Para T.Carlyle, el ensayista escocés del Siglo XVIII, la vanidad no era más que: “el insaciable sexto sentido” y. es posible que se pudiera ampliar tan escueta definición, considerándolo como un atributo, con frecuencia inherente al ejercicio del poder. Desde hace tiempo, se puede decir que desde el momento en el que accedió a formar parte del Ejecutivo del señor Rodriguez Zapatero, Carmen Chacón, esta conocida activista catalana, esta defensora del separatismo de Catalunya y ferviente defensora del señor Rodriguez Zapatero; bajo su apariencia de mosquita muerta; cubriéndose con el tenue velo de eficiente trabajadora por la conversión de la sociedad española al relativismo y, posiblemente, al federalismo; ha estando manipulando, con más habilidad que buenos resultados, los resortes ocultos de la política, apechugando con un ministerio de Defensa, en el que entró como un elefante en una cacharrería con la evidente intención de conseguir dejar reducido al Ejército en algo meramente simbólico, cuajado de voluntarios extranjeros que, a modo de una Legión extranjera descafeinada, se incorporaban a él, no por amor a la patria, ni por apego a la milicia ni, tan siquiera, para conseguir ascender en el escalafón militar, sino por ser un medio fácil de conseguir la nacionalidad española, un modus vivendi y un camino para aprender un oficio o profesión a cargo del Estado español que, en un futuro, les sirviera para ganarse la vida.
Es evidente que el encargo que recibió la señora Chacón de su jefe. Rodriguez Zapatero, cuando asumió su nuevo cargo, fue claro y tajante: conformar un mando del Ejercito que estuviera plenamente plegado al servicio del gobierno socialista, que se olvidara del espíritu marcial y patriótico que siempre lo había caracterizado y que supiese ponerse la venda delante de los ojos cuando, como viene ocurriendo desde su acceso al poder, las leyes, los decretos o las chapuzas legales (que se han convertido en práctica habitual en algunas comunidades) que se han puesto a la orden del día, fueran incumpliendo, sistemáticamente, con la mayor temeridad, las normas constitucionales; comenzando por la violación de la unidad de la nación española y concluyendo con el atentado al derecho a la vida que supone la nueva ley que da libertad para abortar cuando a la mujer le parezca oportuno; sin que, tampoco, debamos olvidar la violación sistemática, en algunas comunidades, del derecho al uso del castellano por encima de cualquier otra lengua local o, los derechos de los padres a escoger la clase de educación moral y ética que quieran que reciban sus hijos.
Pero, como suele ser frecuente en muchos de estos socialistas que nos gobiernan, la señora Chacón aspira, en secreto, a ocupar el puesto del señor Zapatero y, aunque ha tenido importantes tropiezos en el ejercicio de su mandato, que le han puesto en hibernación política (el contagio de la gripe A en los cuarteles; el secuestro del pesquero español Alakran; la chapuza de la fuga de los piratas saliéndose de rositas) ella no se da por vencida y, de tanto en tanto, tiene que intentar llamar la atención ( recuerden su aparición ante el Rey vestida de esmoquin, en una muestra del más descarado feminismo recalcitrante) y, como ahora tenía pocas probabilidades de destacar , porque el país no está para prestarle atención a un ministerio que parece que, en estas circunstancias actuales, no pinta nada; ha tenido que recurrir a la chabacanada, a la más desangelada y absurda de las astracanadas que se le podían ocurrir pero que, vean ustedes, ha logrado, por unas horas, llamar la atención sobre sí misma, de todos los españoles; cumpliéndose aquella máxima que dice “lo importante es que hablen de uno, aunque sea para mal”. Nadie puede pensar que la intención de la ministra era hacer cumplir un “reglamentillo” aprobado en el último Consejo de Ministros ¡qué casualidad!, que modificaba la ordenanza que hace referencia a la intervención del Ejército en lo que pueden llamarse festejos, pompas, procesiones, pasacalles y demás manifestaciones de la cultura popular, la mayoría de gran raigambre entre gran parte de la ciudadanía española; en los que, el Ejército, solía intervenir, ya como acompañante, ya como partícipe directo en las mismas o ya como sujeto activo de algunas de ellas, debido a la relación de determinados cuerpos de la milicia con algunas específicas manifestaciones del culto católico. En este caso, hablamos de la fiesta del Corpus Cristi, en la localidad de Toledo.
Contra lo que dicta un mínimo de sentido común; atropellando una tradición milenaria de los toledanos e inflingiendo un agravio innecesario, poco oportuno, sectario y a todas luces premeditado, contra los miembros de la Iglesia católica, de tal forma que ha conseguido incidir en la parte que más duele, en la fe que tienen los católicos en la figura de Jesucristo. Esta señora se ha negado a que la tropa sacara la bandera nacional, presentase armas en señal de respeto e interpretarse el himno nacional al paso del Santísimo Sacramento para honrar lo que, para los católicos, es la representación viva de la imagen de Dios. Otro gallo hubiera cantado si esta señora hubiera ejercido su cargo en algún país musulmán (caso imposible, a causa de los impedimentos de las mujeres para acceder a dichos puestos) pretendiendo privar de sus honores a Ala o a su profeta Mahoma. Aquí quisiera hacer alusión a dos hechos significativos: el primero, el señor Barreda, presidente de Castilla-La Mancha, le pidió a la ministra que rectificase y, en segundo lugar, al intento del señor Ramón Jáuregui, una de las pocas personas que parece que tiene sentido común del partido Socialista cuando, un poco titubeante e inseguro, ha intentado echarle una mano a la Chacón hablando de que en, un país laicista, conviene que nos acostumbremos a que se apliquen prácticas aparentemente encaminadas a modificar nuestra tradición católica y nos vayamos acostumbrando al relativismo que los socialistas nos quieren embutir, a la fuerza si fuera preciso, por medio de sus continuos ataques a la religión imperante en España. Lo que sucede, señor Jáuregui, lo que una persona culta como es usted debiera de saber es que, en modo alguno, España es un país laico, sino que es una nación aconfesional, lo que significa que el Estado debe permanecer imparcial ante todas las religiones que no incumplan las leyes vigentes en la nación, nunca beligerante en contra de una sola de ellas.
Es una práctica saducea y evidentemente partidista, sectaria y perversa, por lo que de intento de confundir a la ciudadanía tiene, el vender los hechos con la patina falsa de la legalidad cuando, el político que utiliza tal recurso, pretende dar gato por liebre a aquellos que confían en él, si es que, hoy en día, gracias a la fama que se han ganado a pulso esta clase de personajes, agarrados al poder;pueda existir algún ciudadano que todavía se tome en serio lo que dicen. En todo caso, podemos decir, sin temor a equivocarnos que, la señora Chacón, con su prohibición al Ejército de cumplir con la costumbre de rendir honores al Santísimo sacramento; ha hecho un favor inesperado a la derecha española, porque le ha proporcionado un puñado importante de votos de todos aquellos que, gracias al milagro de la señora ministra, han despertado del letargo en el que se encontraban y han sido favorecidos con la gracia de cambiar la intención de su voto para las próximas elecciones. ¡Gracias señora Chacón! ¡Dios se lo pague!
Miguel Massanet Bosch