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La España que pudo ser (por Luis Alejandre)

Publicada el abril 1, 2010 por admin6567
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Luis Alejandre / (Publicado en La Razón.es, aquí)

Tenía escrita esta reflexión el pasado 11 de marzo,  día en que se cumplían seis años de la tragedia de los trenes de Atocha. No quise, sin embargo, inferir en el recuerdo doloroso de tantos heridos supervivientes, de tantas familias y amigos de quienes murieron víctimas inocentes de aquel desborde de incalificable odio. Por circunstancias que no vienen al caso, he tenido que profundizar en la documentación relacionada con el atentado: sentencia de la Audiencia Nacional, prensa del momento, libros críticos, comparecencias políticas, grabaciones de televisiones, informativos etc. etc.
Destaco como primera impresión el heroico trabajo de tantos médicos, psicólogos, enfermeros, conductores de ambulancias, policías, miembros de Protección Civil y voluntarios anónimos. Nunca se había hecho un esfuerzo solidario tan intenso y tan generoso. Hace poco salió a la luz lo que hizo el capitán del Ejército José Antonio Garrido, un hombre extremadamente querido en el pequeño mundo de los paracaidistas de Alcalá, hoy reasentados en Paracuellos casi a pie de pista de la base aérea de Torrejón. ¡Cuántos Garridos hubo aquel día! Y se fijó en mi mente la insistente idea de preguntarme lo que hubiera sido de nosotros con una diferente reacción de nuestra clase dirigente. Intento buscar consuelo pensando que quizás los errores cometidos nos habrán servido de vacuna, como pudo suceder tras un descerebrado 23 F. Pero tengo mis dudas, viendo el discurrir de nuestra vida política. Temo que tropezaríamos con la misma piedra, si ocurriese –Dios no lo quiera– una tragedia similar.
Imagine, querido lector, que ocurrida fatalmente la tragedia de Atocha, en el Congreso de los Diputados y bajo su amparo hubiesen comparecido todos los líderes que acudían con sus formaciones políticas a la cita electoral del domingo 14 de marzo optando a la presidencia del Gobierno y hubiesen transmitido al país un mensaje que poco más o menos dijese:
«Nosotros, los candidatos electorales dispuestos a asumir la gran responsabilidad de gobernar , consternados por el atentado terrorista ocurrido en los trenes de Cercanías que se dirigían a la estación de Atocha, desconociendo con certeza en estos momentos la autoría intelectual y material del crimen y sus motivaciones, manifestamos que:
– Apoyamos y damos prioridad absoluta al cuidado de los heridos y al trato con el mayor respeto de los fallecidos, a las familias y amigos de todos.
– Igualmente priorizamos y apoyamos las labores policiales que puedan conducir a detener a los autores inductores y ejecutores del atentado terrorista. Somos conscientes de que, cualquier declaración de tipo político, infiere en el trabajo de la Policía, que entendemos crucial en estos primeros momentos. Rogamos a los medios de comunicación social que colaboren en este sentido.
Ustedes tienen una cita electoral inmediata. Voten en libertad y en conciencia.
Pero queremos que sepan –y a esto nos comprometemos los comparecientes– que, gane quien gane, contará con el absoluto respaldo de los restantes candidatos, hasta la detención y enjuiciamiento de los culpables». Palacio de las Cortes, 11 de Marzo de 2004.
¿Sería otra la imagen de España en este Jueves Santo? ¿No se hubiera iniciado una línea de imprescindible consenso para temas de Estado que faltó en la anterior Legislatura y sigue faltando en ésta? ¿Qué nos pasa que, ante tragedias de este tipo, reacciona bien el pueblo que la sufre –estos médicos, enfermeros, policías y voluntarios a pie de calle– y no reacciona o reacciona mal, nuestra clase dirigente? ¿Es que no va a surgir un movimiento intelectual como el consecuente de la generación del 98  tras nuestra última guerra colonial o como el surgido tras las guerras de África? ¿Debemos seguir viviendo en el clima de divorcio entre los, cada vez más desanimados votantes y nuestra clase dirigente, anclados en la crítica sistemática y en una sustancial pérdida de valores?
Días de descanso y espiritualidad en la Semana Santa española. Por doquier, brotan los signos de una cultura fuertemente  arraigada en el cristianismo. También deberían ser días de reflexión y de reacción ante nuestra crónica situación de debilidad como pueblo, que sólo puede curarse con un buen diagnóstico, la confianza en unos buenos médicos y las cirugías o medicamentos apropiados, extraídos éstos de la esencia de valores que no caducan, tales como el sacrificio, el trabajo o  la honestidad. Por supuesto que hay sacrificados, trabajadores y honestos en nuestra sociedad, pero no destacan, ni se valora su ejemplo y estímulo. Al contrario, se ensalza la estupidez, la caradura, la zafiedad, el mensaje manipulado que nos trata como a imbéciles, cuando a la vez se extienden manchas de una corrupción política imparable. Y se hacen insultantes alardes de riqueza ante gran parte de una sociedad, cada día mas angustiada y quebrada económicamente.
Se que es fácil decir las cosas ahora, a los seis años de la tragedia. Se que  no están los tiempos para utopías. Pero ello no obsta a que tratemos de reflexionar y a la vez suspirar, por la España que pudo ser.

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Juan Andrés Buedo: Soy pensionista de jubilación. Durante mi vida laboral fui funcionario, profesor, investigador social y publicista.
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