Santiago González, El Mundo (Publicado en UPyD, aquí)
El zapaterismo es, en esencia, el adanismo de una generación que cree haber cortado la cinta inaugural de un poder hecho mayormente para su uso y disfrute. Ésta no es una característica exclusiva de la juventud. A finales de los años 70, Pilar Franco, la hermana del dictador, decía en Interviú que en los años duros había sobrevivido porque «amigos míos montaban empresas para que yo les llevara la representación», en una concepción que desborda las previsiones más humanistas del capitalismo schumpeteriano. También hay que decir que la hermanísima tenía una hija socialista, Pilar Jaraiz Franco, que contribuyó «a reinstaurar» el PSOE en Barcelona durante el bajofranquismo, según Vázquez Montalbán.
El Gobierno ha probado las mieles del ordeno y mando y se ha arregostado en el éxito que el primer estado de alarma en democracia ha tenido sobre los «chantajistas», que es la voz que 'Pepe' Blanco comparte con los periodistas más afines como antonomasia de «controladores». El Consejo de Ministros y Ministras aprobó ayer la petición de prórroga que el Congreso autorizará mañana para garantizar la paz hasta mediados de enero. Una vez iniciada la pendiente, no se sabe hasta dónde bajaremos por ella, que escribió aproximadamente Thomas de Quincey.
Ayer trató de explicarse en Comisión el ministro de Fomento, sin aclarar ninguno de los puntos que el presidente dejó a oscuras la semana pasada: por qué no se han tomado medidas alternativas y por qué no aprobaron el decreto en otra fecha con menos rehenes (hacer el experimento con gaseosa), ni si van a ir hasta el final en la persecución de los salvajes huelguistas de los aeropuertos. Quedan incógnitas muy fundamentadas sobre la pertinencia constitucional del estado de alarma y la militarización.
Mientras, el presidente se va a una reunión del Consejo Europeo, como si estuvieran para perder votos. Votarán por él los diputados nacionalistas o el virtuoso pie de Zarrías; y, si algo fallara, le echaremos la culpa al PP por apoyar a los chantajistas.
Al llegar a este punto, hay que reconocerle a Zapatero un éxito: hasta la fecha, todos los otoños se producía una enérgica protesta del PNV por las maniobras que el Ejército solía desarrollar en suelo de la comunidad autónoma. Este año, los nacionalistas van a votar con entusiasmo un decreto de bienvenida al Ejército español. Y no para hacer maniobras en un yermo descampado alavés, sino para tomar el control en las torres de los aeropuertos vascos. Y pensar que la ministra de Defensa metió un paquete al capitán que puso una bandera española en una torre del monte Gorbea para dar gusto al PNV.
Vamos a pasar en estado de alarma el dulce embotamiento navideño: el turrón, la lotería, las cenas con amigos y las uvas. ¿Podremos hallarnos a gusto cuando se levante? ¿No sería lógico militarizar a los que no arriman el hombro? A la luz de las razones disuasorias del ministro de la Presidencia, y habida cuenta de que Méndez y Fernández nada dicen de respetar los servicios mínimos (con el precedente del Metro de Madrid), ¿no sería lógico prorrogarlo para proteger a la población de la huelga general de enero? ¿Podremos someter al estado de alarma a los mercados? Como dice mi tía la monja: «¡Hay tanto confusionismo!».