(Publicado en La Vanguardia-Reggio´s, aquí)
TRANSBORDO, MONCLOA
Programa 59 segundos. Cuatro periodistas y dos políticos, Rosa Díaz y Joan Herrera: dos nombres que garantizan debate ideológico. Pasada media hora de coloquio, uno de los asistentes interpela: “¿Os dais cuenta de que estamos en un debate político y sólo hablamos de números?”. Por culpa de la crisis y del miedo, se escapa la ideología. España es una gigantesca mesa de contables donde de mide el déficit, las reservas de la Seguridad Social, el gasto de las autonomías, el número de parados o los puntos que separan la intención de voto de Mas de Montilla, o de Rajoy de Zapatero. Naturalmente, Laporta empieza la campaña con números: la cantidad que, a su juicio, España le quita a Catalunya.
Sigo repasando la semana. Orgía de poszapaterismo y discusión de fondo: si creceremos al 0,7 que dice el FMI, o al 1,3 que espera Elena Salgado. Los porcentajes deciden la capacidad de acierto del Gobierno para gestionar el país o la mismísima caída del socialismo español. Es un espectáculo insólito y glorioso: el país de las grandes pasiones ideológicas, tratadas con mentalidad teológica en la historia, ha sido transformado por la necesidad en país tecnocrático, donde los votos son intercambiables y los gerentes pueden ser hombres de Estado.
Por si faltara algo, el FMI profetiza: la economía española no crecerá al 2% hasta el 2013. Es decir, la salida del túnel tardará tres años. Falta un pequeño detalle: en medio habrá unas elecciones cruciales. Pueden marcar un cambio de ciclo, devolver el poder a la derecha y dejar al socialismo sin poder territorial; la “catástrofe” que teme Barreda. Y pregunto: esa previsión de crecimiento ¿será la misma gobierne quien gobierne? ¿Es lo mismo Mas que Montilla? ¿Rajoy que Zapatero?
Ahora echemos mano de la memoria. Las grandes decisiones de Zapatero fueron forzadas por los mercados. Todos los gobiernos occidentales funcionan con dictados e impulsos de los mercados. Los sueños de Obama se estrellan en los mercados. Los mercados sustituyen parlamentos, marcan decisiones políticas, imponen recortes sociales, limitan el Estado de bienestar. No han sido elegidos por nadie, pero han convertido en rehenes a todos los gobiernos. El país que no recibe su visto bueno entra en bancarrota. El gobernante que no los obedece es un suicida. Rebelarse contra ellos, como hace parte de la izquierda, es romántico e improductivo. Se nos está muriendo la política. Se está transformando en números. Y lo certifica el FMI: vote a quien vote usted, la economía se recuperará cuando quiera; no cuando se lo proponga un partido. Agonizante la ideología, vivan los números. No me extraña que tanta Catalunya esté pensando en la abstención.
Anotación al margen: no creo que ocurra, pero los jueces pueden echar abajo la decisión más aguerrida del Gobierno: rebajar los salarios de los funcionarios. Sería otra imposición externa. Legal, pero externa. Entre mercados y leyes, a los gobernantes les queda, como a Melibea, el lamento: “¡Qué pequeña tengo mi libertad!”.
Primera medida
Lo primero que hará Rajoy si llega a la presidencia será devolver la publicidad para financiar TVE. Es una de las propuestas del equipo que redacta el programa electoral y que suscribe el líder del PP. Lo explica un asesor: “El contribuyente no tiene por qué pagar 200.000 millones de pesetas”. ¿Más iniciativas? Apunten la derogación de la ley del aborto y el recurso previo de inconstitucionalidad para estatutos de autonomía.
La otra esperanza
Cada encuesta que se publica es más demoledora para el PSOE. Pero todavía les queda una esperanza: han perdido 3,5 millones de votos, pero sólo 700.000 se han ido al PP, y muchos menos a Izquierda Unida. El resto está en la abstención o el voto el blanco. En la sede de Ferraz, donde se analizan al milímetro los datos, viven con este aliento: son recuperables. Y Tomas Gómez anima: “A las encuestas se les puede ganar”.
El uso de la caja
Cada día se oyen historias más impresionantes de la supervivencia de empresas y los esfuerzos casi heroicos de sus propietarios para sobrevivir. Y también de cómo se administran fracasos y dificultades. La que me pareció más increíble es esta de una de Madrid: cuando logran que haya dinero en caja, lo usan para indemnizar un despido. Es la parte más dramática de la economía real.