Me preguntaba hasta qué punto esta extensa red de ONG’s de la que disponemos en España es, efectivamente, necesaria si, de verdad, la consideramos desde el punto de vista práctico o ¿qué es lo que se esconde debajo de esta cubierta de buenismo, preocupación social y filantropía y de qué viven esta cantidad ingente de “cooperantes” que tienen tiempo para dedicarse a viajar por estos mundos de Dios, ocupados en escoltar convoyes de mercancías y prestar ayudas a aquellos ciudadanos de países que están pasando por situaciones de miseria y abandono. Como sé que voy a ser criticado, vamos a dejar claro que, la preocupación por aquellos que se encuentran en situaciones de necesidad, abandono o sojuzgados por regímenes totalitarios; se puede considerar, en principio, un sentimiento muy loable y de agradecer. Todos los que se empeñan, de buena fe y desinteresadamente, a poner su granito de arena para intentar paliar los efectos nocivos de tales situaciones extremas, deberán merecer, como no, nuestro máximo reconocimiento, nuestra admiración, nuestro respeto y ayuda. Sin embargo, no me negarán que pueda resultar extraño que existiendo, en España, organizaciones señeras, tan prestigiadas como la propia Cruz Roja o la misma Cáritas ( en este caso auspiciada por la Iglesia Católica), vayan surgiendo como hongos otras instituciones que quieren tener su propio protagonismo en esta tarea de ayuda a los necesitados, negándose o escudándose en argumentos de poca solvencia a lo que, sin duda, sería lo más razonable, lo más económico, lo más rentable y eficaz y aquello que aportaría una sinergia y un ahorro a la verdadera obra de asistir a los necesitados, que multiplicaría por mil la eficiencia, el empuje, la confianza de los donantes y la fiabilidad de que, las prestaciones que se llevaran a cabo tuvieran el efecto que se proponía.
No podemos decir más que alabanzas de ONG’s como Médicos sin Fronteras y otras similares, que ponen al servicio de los necesitados sus vidas y sus conocimientos profesionales, pero ¿cuántas organizaciones existen que malgastan sus esfuerzos, actúan sin la coordinación adecuada y pretenden alcanzar objetivos que está fuera de sus posibilidades el conseguirlos? Incluso aceptando la buena fe de quienes las dirigen, no podemos negar que, en muchas de ellas, lo que prima es la ambición, incluso puede que inconsciente, de ser alguien importante, de aparentar ante la sociedad, de dirigir una obra que los prestigie y de entrar en emulación con otro tipo de organizaciones benéficas para intentar superarlas. Aún así, las buenas intenciones de los dirigentes de tales asociaciones, en ocasiones, no corren a la par con su eficiencia, sus conocimientos, sus facultades organizativas y todas aquellas cualidades que son precisas para rentabilizar cualquier empresa que se intente llevar a cabo. Pero, por desgracia, en todas estas empresas de apariencia tan generosa, de objetivos tan laudables y de tan ambiciosas expectativas, existen algunas que, bajo la piel de la caridad y las buenas obras, esconden otro tipo de intenciones, políticas o lucrativas, que ya no concuerdan con los objetivos que se pretenden vender y sí encierran otros propósitos, más egoístas y menos confesables, que entrañan un peligro para la sociedad y, en particular, para las personas de buena fe a las que se engaña..
