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Un ministro de Trabajo con carné de UGT (por Miguel Massanet Bosch)

Publicada el noviembre 3, 2010 por admin6567
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No se puede decir que el nuevo ministro de Trabajo haya comenzado su singladura política con demasiado acierto. Primero ofreció que se renovarían los préstamos de 436 euros a los parados si subvención, declaración que fue inmediatamente condicionada por la señora vicepresidenta, doña Elena Salgado, que puntualizó que sólo se podría llevar a cabo si  hubiera dinero para ello. Es evidente que, el pasado y presente, pues continúa perteneciendo a la UGT, del señor Valeriano Gómez, está mediatizando las primeras actuaciones de su mandato y esto ha quedado demostrado con otra de sus declaraciones que, en este caso, han sido para reclamar “más apoyo institucional a los sindicatos”. ¡Mal vamos por esta camino, señor ministro! Es cierto que habíamos acogido la llegada de este nuevo miembro del Ejecutivo del señor Zapatero con la esperanza de que, al menos, en este caso, a diferencia de su antecesor, el señor Corbacho; la preparación del recién nombrado ministro de Trabajo es, sin duda, sólida desde el punto de vista académico, ya que tiene la licenciatura en Ciencias Económicas y Empresariales y está especializado en Economía de Trabajo por la Universidad Complutense de Madrid. No obstante, como les suele ocurrir a estos señores de la izquierda, estos que, precisamente, tuvieron ocasión de estudiar y sacarse una carrera bajo lo que se viene considerando como “la oprobiosa dictadura del general Franco”; suelen tener determinados tics, adolecen de ciertas taras sociológicas inducidas, fruto de los rencores heredados de los que perdieron la Guerra Civil. Un problema que, en ocasiones, les impide seguir el camino de lo conveniente y razonable, para inclinarse hacia la demagogia, como medio de favorecer sus intereses políticos.

Lo que ocurre es que, la cantera socialista de la que viene disponiendo nuestro presidente, el señor Rodríguez Zapatero, es limitada (a la vista está, cuando señoras como Bibiana Aído, Magdalena Álvarez o la misma Leire Pajín están ocupando cargos de gran responsabilidad, en la política española, cuando su bagaje intelectual, su capacidad y preparación para ejercerlos no alcanza los mínimos requeridos para ejercerlos) y, por ello, se ha visto obligado a echar mano de lo mejor que tenía que, en el caso que nos ocupa, ha sido don  Valeriano Gómez. Lo que ocurre es que, cuando uno se ve precisado a elegir entre una muestra raquítica, ocurre que, lo mejor, tiene siempre un aditivo que lo desmerece, o sea, que puede neutralizar parte del valor intrínseco del sujeto escogido, condicionando el rendimiento esperado de él. En el caso del señor Gómez resulta que, en el pack, venía incluido un carné del sindicato la UGT y un antecedente: su participación en la última huelga general contra las medidas laborales del Gobierno. Puede que lo de estar afiliado a la UGT en cualquier otro ministerio no tuviera demasiada importancia pero, en el ministerio de Trabajo, en un puesto donde su cargo implica el de ser un árbitro en la relaciones entre los agentes sociales, puede que represente un handicap en cuanto a la confianza que va a merecer a la representación empresarial que pueden ver en él a una mezcla peligrosa de juez y parte.

