Aparte de querer rectificar al periodista señor Quim Monzó, que no ha podido disimular su ojeriza a hacia el PP y, para ello ha criticado a la señora Alicia Sánchez Camacho porque, en un mitin, dijo que el PP “puede ser la llave y la bisagra de la futura gobernabilidad” de Catalunya; a lo que dicho señor ha argumentado: que no se puede ser ambas cosas a la vez porque: “A ver si nos aclaramos: o llave o bisagra”. Yo no sé donde este señor ha estudiado lógica ni si, en realidad, la ha estudiado alguna vez, pero el sofisma que ha largado es de los que hacen época. Veamos, señor Monzó, ¿que dificultad encuentra usted en que, metafóricamente, se pueda ser llave de la gobernabilidad y, por añadidura, también se pueda ser bisagra? El cuerpo humano tiene brazos y piernas; el libro tiene tapas y hojas y ello no entraña ninguna contradicción y, es más, son partes complementarias y perfectamente compatibles. Le aclaro, se puede ser llave de la gobernabilidad para impedir que un partido político pueda tomar determinadas decisiones por su cuenta y, a la vez, se puede ser bisagra para, en ciertas ocasiones, hacerle tomar una dirección determinada distinta de la que tenía previsto tomar. La señora Camacho no pretendió afirmar, ni lo hizo, que llave y bisagra fueran la misma cosa, sino que podían ser una y otra. Lo que nunca hubiera podido admitirse es que algo fuera blanco y negro a la vez o erróneo y cierto; por ir contra toda lógica y posibilidad física. En todo caso, ¡se le han visto las orejas, señor Monzó!
Y es que, estas elecciones catalanas que tenemos en puertas pueden, si nos atenemos a lo que nos están demostrando algunos políticos de determinados partidos, trasmutar el concepto de faire play. Lo que se pudiera interpretar como la forma correcta, la razón de ser de toda confrontación entre personas civilizadas y lo que la misma sociedad demanda de los líderes políticos; en cuanto a que, los comicios para elegir a los representantes del pueblo, deben venir precedidos de una exposición clara de las distintas propuestas políticas y que, para ello, es preciso que cada candidato a ocupar un puesto público deba argumentar sus opiniones, utilizando medios dialécticos y razones fundadas, respetando al adversario y sosteniendo una determinada postura, una opinión o una crítica al adversario, conservando las formas, huyendo del insulto y, en todos los casos, evitando las imputaciones gratuitas y descalificaciones interesadas, que carezcan de fundamento, y que tengan, por único objetivo, el pintar un retrato distorsionado del opositor que pueda atentar contra su honra, su credibilidad personal o su capacidad y preparación personal; en lo que se pudiera entender como juego sucio e intento de salirse de la ética para conseguir una ventaja política de ello.
Basta echar una ojeada a las campañas de los partidos, para encontrar que, en la mayoría de ellas, hay un denominador común: el ataque directo, la descalificación absoluta, el ensañamiento sectario y, el despiadado y doloso empleo de todas las triquiñuelas, trampas, embustes, calumnias, injurias y demás malas artes, con las que se pretende convencer a la ciudadanía del peligro de cederle el gobierno a los adversarios políticos.
