No sé que decirles pero no me gustaría que una institución de tanta solera, prestigio y solvencia como es el cuerpo de la Guardia Civil, que goza de tanto predicamento, admiración y aprecio entre los españoles –me refiero, naturalmente, a aquellos que defendemos el orden, la seguridad, las libertades constitucionales y la lucha contra la delincuencia –, se hubiera dejado llevar por este espíritu “sindicalista” que tanto desprestigio ha ido cosechando, especialmente, a través de las actuaciones o, ¿debiéramos decir: falta de actuaciones?, de los dos sindicatos mayoritarios –que comparten con el Gobierno socialista la responsabilidad de que España se haya visto involucrada en la crisis mundial, en peores condiciones que el resto de naciones y, en consecuencia, ahora nos encontremos en desventaja para superarla – durante los últimos años, en los que se han caracterizado por bailarle el agua al señor Rodríguez Zapatero para aprovecharse de él, asegurándole la “paz laboral” a cambio de chupar a dos carrillos de las ubres del Erario público. Tengo una gran simpatía por este cuerpo de esforzados defensores de la ley ( estoy casado con una hija de un Teniente Coronel del cuerpo) y por ello me duele que, para solventar sus conflictos, que son de una gravedad evidente y que debieran haber hecho reflexionar a un gobierno sensible y consciente de la conveniencia de tener a una unidad de élite, como es la Guardia Civil, no sólo dotada de todos los medios técnicos, armamentísticos, informáticos, logísticos y económicos precisos para que pudieran seguir prestando sus inestimables servicios a la nación, sino que, también sus retribuciones, estuvieran a la altura del esfuerzo, dedicación y entrega que se les exige en el desempeño de sus peligrosa misión.
Debo reprochar a la Asociación Unificada de la Guardia Civil y a la Unión de Oficiales el que no elevaran el listón de sus justas y necesarias reclamaciones a un estadio superior y, en vez de ello, hayan acudido a las manidas prácticas de los desprestigiados sindicatos de clase para hacer valer sus derechos. Debo reconocerlo, me da grima ver como números de la benemérita y sus oficiales, aunque fuera de una manera festiva y pacífica, se manifestaran por las calles como si no fueran más que unos sindicalistas, de estos a los que estamos acostumbrados a ver vociferando y lanzando consignas de luchas de clases. Otro reproche, y este si que lo atribuyo a un deseo de generalizar la protesta, de modo que tuviera una repercusión total en el país; ha sido la ocurrencia de invitar a la manifestación a los jefes de los dos sindicatos mayoritarios del Estado, los señores Méndez y F.Toxo, dos personajes que, hoy por hoy, no gozan de buena prensa entre las personas sensatas del país y que se han caracterizado, durante todo el tiempo que llevamos en crisis, por no haberse “mojado” nunca en defensa de los parados y, a cambio, haber mantenido una evidente connivencia con el Ejecutivo, buscando beneficiarse económicamente de ello, a cambio de no crearle conflictos en la calle.
Esta equivocación quedó de manifiesto ante la acogida con la que los miembros del cuerpo, que participaron en el acto de protesta, recibieron a los dos líderes sindicales, explicitada en una sonada pitada con la que manifestaron su rechazo cuando advirtieron la presencia en la manifestación de los presidentes de CC.OO y UGT. No se puede ni debe confundir a la Guardia Civil con una determinada ideología política; en primer lugar porque la benemérita, aunque tenga un carácter civil, es un cuerpo que está militarizado y todo lo que se refiere la subordinación a las leyes, la jerarquía de mandos, la disciplina y el orden, no puede ser puesto, ni remotamente, en cuestión; como cuando se da la apariencia de inclinarse hacia una determinada opción política como sería, en el caso que nos ocupa, el comunismo o, su derivado, el socialismo. Debo decir, con el mismo convencimiento, que los partidos políticos, incluido tanto el que está en el Gobierno como los de la oposición, debieron haber previsto y tomarse en serio la situación de verdadero abandono en que se encuentra la benemérita, la miseria de los salarios con los que son retribuidos sus miembros, la escasez de medios con los que cuentan para la gigantesca tarea que tienen encomendada de mantener la seguridad de los ciudadanos españoles de las consecuencias, no sólo de los delitos comunes, sino, en especial, de los efectos criminales del terrorismo nacional e internacional.
Es posible que la culpa de que se haya llegado a esta situación de deterioro de las relaciones del benemérito cuerpo con quienes tienen la responsabilidad de dirigirlo y de preocuparse por el bienestar de sus miembros y de sus familias; sea, en gran parte, de los dos partidos políticos mayoritarios que, engrescados en un rifirrafe perenne entre ellos, demasiado preocupados por buscar los votos para mantenerse en el poder o acceder a él, se han desentendido de la gobernabilidad del país dejando abandonados problemas, a los que parecen no dar importancia alguna hasta que se encuentran ante la realidad, cuando la paciencia de aquellos que los padecen llega a sus límites y, ya es tarde para evitarlo, se producen hechos de protesta y reivindicación que nunca se debiera haber permitido que se dieran. Claro que, una gran parte, por no decir la mayor parte, se le ha de atribuir al Gobierno y al señor Rubalcaba, que vienen consintiendo que, para asegurarse el apoyo del gobierno catalán, la parte mayor de las ayudas del Estado (11.000 millones de euros) hayan ido a parar a las arcas del Tripartito y, en consecuencia, los encargados del orden en Barcelona, los “Mossos de Escuadra”, sean los que perciben salarios más altos de toda España.
Y es que, la doble política que viene practicando el Ejecutivo, de la que es máximo responsable el ministro de Interior, señor Rubalcaba; ha tenido por consecuencia que se hayan practicado distintas actuaciones y órdenes contradictorias, según que al Gobierno le interesara practicar una política dura con ETA o con la Kaleborroca o, sus mangoneos para conseguir acuerdos con ella, le aconsejaran que la presión policial contra la banda terrorista fuera más lasa. Ello ha llevado a que, dentro de los cuerpos de seguridad del Estado, se hayan promocionado y mejorado a aquellos que se han prestado a hacerle el juego sucio al Gobierno, perjudicando a la mayoría que no ha aceptado servir de marioneta a los poderes fácticos, para que se jugara al ratón y al gato con los terroristas. Se puede decir que estas maniobras forman parte de la táctica de los socialistas de intentar quitar poder a quienes, en un momento dado, pudieran servir de obstáculo a los proyectos del PSOE y los separatistas de hacer de España una federación de países, pequeños reinos de Taifas donde poder implantar con más facilidad sus políticas totalitarias, al estilo de los países tiranizados del Cono Sur de América latina.
No, pues a las manifestaciones de cariz frente populista; no a confundirse con los sindicatos de izquierdas conchabados con el gobierno socialista; pero sí a que las fuerzas del orden, comprendiendo en ellas la Guardia Civil, la policía, y todos aquellos cuerpos de los de que dependa la seguridad nacional, perciban una retribuciones dignas, estén pertrechados adecuadamente, dispongan de los medios precisos para realizar con efectividad sus misiones y mantengan la disciplina necesaria para que la jerarquía que se requiere en toda actividad de defensa de la patria, no se vea ensombrecida por huelgas, desplantes o traiciones. Lo mismo dijimos respecto al Ejército, este al que, la señora Chacón, parece empeñada en convertir en una ONG y al que se niegan a dotar de los medios precisos para que sea una institución efectiva y disuasoria para nuestros presuntos enemigos, sean del norte o del sur.
Miguel Massanet Bosch