Tengo que confesar que cada día aguanto menos que se me quiera embaucar. No soporto que los de la televisión me digan que van a suprimir toda la publicidad y luego resulte que, en efecto, la suprimen, sólo que para sustituirla por la propia publicidad de sus series, espectáculos y programas informativos. Es la pesadez a la que nos tiene sometidos a los españoles los medios de comunicación, sean TV’s, sean periódicos o sean políticos. Parece que todos están empeñados en adormecernos con sus reiterativas formas de intentar conseguir que lleguemos al paroxismo y que nuestros nervios restallen como látigos, haciendo bailar las neuronas dentro de nuestros cerebros. Si a ustedes se les ocurre seguir el desarrollo de algunas de las sesiones del Parlamento es posible que, aparte de comprobar el absentismos de sus “señorías”, tengan la ocasión de asistir a diálogos capaces de hacerles perder su fe en las instituciones y despotricar por el hecho de que, parte de los impuestos que paga al Estado, vayan a parar a las faltriqueras de semejantes timadores a los que se les llama, pomposamente,“representantes del pueblo”.
Y es que, señores, cada vez más los ciudadanos nos vemos obligados a soportar que se nos repitan, con machaconería insistente, ya sean noticias, ya opiniones, ya fueren folletines insulsos y ya se tratare de los discursos de aquellos que nos gobiernan. Si usted sale a la calle y se encuentra con un amigo es muy probable que se empeñe en hacerle partícipe de sus problemas laborales, sus disgustos familiares o sus opiniones sobre el delantero de su equipo preferido. Nadie se ha librado de que el abuelo le pille y le endose una de sus batallitas que usted ya ha escuchado cien veces y que, el volverla a escuchar, le produce la malévola intención de espetarle “¡Cállese de una vez, que esto ya me lo ha repetido cien veces!”. No lo hace porque es educado, porque no quiere herir al pobre anciano y porque, en el fondo, también reconoce que no se halla libre de culpa y que, alguna vez, también incurrió en semejante pecado. Pero, si es cierto que estas esporádicas servidumbres le producen desazón y, en lo sucesivo, cuando divisa a lo lejos al causante del tostón, procura desviarse de su camino para que no lo atrape. Donde, sin embargo, estamos a merced de que nos acaben de exasperar es cuando nos apoltronamos ante el televisor para escuchar los telediarios, intentando conseguir que se nos informe de aquello que nos interesa, de lo que nos preocupa y de lo que nos tiene preparado el gobierno de turno para amargarnos aún más la vida. Entonces es cuando nos damos cuenta de que los informadores siguen el procedimiento de la ley del mínimo esfuerzo, de seguir las normas que les ha impartido el Gobierno y de, cuando sea conveniente, darle al ciudadano gato por liebre para ocultarle la triste realidad de que todo va manga por hombro.
El más claro ejemplo de la reiteración aburrida; de la constante repetición de un mismo tema y de las argucias de las que se valen las cadenas televisivas para darle la misma noticia desde todos los ángulos posibles, para hacerle creer que se tratan de diversas informaciones cuando, en realidad, es la misma. Estos días que el país, como suele suceder cada año, está sujeto a las inclemencias atmosféricas y, pese a las previsiones catastrofistas de aquellos que nos anuncian el calentamiento global, hace un frío que pela y las tormentas de nieve se han convertido en algo usual sobre la geografía española; como castigo adicional, tenemos que soportar que desde las más tempranas horas de la mañana hasta después del último telediario se nos repita incesantemente que en tal pueblo hay tantos centímetros de nieve y que los automovilistas deben poner cadenas para transitar por las carreteras. Se nos trata como a niños, se nos ve como a insensatos si es que queremos transitar porque tenemos trabajo y se nos pide que vayamos a hacer cola metidos en un autobús porque ir en coche particular resulta más peligroso.
Señores ¡está bien que, en el telediario, se nos de la oportuna información del estado de las carreteras! O que el hombre o mujer del tiempo haga su trabajo; pero que también nos den el mismo rollo en el programa que los precede y, también en los anteriores, de tal modo que, si usted quiere obtener alguna otra información va servido, porque tendrá que tragarse primero toda la nieve del mundo hasta que consiga que le digan que pronto se van a instalar escáneres a través de los cuales se podrá medir las dimensiones del órgano reproductor masculino y las cargas de siliconas de los senos femeninos –¿ y a esto lo llamarán intimidad y derecho a la privacidad?–. Pero son incansables y disponen de una verdadera legión de sufridos periodistas que quieren hacer méritos y, por ello, están dispuestos a sufrir congelaciones en los dedos de los pies y en que las manos se les llenen de sabañones con tal de poder decir que los niños de tal localidad no han ido al colegio y que, a cambio, se están divirtiendo tirándose bolas de nieve. Pero esto ocurre igual en todas las partes sobre las que se informa y, cuando uno llega a la que hace veinte, lo único que se le ocurre es que quisiera estrangular, con un lazo de los thugs, sangrientos adoradores de la diosa Kali, al presentador, a los reporteros y a la maldita TV que nos somete a tamaña tortura.
Por esto, señores, a la pesadez de tener que soportar un Gobierno que no acierta ni una; a las incomodidades de una crisis que está consiguiendo ponernos de los nervios; a la insistencia de los políticos en pretender engañarnos; a las malas noticias que nos llegan del extranjero sobre nuestras perspectivas de salir de la recesión y al desbarajuste general en el que estamos sumidos los ciudadanos de a pie que no sabemos a qué atenernos; se añade el temor que nos produce ver que quien va a dirigir la CE va a ser un señor, nuestro Presidente, que dice a todo el mundo que va a acabar con el desempleo de Europa y que va a conseguir dar un empuje a todos los países para que salgan pronto de la crisis y, cuando queremos observar lo que ocurre en España, resulta ser que somos el país de toda Europa que tenemos más parados; el que más difícil lo tiene para superar la recesión, uno de los más endeudados y con más déficit interno. ¿Estaremos soñando y, en realidad, es cierto que estamos boyantes y toda la recesión sólo es producto de una mente febril, acaso infectada del virus A(N11H1)?, acaso ¿será verdad que ZP, sólo por haber sido nombrado presidente semestral de la UE, ya ha descubierto el método milagroso para solucionar el problema?
Verán, desde que Moratinos ha dicho que ¡en España nunca se ha pagado un rescate por los secuestrados!, ya estoy dispuesto a tragarme todas las ruedas de molino que me sirvan, por muy gruesas e indigestas que sean. Y, ¿qué pasó, entonces, con el secuestro del Alakrana? Pues, pagaron, hicieron el ridículo y dejaron marchar a los piratas tan tranquilos. Y es que, señores, como decía Gracián: “El mentiroso tiene dos males: que ni cree ni es creído”.
Miguel Massanet Bosch