Antonio Papell | (Publicado en EcoDiario.es, aquí)

El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. Foto: Archivo
La crisis económica está minando el crédito de los gobiernos que la padecen, y el Ejecutivo norteamericano no ha sido una excepción, que encierra en este caso una cierta paradoja: Obama fue la respuesta de la sociedad USA a los errores cometidos por Bush que nos abocaron precisamente a la gran recesión. Los resultados, una condena para Obama | El Tea Party se abre paso
En este sentido, la comparación entre la suerte de Obama y la de Zapatero es sólo relativa: Zapatero ganó sus últimas elecciones cuando todavía mantenía un discurso optimista, consecuencia de negar la crisis, por miopía o mala fe, que hay versiones para todos los gustos.
En cualquier caso, las encuestas ya presagiaban lo que está ocurriendo en los Estados Unidos: dos años después de la clamorosa llegada del presidente Obama a la Casa Blanca, en medio de un extraordinario alborozo popular y cuando el sistema alentado por Bush caía socavado por una dramática recesión de alcance planetario, la ilusión ha decaído estrepitosamente y los electores norteamericanos han lanzado al presidente demócrata un serio aviso al otorgar a los republicanos mayoría en la Cámara de Representantes. La frustración entre las propias bases y el rearme ideológico -ciertamente inesperado- de sus antagonistas amenaza con reducir a cenizas la obra de gobierno de Obama y con acarrearle una derrota en 2012.
Espectacular victoria
El fenómeno no es nuevo ya que, curiosamente, coincide casi milimétricamente con el que protagonizó el también presidente demócrata Bill Clinton a mitad de su primer mandato. En efecto, en 1994, los republicanos lograron una espectacular victoria en las dos cámaras del Congreso; una nueva revolución conservadora, encabezada por el nuevo speaker de la Cámara de Representantes, Newt Gingrich al frente de su 'Contrato por América', barrió a los demócratas.
Sin embargo, los republicanos sobreactuaron, estrangularon presupuestariamente a la administración Clinton hasta el extremo de obligar a cerrar algunas oficinas federales? y Clinton repitió victoria en las presidenciales de 1996. La receta aplicada incluyó dos vectores: firmeza ante los conservadores y giro al centro.
La derrota que ahora ha cosechado Obama es, como siempre sucede, fruto de errores propios y de aciertos ajenos. Los republicanos, que hace dos años se creyeron a sí mismos desarbolados por un largo período de tiempo, lograron con el 'Tea Party', jaleado por la FOX, recuperar la ilusión y el ímpetu, generando una fuerte movilización, rápidamente convertida por los extremistas en cruzada a favor de la recuperación de las esencias patrias, del individualismo y en contra de todo intervencionismo estatal.
Rechazo al intelectualismo
Asimismo, los republicanos han aprovechado el proverbial rechazo social al intelectualismo, al instinto demasiado elitista y selecto de muchos miembros encumbrados de la administración Obama, empezando por el propio presidente.
Los demócratas, por su parte, han querido abarcar demasiado en poco tiempo: nada menos que consumar la reforma sanitaria, cortar las alas a Wall Street y abrir un gran ciclo progresista? en momentos de grave dificultad económica. Porque ha sido la crisis la causante de la gran desafección: el 86% de los electores ha declarado al acudir a las urnas que su preocupación principal es la economía, y el 38% ha culpado de ello al propio Obama, quien en efecto no ha sido capaz de corregir los malos datos: paro cercano al 10%, crecimiento inferior al 2%, déficit público superior al 9%… Tampoco ha sido capaz Obama de implementar una política clara: ha habido, sigue habiendo aún, contradicciones entre ciertas políticas expansivas y otras encaminadas a lograr una pronta estabilización.
Vacilaciones de Zapatero
En este sentido, las vacilaciones de Zapatero permiten establecer una analogía: nuestro presidente (como muchos otros en la UE) dudó entre Keynes o Friedman hasta que la UE optó irremisiblemente por la ortodoxia y la consolidación fiscal. Pero esto ocurrió cuando ya habíamos acumulado un relevante déficit público y un elevadísimo desempleo. La analogía puede extenderse finalmente a un elemento de ls crisis respectivas: tanto Norteamérica como España e han visto afectadas por el estallido de una gran burbuja inmobiliaria.
Obama ha perdido, en fin, apoyos en los principales sectores que lo apoyaron hace dos años: negros, hispanos -frustrados por la falta de una ley migratoria-, mujeres, jóvenes e independientes. En nuestro país, el cuerpo electoral está menos segmentado y el desgaste de Zapatero es más genérico, si bien es patente que se ha producido un paso general hacia la abstención de los sectores más politizados de su clientela.
Es inquietante observar, en fin, cuán rápidamente el electorado USA ha olvidado que fue el absentismo de Bush el que hizo posible la crisis de las hipotecas-basura y la quiebra del sistema financiero, causantes de la gran recesión. Pero a nada conduce lamentar la realidad, a menos que se afronte con imaginación y pragmatismo: Obama tiene todavía mucho que decir frente al iluminismo pueril y pusilánime de sus principales adversarios de hoy día.
El futuro de Zapatero parece más negro, si bien todo indica que el PSOE podría remontar parcialmente en vuelo con otro candidato. En cualquier caso, tanto en un caso como en otro la evolución de la coyuntura tendrá un efecto decisivo sobre la popularidad de los gobiernos y la oportunidad de la oposición.