Es posible que, en algunos casos, digamos que contados, sea preciso organizar masivas expediciones para entregar a los ciudadanos de países pobres las mercancías que se han recogido para ellos; seguramente, como suelen argumentar, para asegurarse de que las ayudas se distribuyen adecuadamente entre los que las precisan y no se pierdan en manos de especuladores o gobernadores corruptos. Pero también cabe la posibilidad de que, remitiendo las ayudas por las redes habituales de trasportes y comunicación, de que dispone cada nación, sin tanta parafernalia de cooperantes, con menos fanfarria y más seguridad, sería suficiente para que, con menos personal (sólo unos pocos que aguardasen en el punto de destino para vigilar la descarga y la distribución), fuera suficiente para cumplir el objetivo que se pretende, con el consiguiente ahorro de gastos de viajes, de pérdida de tiempo y, hay que decirlo, sin darle tanta publicidad y efecto mediático con el que, algunas ONG, pretenden llamar la atención hacia si mismas, no se sabe muy bien con que fin, si no es el de hacerse propaganda para incrementar su volumen y aumentar su gastos de estructura no siempre en beneficio de su efectividad. No se puede negar que, en el caso de los secuestrados de la ONG catalana, la preparación de la expedición no tuvo en cuenta o se despreciaron los riesgos que entrañaba y las posibilidades reales de que sucediera lo que finalmente se produjo. Este error, esta imprudencia, digámoslo claro, dio lugar a: casi nueve meses de secuestro de dos cooperantes con riesgo real sobre sus vidas; al secuestro de otra mujer, felizmente liberada; a que se tuviera que liberar a un peligroso terrorista, que puede continuar delinquiendo con plena libertad y a que, el Gobierno, haya tenido que desembolsar una cantidad ( no se sabe la cuantía exacta) que puede abarcar una horquilla entre los 3’8 millones y los 10 millones de euros, destinados al pago del rescate.
Es duro decirlo y puede que a algunos le parezca inhumano, pero el que, el Estado, no controle debidamente a estas asociaciones dedicadas, en principio, a obras sociales; el que no se impidan expediciones que no reúnan las debidas medidas de seguridad y perspectivas de éxito o el que, en algunos casos, los que participan en ellas se lo tomen sólo como un divertimiento o participar en una aventura excitante, nos cuesta, a todos los españoles y no sólo a los catalanes, una parte de nuestros impuestos que tienen que detraerse de los destinos a los que estaban dedicados, para sacar del apuro a quienes pecaron de confiados. Los españoles tenemos derecho a exigir la justificación de cómo se usan los caudales que el Estado recauda y, estando en una situación de crisis, cuando se nos exige que nos apretemos el cinturón, se nos cose a impuestos y muchos tienen que permanecer en paro, sin poder encontrar un trabajo, porque las empresas no pueden conseguir créditos para desarrollar su actividad, debido a que los bancos tienen que adquirir la deuda pública (porque el Estado está endeudado hasta la orejas); aún más.
Al Gobierno le resulta muy fácil ser caritativo; le es rentable comprar a Mohamed VI abocando millones a Marruecos; le gusta fardar malgastando millones en la Alianza de Civilizaciones y no ha sido capaz de suprimir ni uno solo de los ministerios que están sobrando. ZP insiste en enviar nuestros euros para ayudas al señor Carot Rovira o Puigcercós, para que abran “embajadas de Catalunya” en el extranjero y monten manifestaciones en contra de España; no duda en hacer donaciones a países como Venezuela o Colombia, donde los tiranos se imponen al pueblo como verdaderos dictadores y, por si era poco, amenazan continuamente a las empresas españolas ubicadas en sus territorios y, de paso, permite a una ministra, como la señora Aído, que se dedique a inundar de ayudas millonarias a las organizaciones feministas que colaboran en favorecer el aborto y la lucha a muerte contra el género masculino. Gobernar no es esto, gobernar es hacer lo que conviene a la comunidad antes que a los particulares, gobernar es tomar decisiones que, a veces, resultan impopulares y no limitarse a ceder, humillarse y sembrar la semilla para que, en próximas ocasiones, los que saben donde hay los gobiernos más débiles, vuelvan a reincidir para recaudar dinero fácil. Ahora congratúlense y pónganse medallas pero, cuando se repitan hechos como el que hemos vivido estos días, acuérdense de que han sido ustedes los que, con su actitud populista, cobarde y falsamente sensiblera; han propiciado que se nos tome por primos.
Miguel Massanet Bosch