(Publicado en El blog de Rosa Diez, aquí)
Ya he explicado en otras ocasiones la enorme capacidad que tiene él para mimetizarse en el ambiente. Me refiero al Presidente del Gobierno, capaz de ser un minero en el mitin de Rodiezmo, un neocon en la conferencia de Davos, o un apéndice de Llamazares cuando se reúne en Londres con la familia socialdemócrata.
Cuentan los que le conocen de antes de que fuera elegido Secretario General del PSOE que esa táctica le fue bien para “triunfar” en su provincia. Utilizándola bien consiguió ser Secretario General del PSOE de León más allá de las cambiantes mayorías de su organización política. Cuentan que se reunía con todas las “familias” en los prolegómenos del congreso provincial e iba escuchando a cada uno de los portavoces sin abrir nunca la boca. Cuando había calculado quien (o quienes) tenían la mayoría, se limitaba a asumir su discurso y a prestarse a encabezarlo. Así unas veces salía elegido con los apoyos de la izquierda del PSOE; otra con los de los más socialdemócratas de la organización; otras se apoyaba en los llamados “renovadores”… Daba igual: lo importante era utilizar una táctica que le permitiera alcanzar el triunfo de su estrategia: mantenerse en la Secretaría General y garantizarse así ser el cabeza de lista para el Congreso de los Diputados.
Recuerdo que cuando llegó a Moncloa lo primero que les dijo a sus asesores es que le trajeran asuntos que contaran con el respaldo de más del sesenta por ciento de los ciudadanos y que la labor del Gobierno consistiría en sacarlos adelante. Alguno de ellos (ahora jamás se le ocurriría semejante osadía) le hizo notar que la mayoría no siempre propone cosas sensatas, o las mejores para el país, o las más justas… Él no hizo caso; y desde ese momento el PSOE abandonó la política para utilizar la demoscopia. Y como siempre le fue bien no entiende por qué ha de cambiar.
Él no comprende que ahora nos están mirando. Y que sus incongruencias y contradicciones adquieren categoría política dentro y fuera de España. Él, –que tiene tomada la medida a la sociedad española y cree que puede engañarla siempre que quiera porque es más fuerte el efecto del odio inoculado hacia la derecha que la desconfianza que él pueda producirles–, sigue sin comprender que el resto del mundo no participa de esa lamentable y sectaria premisa. Ante los alemanes, los italianos, los franceses, los británicos, los norteamericanos… los errores y las simplezas de nuestro Presidente están al desnudo; no hay sábana “derechosa” con que poder ocultarlos. Él no comprende que cuando confunde en Londres al mercado con el sistema bancario y les echa una bronca a “los mercados” como si fueran el diablo, sus palabras son analizadas inmediatamente por esos actores económicos a los que sus ministros y secretarios de estado rondan sin cesar para que nos miren con benevolencia mientras él los anatemiza como si del mismo diablo se tratara.. Él no parece darse cuenta de que incluso muchos de los compañeros de militancia política que le escuchan cruzan los dedos deseando que calle de una vez.
¿Cómo se puede ser tan torpe, tan inconsciente, tan frívolo? ¿Cómo se puede ignorar que fue precisamente la falta de controles sobre el sistema financiero la que originó la crisis internacional que estamos sufriendo? ¿Cómo puede pedirles a los mercados que relajen el control sobre la seguridad de la deuda de nuestro país? ¿Cómo se puede confundir a la banca con los mercados? ¿No hay nadie en su pléyade de asesores que se lo pueda explicar?
Mientras él hablaba así en Londres– ante dos líderes de futuro, Gordon y Papandreu— el Secretario de Estado, Campa, seguía en su gira por el mundo hablando de la seguridad de nuestra deuda; esa sobre la que Zapatero exige a los mercados que dejen de mirar antes de invertir. Y a la misma hora y en España, el Secretario General de UGT Madrid insistía en dirigir lindezas varias al Gobernador del banco de España, del que lo más suave que dijo es que era “un inútil”, el peor de todos los que ha tenido España y el resto de naciones europeas a lo largo de la historia. Está bien; seguro que los inversores extranjeros se tranquilizaron mucho sabiendo que eso es lo que piensan los compañeros de Zapatero sobre la persona que dirige la institución encargada de tutelar nuestro sistema financiero.
Menuda semana hemos tenido. Todo el día tejiendo y destejiendo, todo el día fabulando. Lo peor es que mientras él y los suyos se entretienen la gente lo sigue pasando mal. Cada día centenares de autónomos se ven obligado por la falta de crédito y por la morosidad de las administraciones públicas a echar la persiana de su empresa; cada día decenas de conciudadanos nuestros llegan a casa y anuncian a su familia que se han quedado en paro; cada día que pasa centenares de jóvenes empiezan a perder la esperanza de tener un empleo que, siquiera de lejos, se corresponda con la formación que lograron con tanto esfuerzo y sacrificio.
Mientras todo esto ocurre en la España real él sigue mirándose al espejo y preguntándose si hay alguien más guapo que él. Y el espejo, convenientemente aleccionado sobre lo que tiene que hacer para mantener su integridad, le sigue contestando que no, que no hay nadie más listo, más guapo, con más baraka que él en toda la piel de toro sobre la que Cándido Méndez acaba de descubrir “negras camadas que tiran tarascadas a los sindicatos…”. ¿Cuánto tiempo ha de pasar hasta que alguien de los que él escucha pierda el miedo a ser desterrado del paraíso de los socialdemócratas y le diga que hace mucho, mucho tiempo, que dejó de ser el Presidente que España necesita?