(Publicado en El blog de Jordi Sevilla-Reggio´s, aquí)
No se vosotros, pero yo he pasado unas vacaciones aceptables. En familia (¿quien inventó a los hijos adolescentes?), con el buen clima gallego, presentando la novela, comiendo con amigos, dando una charla en un precioso Gijón, escribiendo otra aventura de mi detective, leyendo, pensando…¡lo que a partir de los 50 años llamamos un buen verano!. Y he llegado a dos conclusiones: formo parte de la minoría de privilegiados del mundo y, segundo, lo que queda de legislatura va a resultar inaguantable porque se prefigura como más, mucho más de lo ya visto. Y, así, dos años, porque suceda lo que suceda en las elecciones autonómicas y locales ambos partidos verán confirmada su estrategia frentista e incrementarán la dosis de cara a las generales.
Digan lo que digan las encuestas sobre cuál es la opinión de los ciudadanos respecto a la clase política (¿por qué a esas encuestas no se les hace caso?), suceda lo que suceda con la economía mundial y española, pase lo que pase en el resto del mundo, desde el auge de la extrema derecha americana, hasta la conversión de China en el auténtico Imperio del Centro lo que nos convierte en la periferia de la periferia, nuestros políticos siguen con su matraca, dale que te pego, leña al mono hasta que hable inglés.
Las mismas respuestas, sea cuál sea la pregunta, los mismos eslóganes, vengan a cuento o no, las mismas preocupaciones, las suyas. ¡Y luego se quejan del desafecto de la ciudadanía! Tengo la sensación de que nunca como este año el verano ha sido un parentesis que nos devuelve a donde estábamos justo antes de arrancar: en una mala posición.
Mala, en primer lugar, por su realidad objetiva: la recuperación no se vislumbra y se habla de riesgo de recaída con cuatro millones y medio de parados, el crédito sigue sin fluir, incluso empiezan a subir las hipotecas, las administraciones públicas se suman a la depresión de la economía con su recorte indiscriminado de gasto, las grandes cuestiones siguen pendientes (justicia, sanidad, educación, investigación, pensiones, estructura del Estado autonómico, lucha contra la corrupción institucionalizada etc). Pero, mala, en segundo lugar, porque los agentes políticos y sociales, que son quienes tienen la responsabilidad de hacer frente a la situación para mejorarla, siguen con sus estrategias egoistas buscando proteger sus propios intereses mediante la confrontación generalizada antes que mediante el necesario acuerdo: huelga general, polarización extrema de la vida política y mediática, intento de generalizar al conjunto, la idea de las dos Españas minoritarias golpeandose a garrotazos como en el cuadro de Goya.
Llamadle crisis postvacacional, pero así veo las cosas. Y, mientras, el pais perdiendo oportunidades en un contexto de cambios acelerados, nuestras empresas actuando por todo el mundo al margen de las instituciones (como la selección de fultbol, que ganó el mundial por su cuenta), nuestros investigadores volviendo a buscar oportunidades en el extranjero, nuestros parados viendo como se les recortan derechos, nuestros servicios públicos deteriorándose, como los vinculados a la ley de dependencia, las desigualdades sociales creciendo y nuestros ricos viendo como su riqueza está a salvo de los impuestos, ya que no de los vaivenes de la bolsa. Pero esi si, el PP contra el PSOE y el PSOE contra el PP arrastrando con ellos toda su potencia mediática y social.
Si esto sigue así, algo tendremos que hacer los demás, la llamada sociedad civil, esa tercera España sensata que no se encuentra cómoda reducida a conmigo o contramí, que cree que los problemas reales de este país son otros, que tienen solución, que resolvernos nos posicionaría en una magnífica situación interna y externa, que merecemos la pena como país (seamos nación de naciones o nación de nacionalidades y regiones) y que necesitamos, para resolverlos, un clima, unas actitudes y una estrategia que busque más lo que nos une, en lugar de potenciar lo que nos separa, que se preocupe más de encontrar soluciones, que culpables.
Considero que lo peor que nos puede pasar como sociedad democrática avanzada es, perder la razón como argumento, la explicación como instrumento, los programas como estrategia y la confrontación como debate, para sustituirlos por los sentimientos, las consignas, la bronca y el espectáculo mediático. Con esto último, pueden ganarse elecciones, pero se pierden los paises. O mejor, se pierde los avances sociales conseguidos desde la Ilustración. Entre ellos, la democracia liberal y la lucha activa contra las injusticias sociales.
Creo una obligación combatir lo que se esconde detrás del movimiento americano del Tea Party: más religión pública y menos Estado, porque no se trata de menor espacio para lo público sustituido por lo privado, sino suplantación de la lógica democrática en lo público (Estado) por la lógica teocrática de lo que, en cada momento, le diga el libro sagrado al dictador espiritual del momento. Pero de la misma forma que el fundamentalismo islámico no se combate con fundamentalismo crsitiano, el ataque a la Razón que está detrás del Tea Party, no se combate utilizando los demócratas liberales y socialdemocrátas sus mismas armas. Porque con ello, ya han ganado la batalla en le terreno en que la estaban dando.
En fin, no se. Enseguida entraré de lleno en los fragores de la batalla laboral y me absorberá el día a día de mi trabajo dejándome sin mucho tiempo para este tipo de reflexiones. Donde, ya se, hay más preguntas que respuestas. Pero, no. No tengo la solución. Pero os llamo a buscarla entre todos. Si no, no os quejeis porque habrá, más de lo mismo que, según el CIS, tan poco nos gusta a los ciudadanos. Bienvenidos al futuro.