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La recesión ya no es mundial (por Jordi Sevilla)

Publicada el noviembre 21, 2010 por admin6567
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(Publicado en Mercados de El Mundo-Reggio´s, aquí)

LUCES LARGAS

España es el país que presenta peores resultados macroeconómicos de entre los miembros del G-20. Frente a nuestro estancamiento, EEUU está creciendo al 3%, Alemania al 4%, Francia a casi el 2% y Reino Unido a cerca del 3%, por no hablar de cifras claramente superiores en China, Brasil, India, etcétera. Si la crisis fue internacional y sus efectos no golpearon por igual a todas las economías, la actual recuperación a distintas velocidades ensancha las brechas entre países.

Ya no podemos seguir escondiendo tras la recesión mundial lo que el presidente del Gobierno, en el debate parlamentario de esta semana sobre el empleo, ha llamado «debilidades estructurales de nuestra economía». A partir de ahora nos hemos quedado más solos, con unos problemas económicos nacionales que nos conducen a una recuperación «lenta e incierta». Esos problemas propios exigen, también en palabras del presidente, «medidas urgentes destinadas a corregirlos» si queremos eludir una recaída.

Pues bien, si este diagnóstico es compartido, el debate parlamentario del jueves, más las decisiones anunciadas por parte del Consejo de Ministros, muestran que seguimos lejos de encontrar soluciones eficaces para superarlos, reforzando nuestro crecimiento y la creación de empleo. De nuevo, nos situamos, como al anunciarse las 179 medidas anticrisis, el Pacto de Zurbano, la Ley de Economía Sostenible o la reforma del mercado laboral, ante una brecha insalvable entre lo dicho y lo hecho, las necesidades y la realidad, lo anunciado y lo aprobado, los problemas y las soluciones, el discurso político y la letra del BOE.

Pocos dudan a estas alturas de que hemos vivido una profunda crisis internacional del liberalismo de mercado que lejos de traducir la desregulación financiera en equilibrio, como postulaban sus defensores, lo ha hecho en burbuja especulativa por sobreendeudamiento y camuflaje de los riesgos asociados, en forma de derivados. Aquellos países que han padecido, con mayor intensidad, las consecuencias de la explosión de la burbuja son quienes fundaron su crecimiento anterior en base al crédito ajeno y quienes más lo destinaron a financiar activos especulativos. España ha sido un triste ejemplo de esto: por primera vez en nuestra historia el conjunto de la deuda privada, familias más empresas, duplica la deuda pública, incluso tras absorber el Estado parte de los efectos de la crisis. Y, en segundo lugar, el predominio de la inversión crediticia en ladrillo y cemento ha redondeado una situación de las llamadas de tormenta perfecta.

Pero superada la caída libre que hemos padecido en forma de incremento brusco del paro y reducción pronunciada de la riqueza colectiva, no regresaremos, de forma espontánea, al punto de partida de una senda de crecimiento estable. Nuestra economía privada sigue tan o más endeudada que la pública y el inmovilizado en construcción limita, drásticamente, el crédito disponible para financiar otras inversiones creadoras de empleo. Y, desde luego, con las perspectivas de estancamiento del empleo, salarios privados reduciéndose como han puesto de manifiesto los últimos datos de Contabilidad Nacional y sequía crediticia para inversiones, las perspectivas de mejora, en ausencia de acciones específicas, sólo pueden estar depositadas, con restricciones, en las exportaciones y el turismo. Es decir, en que tiren de nosotros los demás.

Y aquí es cuando entra en acción nuestra crisis diferencial, que requiere un tratamiento específico que seguimos sin dar con la intensidad y en la dirección adecuada. Tenemos que actuar en, al menos, cuatro direcciones: reajuste selectivo del gasto público de todas las administraciones que haga posible reducir el déficit junto a mantener estímulos públicos que contrapesen la atonía privada durante el proceso de desendeudamiento; reactivar el circuito del crédito bancario de forma algo más eficaz que la actual conversión del ICO en un anuncio de banco público por internet; reducción de los costes laborales no salariales que permita recuperar competitividad y cambio de modelo productivo impulsando los nuevos vectores, que no sectores, en que tiene que incardinarse un crecimiento sostenible.

De acuerdo con el diagnóstico efectuado, se requieren acciones extraordinarias para hacer frente a un momento extraordinario como es la mayor recesión de las últimas décadas. Todo lo contrario del nuevo catálogo de medidas burocráticas anunciado por el Gobierno que, en su mayor parte, como ocurrió con las medidas anteriores, se hubieran aprobado igual, aunque no hubiera existido la crisis. Incluyendo los cambios en las políticas activas de empleo, sobre las que ya existía una amplia literatura propositiva, hace 15 años, cuando se produjo la transferencia a las comunidades autónomas.

Lo que convierte nuestra situación en bloqueo nacional es que si la reflexión del presidente sobre que la «responsabilidad de contribuir a reactivar la economía (…) ni es ni debería ser sólo del Gobierno» no puede interpretarse ya como una llamada seria al consenso político, la alternativa que presenta el primer partido de la oposición no es tampoco una solución.

Convocar ahora elecciones anticipadas, a celebrar en enero o en mayo, junto a las municipales, abriría un período de parálisis e incertidumbre superior al que existe ahora. Pero además, pueden ocurrir dos cosas: que vuelva a ganar el PSOE, evidenciando que hemos perdido un tiempo precioso en la lucha por la recuperación económica. O que se forme un nuevo Gobierno en torno a unas propuestas económicas de Rajoy que, hoy por hoy, siguen siendo un misterio y que, en todo caso, no podría llevar adelante sin el apoyo, por razones institucionales y constitucionales, de la oposición, es decir, de aquellos a los que él les está negando ahora el apoyo.

Por tanto, como diría Sherlock Holmes, cuando se ha excluido lo razonable, lo que queda es la única solución posible. En nuestro caso, que se responda ante un momento extraordinario como el que vivimos con un programa extraordinario de reformas económicas, sociales e institucionales hecho de una manera extraordinaria, es decir, mediante un gran acuerdo nacional. Sólo ello permitiría hacer frente, de manera simultánea, a los recelos de los mercados y a las necesidades nacionales de encontrar un impulso sustancial adicional a nuestra reactivación, para intentar recuperar el terreno que ya estamos perdiendo respecto a otros países.

 

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Juan Andrés Buedo: Soy pensionista de jubilación. Durante mi vida laboral fui funcionario, profesor, investigador social y publicista.
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