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El pequeño Quique y el gran Felipe González (por Carlos Martínez Gorriarán)

Publicada el marzo 15, 2010 por admin6567
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(Publicado en El blog de Carlos Martínez Gorriarán, aquí)

Quique

Ahora que rememoramos el cincuentenario de la muerte de Albert Camus, uno de los raros verdaderos intelectuales del siglo XX, tan pródigo en imitaciones de la especie, conviene recordar uno de sus títulos fundamentales: La Peste. Es también uno de los suyos más alegóricos, sometido por lo tanto a interpretaciones muy variadas. En el relato, unos pocos hombres se enfrentan en la ciudad de Orán al progreso de la enfermedad y la muerte, mientras las autoridades se enfrentan al problema eludiéndolo y restringiendo la libertad de movimientos de sus habitantes. ¿Les suena? Me he acordado de la historia gracias a un par de aportaciones socialistas al debate político. Una, que puede parecer anecdótica, es el comentario de un joven socialista que responde por Quique y se define a sí mismo como Miembro de la Comisión Ejecutiva del PSOE-Moratalaz, además de doctorando en biológicas. En su blog, el pequeño Quique justifica y celebra la agresión contra Rosa Díez y el resto de nosotros sucedida en la Universidad Autónoma de Barcelona: “No queremos –dice- que piseis (sic) nuestra universidad, no nos provoqueis (sic), dejadnos en paz”. Angelito.

Como quiera que esta contribución a la defensa de la democracia lleva colgada en internet desde el 5 de marzo, cabría haber esperado una reacción socialista y ésta, en efecto, se ha producido: no hay motivo de alarma y Quique sigue con su blog progresista abierto y vinculado al PSOE. Y dado que este blog ha conseguido cierta celebridad, la pasividad socialista significa un innegable asentimiento, una acción por omisión. Me pregunto qué pensará al respecto José Bono, que ha pedido a la fiscalía que actúe para investigar los sucesos de la UAB y depure las posibles responsabilidades penales derivadas de la prolongada e impune agresión de los independentistas catalanes.

Naturalmente, puede alegarse que el tal Quique es un simple pelanas que de ningún modo representa al PSOE ni su posición frente a hechos innegables como que en la UAB no se puedan impartir conferencias políticas si no se es independentista o antisistema, que allí se conculque sistemáticamente las libertad de expresión y reunión, y que se pueda atacar materialmente a una diputado nacional y a quienes pretendían acompañarla y escucharla sin que se depuren responsabilidades. El pequeño Quique, al fin y al caso, sería un caso aislado, mera anécdota.

¿Pero qué cabe pensar si vinculamos la incitación al odio ideológico del pequeño Quique con las expresiones del gran Felipe González en el reciente Congreso del PSOE de Andalucía? Allí explicó el gran estadista los problemas de la administración de justicia española, y lo hizo de esta manera: “la Justicia está hecha unos zorros por el ganao que hay al frente”. Doy por descontado que la hinchada socialista expresó grandes satisfacción y felicidad por este análisis, delicadamente metafórico (zorros y ganao, caramba), de uno de los problemas más graves de la democracia española.

Ahí los tenemos: el veterano Felipe y el joven Quique en una misma lucha con un mismo lenguaje, útil para el derribo de los principios básicos de la democracia.

¿Hay algún vínculo histórico entre ese Quique que apoya nuestra lapidación y el del famoso Felipe que descubre los inconvenientes del ganao que él prohijó (como Baltasar Garzón, Secretario de Estado en uno de sus gobiernos del final de su mandato, cuando la era prodigiosa socialista se despeñaba por la corrupción y el terrorismo de Estado)? Pues sí, casualmente. Les cuento.

