Solamente han transcurrido seis meses desde que. una despendolada, Leire Pajín, en un alarde de sectarismo socializante y con el fervor de una fan rendida a los encantos de su jefe de filas, señor Rodriguez Zapatero, nos estuvo hablando de la gran ventura que sería, para España y Europa, el hecho de que su jefe de filas, el gran profeta que negaba que la depresión nos afectase, aquel que se engallaba presumiendo de la fiabilidad y fortaleza de nuestro sistema financiero y que presumía de estar en condiciones de “poner en vereda” al resto de países europeos, con aquello de la “economía sostenible (¿quién le debió meter semejante idea en la cabeza?) y el gran descubrimiento de las energías renovables, con cuyo bagaje pretendía enseñar a Alemania, Francia y el Reino Unido, cómo debían enfocar la crisis y los cambios que debían practicar en sus respectivas economías para que, imitando lo que él venía haciendo en España, consiguieran dejar la crisis atrás. Tan seguro estaba de su triunfo en los foros europeos; tan imbuido se sentía de su predicamento y su carisma personal; tan seguro se creía estar del éxito de su futura presidencia de la UE que, hasta se atrevió a proponer severos castigos, azotes con el látigo de siete cuerdas y ordalías inquisitoriales, para aquellos países que, bajo su mandato, se atrevieran a desviarse un ápice de lo que sería su gran aportación a Europa: su gran plan para salvar al Mundo del azote de la recesión mundial. Nuestro ZP se había convertido en el Amadís de Gaula del cambio; el desfacedor de entuertos y el sepulturero del sistema capitalista, al que pretendía sustituir por el nuevo orden económico basado en el ejemplo de Cuba, Venezuela, Bolivia y Ecuador que, como todos sabemos, en el camino más directo para conseguir llevar a la ruina a cualquier nación próspera.
El primer tropezón y la primera desilusión le vino desde la mano de Bruselas, cuando se nombró al señor Van Rompuy, el 1 de enero del 2010, presidente permanente del Consejo Europeo. Evidentemente, no tenía posibilidad alguna de competir con semejante personaje, no solamente por el prestigio del nuevo cargo, sino también por la excelente preparación del belga en cuestiones de finanzas y economía, ya que fue primer ministro belga y ocupó el cargo de presidente de la Cámara de Representantes de Bélgica. Algo con lo que ZP no había contado pero que, muy probablemente, fue premeditado por parte los países que cortan el bacalao en la UE, cuando previeron la que se les venía encima con semejante petardo en el cargo de Presidente semestral, en unos tiempos en los que, evidentemente, no se prestaban a aguantar ideas quijotescas y proyectos fruto de una mente poco preparada, regida por sus ideas sectarias. Luego vino la debacle de sus propuestas; antes, incluso, de que se atreviera a ponerlas en práctica; la prensa de todos los países se lo tomó a pitorreo y, como consecuencia, vino la humillación de que se lo comparase con el personaje de la serie de humor: “Mr. Bean”.
Lo que ha acontecido después, mejor sería cubrirlo con un tupido velo, que fuera capaz de ocultar la serie encadenada de desprecios, humillaciones, desaires, omisiones y desplantes a los que ha tenido que someterse nuestro Presidente; con la agravante de que no sólo se ponía en el más absoluto de los ridículos, mendigando por las cancillerías europeas que le dejaran meter baza, sino que, por el efecto túnel de sus actos incontrolados, ha involucrado a España en el descrédito contagiado del suyo propio. Lo cierto es que, como no podía ser de otra manera, tanto Alemania como Francia no podían permitir que Europa cayera en manos de semejante orate y se apresuraron a ponerlo en su sitio, tomando ellas la dirección de este periodo de extremada complejidad en el que, no sólo se ha puesto en cuestión una crisis derivada de las sub-prime, sino que la economía mundial ha sufrido una sacudida tal que, los pilares económicos que apuntalaban el orden mundial, han temblado bajo el terremoto de una recesión sólo comparable con la 1.929. Las monedas de referencia se han devaluado y las deudas soberanas han ido creciendo a medida que, los gobiernos nacionales, han tenido que apoyar a sus economías y, los bancos centrales, han debido acudir a la máquina de fabricar dinero; lo que ha traído la triste consecuencia de una retracción de la confianza de los inversores. Como es obvio, esta moneda reciente, de tan poca solera en los mercados mundiales, el euro, no podía salir indemne de esta tormenta y el hecho de que Grecia y las PIIGS, hayan dado muestras de debilidad, no ha contribuido a fortalecerla.