Por otra parte, no deja de ser una contradicción que un señor que, hace apenas unos días, se manifestaba en contra de las medidas que, en materia laboral, había tomado el Gobierno (por supuesto que a contrapelo y forzado por las imposiciones recibidas desde Europa y los EE.UU.),  se deba transformar en quien tiene la misión de intentar ponerlas en práctica y, todo ello, a espaldas del sindicato  en el que viene militando desde hace años; y al que, si no se nos desmiente, sigue perteneciendo. Y no parece que el hecho sea cuestión trivial que no condicione las decisiones del señor ministro, si es que debemos atenernos al papel que han venido desempeñando los dos sindicatos mayoritarios, UGT y CC.OO, desde que España empezó a sentir los efectos de la crisis económica. Porque, si valoramos las actuaciones que, desde el inicio de la misma hasta estos momentos, han llevado a cabo; deberemos reconocer que, aparte de preocuparse de limpiar las cajas del Estado con sus repetidas peticiones de ayudas económicas y poner trabas a cualquier intento serio de emprender una reforma del mercado laboral, que permitiera a las empresas mayor flexibilidad en los contratos de trabajo y en la movilidad de sus plantillas, incluyendo desplazamientos tácticos (que han obligado a ZP a tenerse que limitar a hacer una operación de maquillaje en cuanto a la reforma laboral,  para podérsela presentar a quienes nos están ayudando para que salgamos de la situación de quiebra soberana ¬–a la que estábamos abocados a principias del pasado mes de mayo –) poco de bueno han hecho y, muy especialmente, si queremos valorar su completa pasividad ante el grave hecho de que en España haya más de 4’5 millones de parados y que varios cientos de miles de empresas, entre ellas muchos autónomos y pequeños empresarios, hayan bajado sus persianas por no tener medio de sostener sus actividades ante la falta de créditos de los bancos y la descoordinación de los pocos que ha venido otorgando el Estado a través del ICO. ¡Claro que exceptuamos a los bancos!

Ante un panorama semejante, cuando los Sindicatos han acabado de convocar una huelga general, evidentemente descafeinada y pactada con el Gobierno, cuando han sido incapaces de aceptar que no son momentos de reivindicaciones desorbitadas y de exigencias absurdas en sus negociaciones con los empresarios sino, como han hecho los sindicatos alemanes y de la mayoría de naciones afectadas por la recesión, que han apoyado  a los empresarios en las medidas de ajuste precisas, se han apretado los cinturones y han postergado, no renunciado a, sus reivindicaciones, justas o injustas, para un momento en que las empresas vuelvan a tener beneficios; empeño que, en definitiva, es lo que más puede favorecer a la clase obrera; porque de lo que se trata es que aumente la demanda y de ello se derive una aumento de la producción que, al fin y al cabo, es lo que, de verdad, crea riqueza y empleo y no, como ha sido la política de ZP, apelar al sistema de subvencionar a los parados, endeudando al país para poder ir seguir subvencionando el desempleo a base de más endeudamiento y déficit público, una práctica que no lleva a otro resultado que a ir fabricando una gran bola de nieve que, cada vez, se va haciendo mayor a medida que se despeña hacia el precipicio de la debacle económica de la nación.

Por lo visto, el nuevo titular de Trabajo, a pesar de su preparación académica, piensa que, el mal que nos han hecho los Sindicatos, no ha sido suficiente y que, tanto Méndez como F.Toxo, serán los que con sus ideas igualitarias y sus “conocimientos” de economía, nos van a sacar de la crisis. Seguramente, por pensar así, será por lo que ha pedido que se deben potenciar más los Sindicatos para los que pide “mayor apoyo institucional” ¿Qué es lo que, en realidad, pretende usted, señor Ministro? ¿Acaso pretende decirnos que, si tenemos tanto desempleo, es debido a que los Sindicatos no están suficientemente subvencionados? ¿No sería mejor que les pidiera que echaran fuera a sus dirigentes a toda esta multitud ingente que, la endogamia de clase, ha convertido en meros desocupados con el nombre de “liberados” y que sólo aparezcan, con sus banderas, en los mítines, para hacer bulto? Le voy a dar una idea, señor ministro, suprima la ayuda a los sindicatos y destínela a pagar los 436 euros a aquellos que no reciben más ayuda del desempleo, o para evitar que los jubilados se queden sin su aumento anual, ¡le aseguro que será una medida unánimemente aplaudida por la ciudadanía española! Lo que sucede, señor ministro, es que, como decía La Rochefoucauld: “No basta con tener grandes cualidades, hay que saber usarlas”.

Miguel Massanet Bosch

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Juan Andrés Buedo: Soy pensionista de jubilación. Durante mi vida laboral fui funcionario, profesor, investigador social y publicista.
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