(Publicado en Mercados de El Mundo, aquí)
LUCES LARGAS
Mientras comienza en España la discusión sobre si, ante la ausencia de estímulos públicos adicionales, hay recaída económica o sólo una etapa de crecimiento lánguido, el deterioro de los servicios del Estado de Bienestar prosigue, crece el número de desempleados que superan un año en paro (dos millones) y aumentan las desigualdades sociales a la par que el número de personas por debajo del umbral de la pobreza.
En palabras del presidente Zapatero, vivimos horas difíciles. Más de la mitad de la población española está viendo cómo su nivel efectivo de vida y sus expectativas de mejora se deterioran a pasos agigantados, sin que conozcamos propuestas para resolverlo por parte del Gobierno ni de la oposición. Más allá de recortes presupuestarios, la indeterminada reforma laboral y vaporosos eslóganes con pretensiones electorales que sólo duran un telediario, en medio del habitual mar de insultos y descalificaciones mutuas.
Digámoslo claro: nuestra respuesta como país a la crisis ha carecido de pedagogía pero, sobre todo, no ha estado a la altura de los desafíos con que nos enfrentamos. Tenemos que hacer mucho más y de forma muy distinta si queremos adelantar una recuperación vigorosa y, además, que sea germen de un modelo de crecimiento inteligente, es decir, sostenible. Y, la verdad, todo aquello que se me ocurre como imprescindible desde el ámbito público para mejorar el tono vital del país, recuperar iniciativa emprendedora y no dilapidar el dinamismo social que ha acompañado a los éxitos cosechados en los últimos 30 años se encuentra bloqueado, entre una lógica electoral partidista que prima la confrontación sistemática y un marco constitucional diseñado, bien por las mayorías parlamentarias exigidas, bien por los necesarios acuerdos con las CCAA.
Sin ánimo de ser exhaustivo, España se encuentra bloqueada en los siguientes asuntos importantes:
1. Reformulación conjunta de nuestras finanzas públicas. La característica definitoria de las políticas de bienestar (sanidad, educación, pensiones, dependencia) es que su gasto crece a un ritmo superior al de sus ingresos. Ello exige debatir sobre estrategias permanentes de mejora en su eficiencia, reforzamiento periódico de sus ingresos y sistemas flexibles de participación de los beneficiarios en su financiación directa.
También conviene reflexionar en torno a las infraestructuras. ¿Podemos permitirnos tantas líneas de AVE, tantos aeropuertos, tantos grandes puertos y tantas autovías cuando andamos mal en otros asuntos básicos? Sin olvidar la necesidad de diversificar las fuentes de financiación de las pensiones, estableciendo una nueva vinculada a la riqueza del país que permita rebajar sustancialmente las cotizaciones sociales.
Por último, pensemos si podemos seguir financiándolo todo mientras rebajamos los impuestos, como el IRPF, que hoy recauda, en términos de PIB, un 24% menos que en 1992, sin que haya mejorado la entropía de las administraciones.
2. Creación de un Sistema Nacional de Innovación. Si hay dos cosas en las que todo el mundo está de acuerdo en esta materia son las muchas carencias que tiene nuestro modelo de innovación -o, mejor, la ausencia de un modelo- y su importancia vital para mejorar la productividad y competitividad de una economía. Desde universidades que investigan bien pero que no lo trasladan suficientemente a innovación empresarial, hasta empresas que quieren innovar y no saben cómo, pasando por la proliferación de Parques Tecnológicos, OTRIS, Fundaciones, viveros de empresas, etcétera, impulsadas por el Gobierno central, las autonomías e incluso ayuntamientos que, a pesar de su número, no alcanzan la masa crítica suficiente como para ser decisivos en producir innovación tecnológica y comercial de manera continuada y suficiente.
Tenemos buenos investigadores y empresas necesitadas, tenemos muchos casos de éxito, pero sigue faltando la argamasa que alinee todo eso en una misma red, estimulando la adecuada financiación.
3. Fomento del espíritu emprendedor. No hay programa electoral o de gobierno de los últimos 20 años que no incluya el fomento del espíritu emprendedor entre sus objetivos principales. Y sin embargo, aquí seguimos. Con algunas cosas hechas, otras mejoradas, pero con un país donde los jóvenes prefieren trabajar para el Estado o por cuenta ajena, la mayoría de empresarios aspiran a algo parecido a un estanco, los parados no cambian de provincia de residencia para encontrar empleo, los autónomos son casi una variable derivada de las políticas de externalización de servicios de las empresas, la movilidad social se ha frenado como consecuencia del fracaso escolar y del subempleo de los licenciados y en el que crear una empresa sigue siendo una odisea administrativa y financiera, a pesar del esfuerzo que hacen las Cámaras de Comercio con sus ventanillas únicas.
4. Economía baja en carbono. Tendremos todavía necesidad de carbono durante muchos años. Pero no darse cuenta de que nuestra dependencia del mismo como fuente energética está en claro retroceso es no entender el mundo en que vivimos. Articular una estrategia de sustitución ordenada del carbono, con el objetivo de cumplir los compromisos internacionales de lucha contra el cambio climático, es mucho más que poner primas desproporcionadas a algunas energías renovables. Afecta al conjunto del sistema de producir, distribuir, consumir y vivir, es decir, a nuestro modo de vida actual (viviendas, materiales, ciudad sostenible, coche eléctrico, telecomunicaciones, etcétera).
Podríamos, además, hablar de otros asuntos decisivos para reforzar el dinamismo del país, como la forma de luchar contra la nueva pobreza, la necesidad de perfeccionar el Estado Autonómico en tránsito hacia un Estado Federal, la reforma de la Justicia para evitar las inaceptables demoras actuales, los problemas de morosidad de las administraciones públicas, la nueva colaboración entre sector público y privado, etcétera.
En todos estamos bloqueados, porque no se pueden hacer en serio sin un gran pacto político entre, al menos, los dos grandes partidos. Pacto que, además, ayudaría a reforzar la confianza de los mercados financieros en nuestro país, rebajando, de manera inmediata y sustancial, nuestra prima de riesgo, con los beneficios que ello comportaría para todos.
Si la España oficial está bloqueada entre la realidad y sus inmensas posibilidades, ¿quién la desbloqueará? El desbloqueador que la desbloquee, si sabe leer las encuestas, además, ganará las elecciones. Seguro.