económico con tres «sabios» de izquierdas, López Garrido le amenaza con una década de influencia del socialismo español. Los turcos, en su día, fueron un peligro menor.