(Publicado en El blog de Carlos Martínez Gorriarán, aquí)
En el momento de escribir estas líneas todavía se ignora oficialmente quién ha ganado las primarias socialistas de Madrid, si la candidata de Ferraz, Trinidad Jiménez, o el candidato de sí mismo y de la creciente legión de socialistas descontentos, Tomás Gómez, pero parece que se trata del segundo.
Con independencia de quien haya ganado y por cuánto –cabe suponer que la diferencia entre ambos candidatos será estrecha-, hay un perdedor seguro: José Luis Rodríguez Zapatero. Y con él, el PSOE en tanto que partido incapaz de adaptarse a los tiempos que corren, anclado en un concepto degenerado de la política que el propio Zapatero ha encarnado como nadie y con resultados conseguidamente calamitosos. Una política carente de otro objetivo que mantenerse otro día más en el poder, sin otro principio que la perduración y el enquistamiento en las instituciones para vivir de ellas, sin otro discurso que el oportunismo sonriente y la vacuidad tintineante aferrada a tópicos insultantes y a conveniencias demoscópicas. El modo de hacer las cosas que ha hecho indistinguibles las instituciones democráticas y la acción política de las tertulias radiofónicas y los programas televisivos de frikis y majaderos famosos. Un, en fin, impresionante desprestigio de la política misma, reducida a un póker interminable de tramposos y logreros.
Zapatero se convirtió en el gran perdedor en el instante en que intentó manipular las primarias –por un instinto de manipulación que en él parece un atavismo a lo Pavlov- y fracasó, parcialmente, en el empeño. Fracaso parcial porque unas primarias orientadas a dirimir un problema de liderazgo interno dejan de ser lo que se pretende que son, a saber, un procedimiento más abierto, más transparente y más competitivo para elegir al candidato principal de un partido. De modo que Zapatero y sus fieles han tenido éxito en el intento de convertir sus primarias en otra cosa, pero han fallado porque no han conseguido que esa cosa fuera la que ellos querían, a saber, una competencia entre Trinidad Jiménez y alguien destinado al fracaso.
De haber ganado Trini, Zapatero (y con él otros eximios socialistas como Pepe Blanco y Alfredo Rubalcaba) debería enfrentarse a la acusación de imponer a su candidato con malas artes, tal vez recurriendo al pucherazo y, en cualquier caso, debilitando de nuevo al PSOE de Madrid al dividirlo casi por la mitad, con lo que llegarían a las elecciones de mayo en peores condiciones que de no haber celebrado primarias (si ello es posible). Pero al ganar Tomás, el exalcalde de Parla, no se renueva el liderazgo socialista, sino que triunfa el “sálvese quien pueda” abierto por la irreversible agonía del zapaterismo. Nos hallamos pues ante una sentencia ya dictada de la que sólo se ignora la fecha de ejecución: la caída de Zapatero y, quizás, una crisis total del PSOE de imprevisibles consecuencias.
El PSOE ya sólo tiene a su favor las propias características de un sistema político muy favorable gracias a una ley electoral cortada a su exacta medida, y la nada despreciable ventaja de la vergonzosa ineptitud de la oposición popular. La noticia del resultado de las primarias llega el mismo día en que la encuesta del principal diario mentor y amigo, la de El País (que también se verá salpicado por este proceso degenerativo que ha auspiciado como pocos), daba el dato de que la intención de voto al PSOE podría estar ya por debajo del 30%. Y, cerrado el siniestro pacto con el PNV para deshacer lo único de común e igualitario que quedaba en España, las políticas activas de empleo, todavía le queda a Zapatero un año largo hasta las próximas elecciones generales. Un año que va a ser pródigo en malas noticias económicas, laborales y políticas. Así que todavía podría lograr que el PSOE bajara del 25% de los votos emitidos en 2012, la barrera sicológica y estadística que, a decir de algunos politólogos, separa a un partido de gobierno de un partido menor. Sólo que es muy distinto ser un pequeño partido nuevo que un viejo partido empequeñecido por sus propios méritos…