Hay un proverbio escocés que dice: “Por buena que sea la cuna, mejor es la buena crianza” y en otro, atribuido, a J.B. Matthews, se afirma: “Un pedante es un hombre educado más allá de las posibilidades de su inteligencia”. Y hablamos de ello recordando a aquellos emigrantes, de finales del siglo XIX y principios del XX que, impelidos por las dificultades de encontrar trabajo en sus empobrecidas regiones, carentes de una educación que les permitiera aspirar a conseguir un puesto que les hubiera permitido vivir dignamente; se lanzaban a la aventura de cruzar los mares para trasladarse a las antiguas colonias españolas, en América, donde esperaban hallar el medio de hacer fortuna. Los pocos que conseguían su objetivo, fuera trabajando duro o engañando, pagando a precios irrisorios y estafando, a los oriundos, el oro o las piedras preciosas que les ofrecían o, entrando a formar parte de la lucrativa industria de la trata de esclavos; solían regresar a España, fuera por nostalgia o para presumir de su riqueza ante aquellos que fueron testigos de su marcha, instalándose en ostentosos palacetes y comprando tierras en las que invertir el dinero, en metálico o especies, que se habían atesorado en los países de allende los mares. La gente les aplicaba el genérico de “indianos” lo que, trasladado al más moderno lenguaje, se traduciría, más o menos, con el apelativo que, después de la guerra Civil, en aquella época de hambruna marcada por el decenio1940 a 1950; se les aplicaba a los “estraperlistas” –que hicieron su agosto vulnerando la ley, creando un mercado negro de víveres y mercancías que escaseaban, mediante su importación, de contrabando y venta a precios exagerados, a aquellos ciudadanos que, urgidos por la necesidad, debían plegarse a sus fraudulentas exigencias –, a los que, por las riquezas adquiridas en el ejercicio de tal usura, eran conocidos popularmente como “nuevos ricos”.
Hoy, como diría don Hilarión, de la Verbena de la Paloma, las “ciencias adelantan que es una barbaridad” pero, a pesar de encontrarnos en otro siglo y de los avances conseguidos en muchas disciplinas, por desgracia, las taras de la humanidad siguen existiendo y los modelos o prototipos humanos siguen conservando sus antiguos defectos, lacras y vicios de los que, por supuesto, no se libran los políticos y, entre ellos, aquellos que más cerca se encuentran del poder. Por desgracia, aquellas exigencias de excelencia, de cualidades humanas, de preparación académica y de honradez, que formaba parte de las cualidades que el pueblo exigía a sus gobernantes, han dejado de ser requisitos sine qua non para convertirse en algo en desuso, si no una carga, cuando el alcanzar el poder se ha convertido en una meta para cualquiera que consiga trepar por el escalafón de la fama, que logre imponer su criterio a una masa de cretinos o que, por medio del engaño, el cultivo de las pasiones ajenas o explotando la animadversión entre los ciudadanos que tienen de unas ideas y los que sostienen otras distintas; consiguen encaramarse a las poltronas del poder para, una vez allí, convertirse en verdaderos tiranos que se agarran a sus prebendas, ejerciendo un poder despótico y olvidándose de quienes fueron los que los elevaron al puesto donde están instalados.
