CARLOS CARNICERO (Publicado en elplural.com, aquí)
Zapatero se distancia de su partido
Hay señales claras de desconcierto en las filas socialistas. Y no tiene que ver directamente con los resultados de las encuestas y la ventaja que en este momento saca el PP al PSOE. Existe un partido que está vivo y desorientado donde miles de jóvenes, adultos y mayores siguen teniendo ilusión por la transformación de la sociedad; viven más o menos activamente la política de su barrio, de su pueblo, de su fábrica o de su universidad. Tienen compromiso político en época de desafección y de consumismo como el nuevo dios de la ideología social.
Son personas que han existido desde que la revolución industrial promovió las primeras protestas. Creen y ejercen la igualdad entendida además no como un problema de las mujeres sino como un derecho democrático que no se ha terminado de consagrar en la realidad. Creen en los derechos fundamentales pero están huérfanos de una identidad socialdemócrata que desde la caída del comunismo ha estado acomplejada, asumiendo sutilmente muchos valores neoliberales en donde el mercado no tiene poderes políticos que lo controlen. Carecen de liderazgos que proyecten ante la sociedad un modelo de transformación. No se resignan al conformismo pero no tienen la brújula asentada por nadie.
Tienen carné de partido y participan en la vida orgánica o son militantes “durmientes” que se limitan a pagar una cuota. Muchos de ellos perciben que el modelo de partido se aleja cada vez más de lo que desde el marxismo se llamaba partido de masas, en el que la pertenencia al grupo determinaba una concepción democrática del poder interno y nadie podía imaginar que la política terminase por constituirse en una profesión.
La distancia de las élites de las masas es casi similar a la de la cúpula de una sociedad anónima con los accionistas. Ahora un grupo reducido de dirigentes, por un sistema de cooptación, controlan los mecanismos de decisión de los congresos. Los líderes son implacables con los disidentes y alejan de los puestos de responsabilidad a quienes pueden significar un obstáculo para los deseos y las decisiones de las élites. No hay un proyecto de transformación del partido porque no existen más cauces de los orgánicos y por ahí no hay salida. Se ha constituido la juventud como un valor en sí mismo sin tener en cuenta las capacidades y, al contrario, la edad es un obstáculo incluso para las mentes más privilegiadas. Se respetan las excepciones en la medida que son inevitables.
Mientras el partido está en el gobierno, la tradición reciente del PSOE es no provocar discrepancias públicas con el aparato del partido y con el gobierno. Las diferencias son discretas. Ahora se ha empezado a hablar del Fondo Sur del Consejo de Ministros para identificar al sector más socialdemócrata del partido que discrepa del grupo capitaneado por Alfredo Pérez Rubalcaba y José Blanco que distribuyen sus acuerdos y sus desavenencias utilizando su influencia sobre Elena Salgado que es el baluarte más liberal y quien sistemáticamente se opone a compensar las medidas tomadas por Zapatero ante la crisis con otras de carácter más progresista. El equipo económico del Gobierno goza de la mayor influencia en este momento. Incluso la elección de Trinidad Jiménez para intentar tomar democráticamente la comunidad de Madrid tiene una segunda intención en algunos miembros del partido y del Gobierno en alejarla de la influencia sobre Zapatero. La batalla por la sucesión está siendo larvada, pero ya hay quien opta por la pole position para la situarse en la carrera aunque el gran Prix no está convocado.
En el partido, la confrontación entre el vicesecretario general, José Blanco, y la secretaria general de organización, Leire Pajín, es una realidad casi irrespirable y que no tiene solución más que con la sustitución de uno de los dos. La forma en la que se ha tratado la designación de candidato a la Comunidad Autónoma de Madrid es un buen ejemplo de los manejos del partido por parte del secretario general, José Luis Rodríguez Zapatero, y de sus aláteres. Lo que era y es una buena operación para tratar de desplazar a Esperanza Aguirre –la candidatura de Trinidad Jiménez- está en riesgo por la forma de desarrollar y comunicar un proceso que tenía que haberse conducido por los cauces orgánicos del partido y no inducido directamente por la dirección. Lo que en realidad es un sacrificio –arriesgar el puesto de Ministra de Sanidad- se ha presentado por Tomás Gómez como una jugada de ventaja personal de Trinidad Jiménez.
Las encuestas no son un valor absoluto, pero tienen que tener peso en la elección de los candidatos. Pero las formas, en democracia, son tan importantes como los contenidos. Tomás Gómez se está equivocando de campaña, pero eso no significa necesariamente que vaya a perder, porque esta ejerciendo el poder férreo sobre el aparato del partido en la comunidad de Madrid para jugar con ventaja. La comparación que hizo entre las encuestas de opinión electoral y las que en Francia demuestran el apoyo popular para la expulsión de los gitanos es una demostración de su falta de escrúpulos. A la inversa de lo ocurrido con Trinidad Jiménez, Tomás Gómez está desperdiciando la ventaja que tenía en las dudas sobre el procedimiento empleado por la dirección federal y convirtiéndolo en desventaja por algunos episodios de guerra sucia. Nunca explicó el pacto con Esperanza Aguirre sobre Caja Madrid –creando clientelismo- y sus escasos resultados organizativos en un partido que en tres años de su mandato sigue contando con 18.000 militantes en una comunidad de más de seis millones de personas. Los desafectos son apartados y la pugna electoral se condiciona la carrera política de quien no le avale.
Hay decisiones políticas del Gobierno y de su presidente que cada vez se entienden menos. El apoyo a la política racista de Nicolás Sarkozy es un ejemplo claro de la distancia que se está abriendo entre el presidente y su partido. (Continuará)
Carlos Carnicero es periodista y analista político