Hoy puede ser el día de la puntilla a los toros en Barcelona. Si triunfa la prohibición, los aficionados catalanes acudirán a corridas en Francia y el resto de España, pero las nuevas generaciones desconocerán la Fiesta y se habrá cortado una tradición secular. La trascendencia de esta prohibición desbordaría lo taurino: se habría destruido una porción de libertad; obtendría un nuevo triunfo el nacionalismo separatista; se rompería otro vínculo con España, en una de sus señas de identidad cultural; y se habría sembrado una semilla de odio entre los españoles.
Hemos hablado con dos figuras: Enrique Ponce y El Juli. Les preguntamos si hay esperanzas. Los dos son más optimistas que yo. Empieza El Juli: «Sí, la esperanza es lo último que se pierde. Pero, salga lo que salga, ha de haber una reacción importante del mundo taurino. Si prohíben las corridas, habrá que emprender las acciones legales oportunas». Ponce se extiende más: «No me cabe en la cabeza que pueda prosperar algo así. ¡Va contra el sentido común! Aunque sea a última hora, se ha de arreglar… Tiene todavía menos sentido en un país que ha tenido la libertad por bandera, en una Comunidad que hace gala de ello». El diestro valenciano no logra encajarlo: «La libertad ha de estar por encima de todo. No se puede prohibir que disfruten los aficionados catalanes, sean muchos o pocos, no puede ocurrir».
¿Cuál es la causa de esta guerra? Los dos coinciden: «Todos sabemos que es una batalla política del nacionalismo catalán, que utiliza los toros como excusa, frente a España».
Les pregunto por las posibles consecuencias que tendría esta prohibición. Contesta Julián: «Mucho más de lo que se creen los propios catalanes, aficionados o no: algo esencial de nuestra cultura, nuestra tradición, nuestra historia… Una de las artes más intensas y verdaderas que existen en el mundo, algo único: un hombre que se juega la vida ante una fiera, la domina y crea belleza… Además, supondría una gran pérdida en un sector económico importante, que da de comer a muchas familias. Por supuesto, sería un desastre ecológico: la de-saparición de hectáreas dedicadas a la cría del toro bravo. Y, en definitiva, la extinción de este maravilloso animal: ¿Es eso lo que quieren?»
Abunda Enrique en los aspectos más políticos: «Ante todo, supondría una gran claudicación. Muchos catalanes, aficionados o no, están en contra de esta barbaridad. Los toros son la Fiesta mítica española por excelencia. Esta es una batalla del nacionalismo catalán. Para mí, está clarísimo: Cataluña forma parte de España, exactamente igual que Valencia, Andalucía, Extremadura… Todos juntos formamos un gran país. Por eso, la prohibición sería un paso muy malo, mucho peor que el hecho de que haya o no corridas de toros. No es esto lo único que pretenden, no van por ahí los tiros».
En la situación actual, todos los que amamos la Fiesta nos preguntamos si hemos hecho todo lo que debíamos, profesionales y aficionados. El Juli también lo duda: «No sé bien cómo hemos podido llegar a esto. Quizá hemos reaccionado tarde. En todo caso, hay que mirar para delante: hay muchos temas en los que trabajar para defender esta profesión. Probablemente nos ha faltado más unidad y más organización».
«Con los toros, prohibirán la cultura, la historia y un arte único. Perjudicará a la economía y supondrá un desastre ecológico»
Enrique Ponce se pregunta por las causas: «Quizás las gentes del toro somos demasiado pacíficas. Si sucede algo así en otro sector, se arma la gorda… Debían haberse convocado manifestaciones a nivel nacional, en toda España, de profesionales y de aficionados. A lo mejor, no creíamos que se iba a llegar a esto…Claro que se han hecho cosas: no es porque hable contigo, pero el ABC está haciendo mucho, desde el acto del Liceo de Barcelona…» ¿Estamos a tiempo todavía? Insiste en la raíz política: «A los que pretenden defender al animal, los han cogido engañados, para hacer bulto. Atacan algo que muchos de ellos desconocen. Nadie ama más al toro bravo que un torero; si no hubiera Fiesta, no existiría. Eso no se puede provocar con una prohibición. Además, supondría darle alas al nacionalismo antiespañol…»
Los dos han toreado muchísimas veces en Barcelona y han obtenido allí grandes éxitos. Les pregunto por esa experiencia. Contesta El Juli:«La Plaza de Barcelona es maravillosa, una de las más sensibles y enteradas que conozco. He vivido allí momentos inolvidables, nunca he tenido el menor problema por no ser catalán. Todos los toreros del escalafón están locos por torear allí». Coincide totalmente Ponce: «Es una afición buenísima, de las mejores de España, con una gran sensibilidad para el toreo bueno. Si hoy no va más gente es porque parece un espectáculo casi clandestino: apenas existe información en los medios. ¡Demasiada gente va! La situación actual es el resultado de una labor de zapa desde hace años».
El País Vasco
Se extiende luego en comparaciones: «En el País Vasco también existe nacionalismo pero ni se les ha pasado por la cabeza algo así: piensa en la importancia taurina de las corridas generales de Bilbao, por ejemplo … Una prohibición de las corridas de toros en Cataluña no se entendería en Francia, donde existe una maravillosa afición, y donde vemos ondear banderas españolas, sin ningún complejo, en las principales Ferias. Ni se entendería en México, en Colombia, en Perú, en tantos países hispanoamericanos… Ni en mi tierra valenciana, ni en el resto de España…» Concluye con rotundidad: «Si las corridas no son rentables, dejarán de organizarse. Pero, si un empresario quiere hacerlo y la gente va, ¿por qué impedirlo?… Todo esto suena a dictadura. Dejemos a la gente en libertad para que vaya a los toros, el que quiera ir».
Plantea El Juli que todo esto podría haberse evitado si la Tauromaquia dependiera del Ministerio de Cultura… Sería bueno que se reconociera plenamente su valor cultural, por supuesto: si no lo tiene, ¿por qué se conceden Medallas de Bellas Artes a los toreros, junto a otro artistas? Enrique y yo somos más escépticos con esa medida. Dios quiera —me dicen los dos— que los aficionados catalanes puedan seguir disfrutando en libertad…