España necesita colocar cada días, hasta el 2011, mil millones de euros en Deuda Pública. Ya puede, nuestro señor Rodríguez Zapatero, mostrarse convencido de que en el cuarto trimestre se comenzará a notar mejoría, ¿cuántas han sido las veces que nos ha repetido la misma cantinela sin que, en ningún caso, se hayan materializado sus pronósticos? Ya se pueden esmerar sus ministros en procurar que nos traguemos sus placebos y ya pueden esmerarse en desviar la atención de la ciudadanía hacia otros escenarios menos dramáticos; que la realidad sigue siendo tozuda y, miren por donde, se empeña en desmentir los buenos augurios y en hacernos regresar a lo cotidiano, a aquello que nos preocupa cada día y que vemos que no se soluciona, mientras vemos transcurrir los días sin que encontremos algún gesto, alguna medida o actuación de los que nos gobiernan, que nos pueda hacer suponer que se va por el buen camino para sacarnos de la amenazante situación en la que nos hallamos. Y no es sólo el hecho de que nuestro endeudamiento vaya en aumento o que, el desempleo, –lejos de los falsos optimismos que intentaron propagar cuando, los datos de la EPA del tercer trimestre, aparentaron una disminución de los parados de 70.000 efectivos, sin que se advirtiera que estaban camuflados por los efectos de la estacionalidad, por los aumentos de demanda de trabajo temporal, propios del verano; algo que sucede en cada año debido al aumento de actividad turística –, en septiembre, (descontando de la estacionalidad), el número de parados hubiera subido en 61.000 personas, tendencia que se repitió en el pasado mes de octubre, cuando el paro se ha crecido en más de 68.000personas; sino que los recientes cambios realizados en el Gobierno, no parece que tengan otro fin que el de intentar tapar los errores pasados, sin que se haya modificado un ápice la política económica ni social, tal y como se nos viene pidiendo desde la UE.
Es evidente que, mientras no se consiga crear trabajo y, para ello, no se actúe para reactivar nuestra industria de modo que pueda acceder a créditos razonables, de modo que se pueda reestructurar y organizarse, tanto en cuanto a modernización de sus elementos productivos, como en la flexibilización de sus plantillas y la mejora de su productividad, en función de la defensa de su cuota de mercado; mucho nos tememos que, la sangría en el empleo continuará aumentando y que, en consecuencia, la necesidad del Estado de continuar endeudándose por medio de la deuda pública, para poder seguir atendiendo su desorbitado gasto público (que, si no estamos mal informados, ya alcanza el 52% del PIB), da la sensación de que nuestra necesidad de seguir endeudándonos se va a prolongar por mucho tiempo. Parece que se confía en el aumento de recaudación, proveniente de las medidas previstas de aumento de impuestos, especialmente del IVA ( cuya recaudación ha aumentado debido al efecto del anuncio de que las desgravaciones por compra de vivienda van a desaparecer a partir del 1 de enero del 2011), pero es muy posible que ocurra con él como ha sucedido con la venta de automóviles que, a partir del cese de la ayuda del Gobierno ( ayuda que algunos concesionarios todavía no han podido cobrar) ha caído en picado hasta el punto de que ya empieza a cundir el pánico en el sector.
Basta mirar hacia Europa y seguir, aunque sea desde la distancia, lo que se parece que se está cociendo en el Consejo Europeo en el que, recientemente, se ha llegado al acuerdo de modificar los tratados fundacionales con dos objetivos: endurecer las sanciones a los países que incumplan el Plan de Estabilidad y Crecimiento ( déficit máximo del 3% y deuda pública que no supere el 60%, del PIB) y la creación de un organismo de “estabilización financiera” con el que se pretende hacer frente a los problemas de deuda soberana Sin embargo, aunque el acuerdo pretende mantener un fondo de rescate permanente, para el caso de que los 750.000 millones de euros no alcanzasen para cubrir las necesidades de sostener a flote a las PIIGS, aún después del año 2012; Alemania a logrado introducir en la agenda comunitaria un tema clave que lo denomina, “quiebra ordenada de países” para el caso de que alguno de los países no pueda cumplir sus compromisos financieros. El proceso consiste en que la ayuda a cargo del fondo de rescate quedará limitada, según la propuesta alemana, mediante una restauración de la deuda pública de modo que los acreedores, los bancos, deberán asumir parte de las pérdidas en el caso de que se repita una nueva crisis de la deuda pública como la del mayo pasado. O sea, si un país de la zona euro se vuelve a sumergir en una crisis de deuda y no pueda adaptarse al ritmo de la Unión Monetaria establecido por las grandes potencias, deberá hacer frente a lo que se define como una “quiebra ordenada”, donde se le aplicarán nuevos calendarios de pago y, aquí está la principal novedad, se podrán producir “quitas” (descuentos) en el valor nominal de los bonos que posean los acreedores (básicamente los bancos). Hasta ahora los que han salido perjudicados por los impagos habían sido los contribuyentes, pero ahora también los propios tenedores de los bonos deberán aceptar contribuir con la depreciación de sus inversiones a solucionar el problema.
Evidentemente, estas normas supondrán una mayor cautela en los inversores privados en cuanto a arriesgarse en la adquisición de determinados valores públicos. Por otra parte, ya se viene observando un cambio de posicionamiento en BCE influido, seguramente, por el presidente del Bundersbank, señor Axel Weber, que se ha venido mostrando muy reticente ante el acuerdo del BCE de comprar directamente deuda pública a España, Portugal, Irlanda y Grecia. El señor Weber habla de que “el riesgo de abandonar demasiado tarde” estas medidas de apoyo extraordinarias, entraña mayor peligro que el abandonarlas “demasiado pronto”. Tengamos en cuenta que, el señor Weber, tiene grandes posibilidades de ser el sucesor de Trichet en la presidencia del BCE. Tampoco debemos dejar de contemplar la gran influencia que la locomotora alemana tiene en la zona europea y el hecho de que haya sido una de las naciones que más ha tenido que aportar, para crear este famoso fondo de rescate de los 750.000 millones de euros lo que, sin duda, el pueblo alemán no ha visto con buenos ojos y es obvio que no aceptan de buen grado que países, como España, que no han sabido hacer los deberes ante la crisis, deban ser rescatados a costa de los otros países que se han sacrificado para enfrentarse a la recesión. Si nos aplicamos a analizar los efectos de un cambio de política del BCE, como parece que pudiera suceder en un breve plazo, aunque sólo se empezara por un recorte de sus compras de nuestra deuda pública; mucho nos tememos que, colocar estos miles de millones de deuda que precisamos fuera de nuestro país, pudiera resultar mas complicado de lo previsto, a no ser que, el interés que se estuviera dispuesto a pagar se elevara sustancialmente; lo que, como es notorio, no implica más que el tener que endeudarse aún más para poder atender los respectivos vencimientos de bonos y letras del tesoro y, en su caso, las inevitables renegociaciones para prorrogar, con nuevas emisiones, lo que, como es evidente, derivaría en la necesidad de asumir intereses superiores. La señora Salgado debiera preocuparse si, como parece que lleva trazas de ocurrir, el Gobierno no recorta dramáticamente su gasto público y contiene, algo imposible por ahora, la gran sangría que lleva consigo el desempleo. Mucho nos tememos que la “gran solución” será seguir aumentando los impuestos; disminuyendo salarios a funcionarios (para el 2011 se habla de un 8%) y recortando las pensiones de los jubilados. ¡Y a eso le llama ZP una política social! Y es que, señores, como dice la Biblia. “Un abismo llama a otro abismo”.
Miguel Massanet Bosch