Por eso, cuando en pleno ecuador de la segunda legislatura del gobierno del PSOE y la popularidad, del señor Rodríguez Zapatero, ha bajado a niveles imposibles de imaginar hace sólo dos años, y cuando el abismo que han conseguido abrir entre el Ejecutivo y los ciudadanos, incluso los que los auparon al poder, se está haciendo, cada día, más ancho; todavía tenemos ocasión de observar los efectos de las nuevas prácticas de gobernar, instauradas por quienes han preferido buscar en quienes ocupan un lugar en el Ejecutivo a personas que saben que van a permanecer leales a su jefe de filas, el señor Rodríguez Zapatero; antes que intentar situar en los puestos claves de la gobernación a personas que reúnan las cualidades técnicas, personales, académicas y morales que los conviertan en verdaderos servidores de los ciudadanos y sean capaces de manejar sus ministerios con la solvencia requerida para que la maquinaria de la nación esté engrasada y que, ninguno de sus engranajes, chirríe por el desgobierno de quien debe ocuparse de él. Y, hete aquí, que así ha sido como han aparecido la versión moderna de los “nuevos ricos” de la política, aquellos que perciben sueldos astronómicos y disfrutan de toda clase de gabelas por no hacer nada, por conducir, sistemáticamente, a España a la peor situación en muchos años y por caracterizarse por su fatuidad, su falta de preparación, su temeridad y su desconocimiento absoluto de cómo debe gobernarse un país. Y, en haciendo mención de esta clase de rémoras de la nación, no podemos dejar de hacer alusión a un personaje que, por si solo, es la representación del compendio de endogamia, clientelismo, incompetencia, desfachatez y temeridad que se pueda acumular en una sola persona. Hablamos de la inefable señora Leire Pajín, de familia acomodada, lanzada por sus padres, ambos influyentes miembros del PSOE de Marbella (Alicante) y adoptada, por el señor Rodríguez Zapatero, como un miembro más de su guarda de corps, con la misión de contribuir a mantenerlo en el poder aunque, para ello, sea preciso cometer desmanes y poner en peligro, nada menos, que a una institución, tan importante y esencial para los españoles, como es el Ministerio de Sanidad.
Esta señora, en unos pocos días, ya ha sido capaz de mostrarnos como se las gasta cuando, haciendo un alarde de prepotencia y de mala educación, le contestó a una senadora del PP, que le preguntaba por los motivos de haber nombrado, para el puesto de Delegada del Gobierno para el Plan Nacional de Drogas, a la señora Nuria Espí Navas, amiga personal de la señora Pajín y con un bagaje académico reducido a sus conocimientos como auxiliar administrativa, sin ser, tan siquiera, funcionaria; con la siguiente andanada: “Sólo faltaría que la ministra no pudiera nombrar a quien le salga de los cojones”. Deberemos admitir que no se nos había ocurrido que, esta joven, con un bagaje intelectual tan limitado y una falta de preparación, para el cargo que ostenta, rayana en la incompetencia; esté dotada de unos adminículos tan andróginos, pero, si ella lo dice, deberemos pensar que debe ser cierto. En todo caso, esta señora hizo gala de una “exquisita” falta de educación y confirmó la percepción que teníamos de que, algunas de las ministras de la paridad, deberían haber frecuentado por más tiempo el colegio, para intentar remediar su nivel, evidentemente mejorable, de educación.
Sin embargo, las proezas de la señora Pajín no paran de sorprendernos y, la última, por ahora, parece ser que, el pasado jueves, cuando defendía en Santiago de Compostela el anteproyecto de Ley General de Salud Pública ( ¿qué sabrá de las necesidades de la sanidad pública esta señora que no ha hecho, en su vida, otra cosa que dedicarse a la política de partido?), enfocó el tema de “ el papel de los medios de comunicación en la promoción de la salud” dando a conocer lo que recoge el artículo 59.5 del referido proyecto de ley, en el que se recoge que “la autoridad sanitaria podrá prohibir informaciones y anuncios sobre salud que no se ajusten a criterios de veracidad o que puedan suponer un prejuicio para la salud”. ¡Vamos, señores, que ya ha llegado la censura propia de las dictaduras! Está visto que, el ejemplo de Venezuela, planea sobre la península y que los socialistas ya se han quitado la careta y se muestran tal y como son, unos verdaderos defensores de la tiranía y del absolutismo dictatorial; importándoles un bledo la libertad de información, la Constitución y los derechos de los españoles a ser informados libremente, sin censuras por parte del Gobierno. ¡Lo que nos espera!
Miguel Massanet Bosch