Es evidente que, en España, el tema de los partidos políticos tiene un enfoque diametralmente distinto al que se le da en los EE.UU; donde existen tendencias, a veces poco claras, que inducen a los electores a elegir, en cada momento, a la formación demócrata o a la republicana, sin que, afortunadamente para la democracia de la que gozan, tengan voz ni voto partidos minoritarios, formaciones extremistas o posibles soñadores independentistas, que logren interferir en los grandes problemas nacionales, que quedan al cuidado de los dos grandes grupos o “partidos”, que se van sucediendo, con curiosa regularidad, en el poder, desde que los EE.UU de América se constituyeron en nación independiente de la UK. Puede que todavía queden algunos que identifiquen a nuestros partidos políticos como la pura esencia de la democracia, no obstante, algunos estimamos que, de la manera que están constituidos hoy en día, por la forma en que se eligen sus directivas y por utilizar en las elecciones un sistema arcaico de listas cerradas; en realidad, no tienen el carácter representativo, la fuerza de la delegación ciudadana y la suficiente independencia de los elegidos, para que puedan actuar en cada momento en defensa de los intereses de los que los votaron, como ocurre en el Reino Unido ( representantes por distritos) o en los EE.UU donde, por ser un sistema federal, cada estado tiene leyes que le son propias y sus gobernadores disponen de amplias facultades para actuar, solo limitadas por unas pocas leyes de tipo nacional.
Dudo mucho que, en la actualidad, el sistema de partidos políticos, del que gozamos, sea, ni mucho menos, el que pueda representar debidamente a los ciudadanos; que se ven constreñidos, si quieren votar a un partido que estiman que defiende sus puntos de vista, a tener que aceptar una lista en la que puede que estén incluidas personas que no conoce ni tiene ninguna referencia respecto a sus cualidades o defectos. Tampoco existe una verdadera democracia, en cuanto a las posibilidades de los afiliados de base, de poder influir en los componentes de la dirección de cada partido, que suelen ser designados a dedo por quien está en el poder. No tenemos ni primarias ni medio para dar a conocer de una manera efectiva el disgusto de los afiliados o simpatizantes respecto a las actuaciones de la Junta Directiva que así queda facultada para actuar como una verdadera tiranía. Por esto, cuando a un presentador de un conocido programa de la COPE, en un momento de extraordinaria “lucidez”, se le ocurre inventar un nuevo apelativo para calificar, por supuesto despectivamente, a aquellos que no estamos conformes con la actual directiva del PP y que creemos que el señor Rajoy no hace lo que debería hacer para defender determinados valores que siempre fueron santo y seña del partido del señor Aznar; puede que le tengamos que recordar algo respecto a las “lealtades”, lealtades a los compañeros, lealtades a los valores, lealtades a las ideas, lealtades a la moral y la ética y lealtades a España, a sus símbolos y su identidad de patria de todos los españoles.
Si el señor Nacho Villa, no tuvo inconveniente, cuando fue defenestrado el señor Jiménez Losantos, en postularse el primero para ocupar su puesto, allá él; si el señor Villa ha preferido situarse en el dintel de la puerta política para arrimarse, cuando le convenga, a derecha e izquierda, allá la radio de los obispos; si el señor Villa ha preferido darles más cancha a las izquierdas, porque considere que no hay suficientes medios de comunicación que les bailen el agua, está en su derecho; si el señor Villa prefiere, porque lo estime más conveniente, apuntarse a los seguidores de un Rajoy que ha perdido dos elecciones y que prefiere pastelear como sea para conseguir un voto desperdigado de la izquierda, ¡santa es Castilla!; pero que el señor Villa haya escogido la senda de la mediocridad, la adulación, la postura equívoca y acomodaticia; no le da derecho a juzgar como advenedizos, como extremistas, como inconformistas o como traidores al PP, a aquellos que, precisamente, somos los que pedimos que quienes lo dirijan no se desvíen de la verdadera línea de siempre, de una formación a la que hemos pertenecido desde su fundación, ya fuere como simpatizantes o como afiliados y, sólo decidimos abandonarla cuando nos apercibimos de que, en pro de réditos electorales, se dejaban a un lado valores tan importantes como el tema del la vida humana, la unidad de España, el cumplimiento de los preceptos constitucionales en materia de lengua o se hacía marcha atrás cuando se hizo efectiva la ley de la EpC, con todas sus deletéreas consecuencias para la moral de los jóvenes y su formación adecuada, sólo inspirada en un adoctrinamiento tendencioso, insostenible moralmente y absurdo bajo el punto de vista de una asignatura obligatoria para todos los estudiantes, contraviniendo gravemente los derechos de los progenitores a darles a sus hijos una enseñanza moral y ética de acuerdo con sus propias convicciones.
Es evidente que el señor Villa no ha sopesado que, entre los que le escuchan, todavía quedan muchos que no comulgan con el señor Rajoy y su línea de conducta, así como con la deriva que le está imprimiendo al partido; quizá quiera dar la impresión de que no quiere seguir la línea de su antecesor, el señor Jiménez Losantos, y puede que, precisamente por ello, decidieran utilizar, cuando apenas llevaba unos meses en el cargo, la renta arrastrada por su antecesor, para presumir de una audiencia de la que por sus méritos no disponía. Ahora, no sé si va mejor o peor, pero lo que es evidente es que si se empeña en decir sandeces como esto de la “derecha de la derecha” se va a quedar solamente con los oyentes de izquierdas, lo que me imagino que va a enorgullecer a todos aquellos que hicieron mangas con capirotes para que echaran de la COPE al señor Losantos. En cualquier caso hay voces – parece que Coronel de Palma lo quiso negar – de que la COPE está preparando un ERE par despedir a 200 trabajadores. Lo han negado, pero los trabajadores sostienen que mienten los que así se han pronunciado. Es posible, señor Villa que, el haber desempeñado el papel de Vellido Dolfos, hijo de Dolfos Vellido, al fin y a la postre no le haya resultado tan rentable como se había figurado. No se puede decir misa y repicar y, cuando uno depende de una audiencia masivamente de derechas, esto de mencionar la soga en casa de ahorcado puede que no sea lo más diplomático ni, por supuesto, lo más sensato cuando usted está en un medio en el que la audiencia es la que manda.
En todo caso “la derecha de la derecha”, este término impreciso y polivalente que ha acuñado usted para darle el marchamo de extremismo político, es, ha sido y será, por mucho que usted se empeñe – vaya usted a saber por qué motivos – en desacreditarla, lo que constituyó la base de la antigua Alianza Popular, la que la sostuvo en los tiempos difíciles de sus principios y la que consiguió, con el señor Vidal Cuadras, el mejor resultado electoral en Catalunya; porque, yo no sé si usted lo sabe, pero todos estos que pretenden convertir al PP en una especie de sucedáneo de CIU o de un Centrismo que nadie sabe en lo que consiste o en un subordinado del PSOE, entre los que posiblemente se encuentre usted, lo único que van a conseguir, si persisten en su cerrilismo, en hacer desaparecer el único freno que, por hoy, existe para la veleidades del señor Zapatero. Lo siento, señor Villa, pero usted no da la talla como sucesor del antiguo director de La Mañana de la COPE. Por supuesto que, ¡allá los obispos que lo pusieron!
Miguel Massanet Bosch