Por supuesto, si lo que pretenden conseguir, con esta táctica electoral, son más votantes; mucho nos tememos que están siguiendo una deriva equivocada. Por supuesto que, en un mitin (cada vez asiste menos público a ellos), entre los que ya están convencidos de a quien van a votar y a los que les entusiasma que se agreda verbalmente al adversario y que se le insulte y ningunee, estos líderes gritones, estos especialistas en soliviantar a la parroquia, estos que limitan sus argumentos a cargar las tintas en lo malos que son todos los demás y lo buenos que son ellos; esta política pueda darles rendimientos. Sin embargo, cada día más, hay una gran parte de la ciudadanía que ya está de vuelta de promesas que se sabe que no se van a cumplir, de “regalos” que se sabe que no van a llegar y de utopías sociales que se tiene el convencimiento que no son más que brindis al sol de señores que han demostrado, durante el tiempo que han estado al frente del gobierno y de las instituciones, que no han sido capaces de llevar a cabo aquello que prometieron; que se han equivocado en la forma de enfocar la crisis; que han dejado que España sea la nación con mayor porcentaje de parados ( el doble que el del resto de Europa) y, lo que resulta todavía más impactante y descorazonados: que nos han venido engañando durante años diciendo que no había crisis, que ya se había acabado, que el desempleo estaba superado y que todo, gracias al gobierno de los socialistas, estaba discurriendo dentro de los cauces de la normalidad.
Suena a broma que quienes se mostraron los más agresivos opositores a la enseñanza del castellano en Catalunya; los que se han opuesto a los derechos de los padres a elegir la enseñanza en castellano; los que han obligando a los comercios a poner sus rótulos en catalán y han sancionado a los que no lo hicieron; amén de obligar a las empresas a tener que rotular en catalán, una lengua minoritaria; ahora, cuando las elecciones están llegando, han cambiado el discurso ( si, señor Montilla) y han recobrado el castellano, cuando llevaban años sin hablarlo en público y, con toda la cara del mundo, se ofrecen a retirar las sanciones por rotular en el idioma español. Indigna que un mitinero, nervioso, despendolado y, evidentemente, desesperado señor Zapatero, se vea obligado a calumniar, llamar xenófobos y anticatalanistas a los del PP; intentando convencer al electorado de que, los culpables de que Catalunya no sea independiente, se debe a los populares. ¡El jefe del Estado español, señores, apoyando al separatismo, que no catalanismo! Vamos a ver señor ZP, usted viene confundiendo catalanismo con separatismo o autogobierno, Debiera caérsele la cara de vergüenza, cuando ha sido usted, precisamente, el que, traicionando a España, les ha dado alas a los separatistas, a los de ERC y a los de CIU, por medio de un Estatuto que, lo único que ha hecho, ha sido poner a Catalunya en la antesala de la independencia. Llama usted xenófobos a quienes piden que se reclame que se reglamente el tema de la inmigración, cuando fue un ministro suyo, el señor Caldera, quien cometió el error de regularizar a todos los inmigrante ilegales que había en España, unos buenos y trabajadores pero otros que eran simples delincuentes que, a la vista está, se han dedicado a asaltar, asesinar, atracar y poner en cuestión la eficacia de nuestro sistema policial y penal.
Usted, señor ZP, intenta negar una realidad que, en Catalunya, la conoce cualquier ciudadano. La inmigración no puede ser café para todos y hay que ponerle coto, especialmente cuando el desempleo, en España, está por encima de los 4’5 millones de parados. Existe, en Catalunya, junto a una gran masa de inmigrantes que se han integrado y trabajan, otra parte de ellos que sigue siendo la causante de problemas de convivencia, que se han dedicado a constituir sus propios grupos de presión; que aparecen como infiltrados de determinados países, que tienen puestos sus ojos en España; que han entrenado a terrorista para enviarlos a Afganistán a matar a nuestros soldados; que han creado bandas de atracadores; que han incrementado los hurtos y que, quiéranlo admitir o no, se han constituido en un grave problema para el resto de los ciudadanos. No nos venga usted ahora a tacharnos de xenófobos, porque se pida que se los vigile, que se les mande a su país si no tienen trabajo en España y que se tomen las medidas efectivas y convenientes para cortar este constante goteo de ilegales que, al poco tiempo, por la permisividad de este Gobierno, se convierten en ciudadanos españoles. No, señores, no estamos de acuerdo con las salidas de tono de Puigcerós, Más o ZP, esto no es hacer política esto es, simplemente, ¡revolcarse en el estercolero!
Miguel Massanet Bosch