En la primavera de 1976 Felipe González, secretario general de un PSOE todavía ilegal pero manifiestamente tolerado por el régimen agónico de un Franco ya muerto, visitó la Facultad de Derecho de San Sebastián para dar una charla a los estudiantes sobre la democracia en España y todo eso. Iba acompañado, creo recordar, por Fernando “Poto” Múgica –asesinado por ETA años más tarde- y otros socialistas vascos. El caso es que cientos de estudiantes y otros que no lo eran tanto le esperábamos en la entrada de la facultad. Tantos, que el mitin se trasladó del paraninfo a la escalinata de acceso principal. Lamentablemente para Felipe –todavía conocido por “Isidoro”-, la mayoría de aquellos jóvenes no habían ido a aplaudirle ni escucharle, ni a mostrar entusiasmo por la democracia burguesa a punto de llegar, sino a mostrarle su indignada irritación por el privilegio del que disfrutaba el PSOE en comparación con otras fuerzas de izquierda, perseguidas mientras los socialistas gozaban de amplia tolerancia que aprovechaban para reorganizarse (el PSOE era entonces poco más que un sigla histórica) mediante acciones de promoción como aquella.

Entre aquellos jóvenes había bastantes que militaban en grupos de extrema izquierda maoístas y trotskistas, además de comunistas más clásicos y muchos de lo que luego se comenzó a llamar “izquierda abertzale” (entonces escindida en las dos ramas activas de ETA, mili y poli-mili; la segunda a punto de disolverse en un nuevo partido político, Euskadiko Ezkerra). Dado el sesgo ideológico de la concurrencia, a Felipe no sólo se le reprochaba el sospechoso trato de favor del régimen y su implicación en el proceso que luego se llamó la Transición, sino la degeneración reformista y contrarrevolucionaria de su partido (que todavía se definía como marxista, aunque no se lo creía casi nadie).

Total, que Felipe hubo de soportar no pocos improperios, silbidos, abucheos y, sobre todo, exigencias de cuentas de por qué él podía dar mítines en lo que todavía era una bárbara dictadura mientras los luchadores revolucionarios seguían siendo detenidos, torturados a veces y maltratados siempre, y encarcelados por delitos como formar parte de un partido comunista, separatista o simplemente democrático. Así eran las cosas. Felipe se defendió como pudo usando un megáfono manual mientras algunos estudiantes y los profesores pedían a gritos, a los más airados, que le dejaran explicarse. Lo consiguió sólo a medias. Pero no se arrojó pintura ni se empujó o golpeó a ninguno de sus acompañantes y simpatizantes. Sin embargo, no fue una actitud democrática, ni respetuosa de la libertad de expresión que tanto se exigía. Fue, por el contrario, un boicot que expresaba el avance de la peste antidemocrática en el País Vasco, la razón de que allí la Transición fracasara en gran medida mientras progresaba en el resto del país.

No sé si Felipe González se acordará alguna vez de aquella algarada. Yo sí, porque era uno de los estudiantes allí reunidos, y probablemente uno de los más jóvenes,  pues tenía poco más de dieciséis años y estaba estudiando COU. Lo que son las cosas: ahora me encuentro a Felipe González, completamente superado aquel “Isidoro” tan atractivo –entusiasmaba a nuestras madres y abuelas-, arengando a los dirigentes de su partido, que gobierna en Andalucía y España, contra los jueces y las instituciones básicas de la democracia: ese ganao con esos zorros. Nada más natural entonces que la entrada y promoción en el PSOE de tipos como el pequeño Quique, y la desenvoltura con la que lanza consignas de matón totalitario mientras presume de cargo orgánico, por modesto que parezca.

Cosas de la vida, yo mismo he sufrido después de 1976 algaradas como la que padeció Felipe en mi ciudad, sólo que mucho peores y más violentas -como la reciente de la UAB- porque la peste siguió avanzando más y más, y éramos muchos menos los que nos oponíamos que los que la toleraban e incluso aplaudían. Camus terminó su relato vindicando lo mejor que hay en los seres humanos frente a lo malo que anida en todos (sólo que unos lo reprimen mientras otros le dan rienda suelta). Tenía y tiene razón, pero hay días en que resulta muy dudoso porque parece que los Quiques y Felipes son muchos más que los otros.

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Juan Andrés Buedo: Soy pensionista de jubilación. Durante mi vida laboral fui funcionario, profesor, investigador social y publicista.
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