(Publicado en El Mundo-Reggio´s, aquí)
EL RUIDO DE LA CALLE
La escritura es una conspiración, el periodismo, un complot; el poder una enfermedad. Eso piensa Pablo Besarón, autor de La conspiración, una antología de ensayos sobre el complot. La verdadera materia de los sueños del poder es la conjura, la búsqueda incesante de la conjura, tal vez, el periodismo. Desde hace siglos escuchamos detrás de las cortinas de los palacios convencidos de que si se rompieran los cerrojos y se viera lo que pasa dentro, estallaría el caos.
Toda la vida seguimos los indicios de esa conspiración que es la política, donde anidan siempre las maquinaciones. Tal vez pertenece al pensamiento mágico esa teoría según la cual vivimos un complot permanente, porque yo llevo siglos dedicado al periodismo y he presenciado más traiciones en las alcobas que en los palacios. Hubiera dado cualquier cosa por relatar una conspiración como la de Cinna, o la de los Pazzi, o incluso la de la pólvora, pero no he tenido esa suerte y tal vez por eso me niego a creer que se estén repartiendo ya la túnica de Zapatero.
Zapatero ha protagonizado 10 años la vida española. Atravesó el desierto y llevó al proyecto socialista otra vez al Gobierno de donde había salido entre almohadillas. Inventó la Nueva Vía, reconcilió a su partido con los medios, ganó congresos y elecciones, extendió libertades civiles y tuvo éxito hasta que los adobes del milagro le cayeron encima. Tuvo disidentes, pero no rivales que le disputaran la silla; fue apartando a sus enemigos sin tener que fusilarlos a todos, como Narváez. Ahora vive un mal momento, acosado por sus propias bases.
Ayer mismo, diputados verbosos de la oposición explicaron que el presidente Zapatero no tiene proyecto, que su discurso está liquidado, que se cuestiona su liderazgo. “No va a ningún sitio cambiando votos por transferencias”, le avisó Mariano Rajoy. Lo más venenoso que se oyó fue el momento en el que el diputado Lasalle habló de postzapaterismo. Era un simple recurso de la oposición, sin embargo, algunos curiosos observadores han detectado que la gente más cercana al presidente está de los nervios con las primarias de Madrid.
Rubalcaba es un potro desbocado. Se vive un instante de suspense sólo por una revuelta superficial del aparato. Me siguen intoxicando en el sentido de que José Blanco quiere todas las federaciones tensas y leales ante un posible vacío de poder. Me cuentan que lo que ha pasado es que Blanco quería poner en Madrid a Antonio Hernández, responsable de la política municipal del PSOE, porque no se fiaba de Gómez. ¿Protegen a Zapatero minándole? No hay motín ni fracciones -me explica la gente de Gómez-, pero hay algunos que esperan el viento favorable que conduce a la fortuna.
¿Estamos ya en la gramática de la conspiración?