(Publicado en El blog de Carlos Martínez Gorriarán, aquí)
Rajoy terminó su intervención de ayer en el Congreso espetándole a un anulado Zapatero su argumento definitivo: el PP no votará el decreto-ley de recortes del gasto porque sólo serviría para mantener a Zapatero en el poder, y el problema peor –la madre de todos los problemas- tiene un nombre, y ese nombre es Zapatero. Sin embargo, no llegó a pedir elecciones anticipadas, como hacemos nosotros y, gran novedad, esta vez también CIU. Durán i Lleida lo soltó sin ambages: es usted un incompetente, políticamente está muerto y no queremos verle más, así que no cuente con nosotros para aprobar los Presupuestos del año que viene. Lo que viene a significar que el Gobierno de Zapatero caerá en enero-febrero ante la imposibilidad de sacar adelante unos Presupuestos obligadamente restrictivos y altamente impopulares tras años y años de ostentosos dispendios populistas y enervantes derroches de nuevo rico corrupto. Y que, por lo tanto y si algún pacto milagroso no lo remedia -¡que tampoco cabe descartarlo!-, tendremos elecciones anticipadas el 2011, pese a la indiscutible voluntad de Zapatero y PSOE de aguantar como fuera hasta marzo de 2012.
Pero no quería perderme en cábalas sobre si habrá o no anticipación electoral, que en cualquier caso sería forzada cuando más le convenga a CIU y seguramente al PNV, conveniencia sobre la que volveré luego. Me parece más importante dirimir si Rajoy y Durán i Lleida tienen razón cuando aseguran que el problema se llama Zapatero, sobre todo por la solución que se sigue de esta premisa: si muerto el perro se acabó la rabia, ido Zapatero volverá la prosperidad. ¿Es esto cierto?: pues no, es otra mentira más.
Es indudable que Zapatero pasará a la historia como un sujeto lamentable: destruyó el consenso antiterrorista iniciando una temeraria negociación con ETA que acabó fatal; se sacó de la manga una absurda “Alianza de Civilizaciones” para enmascarar una política internacional raquítica y el apoyo incondicional a regímenes como el cubano, el venezolano y el marroquí; destrozó la ya débil autonomía de la justicia con constantes intervenciones y manipulaciones gubernamentales –de la reinterpretación de la Ley de Partidos al reparto del CGPJ, pasando por la innecesaria Ley de la Memoria Histórica- que han llevado al actual colapso del Tribunal Constitucional y al caso Garzón; alentó el separatismo catalán con la insensata e inconstitucional promesa de bendecir en Madrid cualquier pacto estatutario conseguido en Barcelona, agravando hasta el extremo el desmantelamiento del Estado constitucional… La lista puede alargarse, culminando en el actual desastre de la política financiera, consecuencia de la obstinada e irracional negación de las reglas de juego que impone la realidad tanto en economía como en cualquier otro ámbito de la acción humana, a saber: la prevalencia de los hechos objetivos sobre las opiniones interesadas, por mucha hermenéutica que le echemos a la cosa. Zapatero ya es un zombi político a la espera de un entierro digno, y pasará a la historia como un representante del irracionalismo político más extremado, de un activismo puramente retórico carente de ideas, proyectos, criterios, fines o metas distintas al disfrute y permanencia en el poder, incluso al precio de la destrucción de las bases institucionales que lo sustentan y legitiman.
Ahora bien, Zapatero no ha sido ni es el único responsable de que todo esto haya pasado. Le ha acompañado su partido, el PSOE, “críticos” incluidos. También los periodistas y empresarios, banqueros e inmobiliarios que se disputaban sus favores, los tertulianos que alababan su baraka, los jueces y fiscales trepas que se plegaban a sus intereses y tantos otros. La burbuja inmobiliaria y la mala política financiera, como el mercado de trabajo dual y discriminatorio y otros pertinaces desequilibrios económicos no son una creación de Zapatero, aunque hayan llegado al paroxismo bajo su lerdo mandato: vienen del modelo de crecimiento económico conocido como de Aznar-Rato. El PP también ha practicado en las comunidades y ayuntamientos que controla el mismo sistema de compra de voluntades y dispendios populistas que critica ácidamente al PSOE. Los vecinos de Madrid no están menos endeudados por la megalomanía decorativa de Gallardón que los de Barcelona por el soberanismo imitativo de Maragall y Montilla (esa birria de nacionalismo-kitsch que es a la ideología lo que Lladró al arte).
¿Y qué decir de los nacionalistas? ¿No han participado con entusiasmo, y con más beneficios que nadie, en el desmantelamiento y reparto del Estado común? ¿No han votado las políticas financieras, fiscales y laborales de todos estos años? ¿O es que sin los apoyos alternos y altamente cotizados de CIU, PNV, ERC, BNG, CC y compañía todo esto hubiera sido posible? ¿Alguien ha hecho más que los nacionalistas por deteriorar la educación pública, trocear el mercado interior, multiplicar hasta el delirio las administraciones, atacar con saña todo símbolo de unión nacional, manipular la comunicación pública, instaurar la discriminación…? ¿Serán ahora CIU y PNV los llamados a salvarnos precipitando unas elecciones anticipadas en las que venderán muy caro su apoyo a un PP incapaz de conseguir mayoría absoluta por sus propias responsabilidades en el deterioro del sistema?
Así que no nos precipitemos. Desde el punto de vista de la retórica populista, acusar a Zapatero de todos los males es totalmente acertado y un modo eficaz de hurtar la propia responsabilidad. Algo previsible y me temo que tan inevitable como difícil es escuchar en España un discurso político complejo, responsable y comprometido con fines de interés general. Pero igual de previsible e inevitable es que cualquier gobierno del PP con apoyo nacionalista que suceda al socialista hará lo posible por mantener el estatus-quo cargando el peso de la crisis sobre los más indefensos, echando la culpa a los socialistas por tener que hacerlo, y preservando en lo esencial el sistema político desquiciado y degradado que soportamos. De ahí la prisa de Durán i Lleida por echar a Zapatero mas no antes de que pueda recoger el fruto de la traición. Como pasó en Italia tras el derrumbe de la Democracia Cristiana, el PCI y los demás viejos partidos, quieren parar todos los cambios de fondo para heredarse a sí mismos. Esa vieja música siciliana de sobra soportada…