No obstante, así como Grecia y el señor Papandreu han sido controlados para forzarlos a una política de ahorro y disminución drástica del gasto público; Portugal e Irlanda parece que se han anticipado a llegar a acuerdos de recortes sustanciales de sus gastos públicos; la España, del señor Zapatero, se ha negado a tomar medidas impopulares, especialmente por la tozudez de ZP, que no quería enfrentarse a los Sindicatos, su principal punto de apoyo en esta legislatura. El retraso, el gran déficit ( 11’2) y la práctica imposibilidad de que en el 2.013 podamos ajustarlo al 3%, máximo que la Cláusula Europea de Estabilidad acepta; el gran incremento de nuestra Deuda pública, en el último año, y la necesidad del Tesoro de ir aumentando el diferencial con la deuda pública alemana, de modo que, para colocar nuestros Bonos, Deuda y Letras del Tesoro tenemos que pagar una sobreprima de 219 puntos básicos, llegando al extremo de que sólo pagando intereses superiores al 5% podemos colocar nuestra Deuda, que sigue en racha de desconfianza por parte de los inversores. Alemania y Francia, por la cuenta que les trae (ambas tienen importante stock de nuestra Deuda) y ante la necesidad de evitar la catástrofe del euro, nos han echado un capotazo avalando los recortes, escasos e insuficientes, ofrecidos por ZP. Al respecto, conviene que puntualicemos que, en su línea de faltar a la verdad, ZP ha dado por supuesto que sus modificaciones ya han sido aprobadas y que, entre ellas, estaba en marcha la posibilidad de que las empresas se despeguen, con facilidad, de los convenios colectivos nacionales, regionales o sectoriales ( algo ya legislado, pero que entraña complicados trámites burocráticos).
Y es que, cuando se habla del despido por causas objetivas, con 20 días de indemnización por año de servicio, estamos haciendo referencia a una medida contemplada por el mismo Estatuto de los Trabajadores, pero que, hasta ahora, era imposible de aplicar; porque siempre acababan por ser denegados por la Administración. Ahora, aunque parezca que, demostrando que puede haber pérdidas o que éstas ya se están produciendo, se podrá despedir por dicha modalidad objetiva; la realidad es muy distinta, debido a la poca claridad de lo que se define como “una situación económica negativa en una empresa”, una cuestión tan imprecisa que llevará al previsible enfrentamiento con los trabajadores de la empresa y acabará con la judiciliazación del tema. Como siempre, medidas improvisadas, poco meditadas e imprecisas, de modo que sea imposible una aplicación ágil por los empresarios, que no pueden aguardar, para ponerla en práctica, a que los tribunales decidan, cuando ya la situación de la empresa no tenga remedio. Entendemos que, para Zapatero, es un hueso duro de roer, porque es lo contrario de lo que ha venido preconizando durante todo su mandato. Pero ya no decide él, está atrapado en sus demonios personales y, si no quiere quedar colgado de la brocha, ha de someterse al mandato del capitalismo europeo. ¡Qué lejos quedan sus tiempos de sacar pecho, reírse de los pesimistas, llamándoles antipatriotas, y acogotar, con ayuda de los separatistas, al partido de la oposición!
Miguel Massanet Bosch