Evidentemente a un Rodríguez Zapatero acorralado, sin ideas que poner en práctica y sujeto a las imposiciones del ECOFIN, no le conviene convocar elecciones anticipadas porque en estos momentos las iba a perder de calle. Esto no quiere decir que el no convocarlas sea algo bueno para España y para los españoles y, en consecuencia, para nuestra maltrecha economía, para la gran masa de 4.600.000 personas en desempleo y para los miles de empresas que cada día vienen sufriendo el peso inaguantable de tener que competir en condiciones de desigualdad con el resto de las otras empresas del resto de las economías del mundo. Lo que sucede es que, si lo miramos bien, el pequeño trauma de unos meses, no muchos, de campaña electoral y de interinidad de un gobierno, después de que el jefe del Ejecutivo declarara la disolución de las cámaras, no se iban a notar demasiado debido a la, casi nula, actividad que viene desempeñando, encorsetado por lo que se nos ordena hacer desde el BCE y Bruselas, por una parte, y el inmovilismo político en el que nos encontramos, donde toda la actividad parlamentaria pasa por los intentos de ZP de conservar el poco poder y crédito que le quedan, para negociar con los partidos de la oposición la concesión de prebendas, tanto políticas como de tipo económico, para lograr que le apoyen en sus intentos de sobrevivir a este tsunami de rebelión interna que, implacable, parece que se está esparciendo en aquellas autonomías que ven, en la debilidad del gobierno socialista, el medio para ir avanzando en sus pretensiones separatistas. Y, de hecho, lo van consiguiendo.
Descartada cualquier posibilidad de oposición interna a la política de ZP en el seno del PSOE, en el que predomina la idea de aferrarse a cada cargo por encima de la consideración altruista de lo que precisan los ciudadanos españoles para sobrevivir a la crisis; ya que los tímidos intentos de algunos de los varones de protestar por el evidente deterioro de lo que son las relaciones del Estado central y la autonomías, quedan en simples amagos ante la tozudez del señor Zapatero de hacer aquella político que él estima que va a favorecer más a sus ambiciones personales. Ante la imagen de debilidad, desconcierto y falta de fe en lo que está obligado a hacer por imposición de
Y es que, cuando más precisábamos de la unidad de todos para afrontar el grave problema financiero y económico que padecemos; cuando necesitamos, ineludiblemente, que nuestras industrias recobren el ritmo, mejoren sus expectativas, reciban créditos para modernizarse, dispongan de la facultad de flexibilizar sus plantillas, tanto en orden a la movilidad interna de la misma como en cuanto a la posibilidad de corregir los desequilibrios causados por una plantilla excesiva, en circunstancias en que las ventas flaquean y se hace imprescindible, con toda urgencia, provocar un estímulo para que se creen nuevos puestos de trabajo que ayuden a paliar el efecto de una masa de desempleados que, en algunos casos, carecen de las ayudas precisas para poder sobrevivir dignamente. Para afrontar estos problemas de tanta envergadura sólo disponemos de un Gobierno débil, desgastado, inconexo y, lo peor de todo, que ha conseguido ganarse a pulso la desconfianza de la mayoría de los españoles, que ya no lo consideran capaz de hacerse cargo de la gran tarea de levantar a España del gran hoyo en el que han dejado que cayera.
Ya no se trata de si son socialistas, de derechas o si pertenecen al sector liberal. Hoy en día, en España no hay tiempo para perder; utopías a las que agarrarse; partidismos a los que acogerse o filosofías a las que recurrir. Se trata, lisa y llanamente, de acometer la tarea ciclópea de enderezar el rumbo de España y, esta tarea, no admite preocupaciones electoralistas ni dilaciones sectarias ni recursos a trucos de prestidigitación para intentar continuar manteniendo a los ciudadanos engañados, para así prolongar la lenta agonía de este Gobierno. Veamos si nos entendemos. En España tenemos un cáncer en vías de metástasis, al que no se le aplican las terapias que nos marca el sentido común y “el manual del perfecto gobernante”. Catalunya, el País Vasco y, con harto pesar mío, mi tierra, las Baleares; se han alzado, de hecho, en contra de la legalidad marcada por
De modo que nos encontramos con un Gobierno débil; en horas bajas; incapaz de aplicar las medidas precisas en el orden laboral y económico, por estar supeditado a los dos Sindicatos UGT y CC.OO; desprestigiado en toda Europa; dirigido por el peor presidente que ha tenido España; impotente para aplicar sus propias ideas, si es que las tuviera, por estar supervisado por
Sólo un nuevo gobierno salido de las urnas, formado por gente capacitada, preparado para hacer abstracción de un pasado nefasto y hacerse cargo, con mano firme, del timón de la nación, para dar el viraje que precisa; sin temor a aplicar las medidas duras para reactivar la actividad de nuestro sistema económico; de forma que, infundiendo confianza y facilitándoles créditos a las empresas y reformando la legislación laboral; generen nuevos puestos de trabajo, se pongan al día en productividad y consigan la competitividad precisa para competir en Europa. El resto se nos dará por añadidura.
Miguel Massanet Bosch