Los escandalosos privilegios de los parlamentarios españoles
J. M. CARBAJAL (Publicado en La Nueva España, aquí)
Nos toman por el pito del sereno. Los padres de la patria no están dispuestos a ceder ni un ápice en sus privilegiadas pensiones de oro. Apenas unos pocos años en las bancadas, y a reírse del resto de los españolitos de a pie. Con ellos no va, para nada, el asunto de los recortes sociales, vengan desde la izquierda más parlanchina o procedan de los conservadores de toda la vida. Insisto, viven en otro planeta -salvo excepciones, como bien podría ser Rosa Díez, la única que le echa bemoles al asunto-, ajenos a lo que pasa en la calle.
Con cerca de cinco millones de desempleados, con la revisión de pensiones para cotizar bastantes más años -y eso que el trabajo no abunda, más bien todo lo contrario-, con el incremento de la edad de jubilación, con las entidades bancarias cerrando el grifo crediticio a los autónomos y a las pequeñas y medianas empresas… A los «dioses» del arco parlamentario, tanto la Cámara alta como la baja, sin distinción de ideologías, de éste país llamado España, parece que la solidaridad no va en absoluto con ellos.
Demasiado blablablá…, durante sesiones y sesiones para acabar de quitarles la careta a los políticos profesionales ante uno de los mayores escándalos, en mi opinión, de nuestra joven democracia. No se para de hablar de promover una nueva huelga general, impulsada por los sindicados de clase -faltaría más-, debido a los importantes recortes sociales que se avecinan. Pero, con independencia de que se esté de acuerdo o no con los liberados sindicales, lo que sí habría que hacer es una recogida de firmas para echar abajo los insultantes privilegios en materia de pensiones de los representantes políticos.
Ni Izquierda Unida eleva su voz para protestar sobre esa presunta tropelía, o al menos alinearse con UPyD, contra ese lujoso dorado «pensionazo» que disfrutarán bastantes de sus señorías al dejar sus respectivos escaños. No hay derecho, y más, viendo la desesperación en la que viven miles de familias, sumidas en el paro o con sus viviendas embargadas por los todopoderosos bancos y cajas de ahorros. No es justo, y va siendo hora de que alguien dentro de las cámaras parlamentarias haga suyo el deplorable problema que vive un día sí y otro también una gran parte de la población española.
¿Por qué se callan los sindicatos mayoritarios ante esa tropelía? Cierto, no es cosa de ahora, pero es que Franco se murió hace un montón de años. Me preocupa, como a otra mucha gente, ese oscurantismo de los clanes políticos, de izquierda a derecha. Después, para variar, se enfrascan en absurdos debates sobre la prohibición de las corridas de toros o, por ejemplo, en la supuesta autorización para que las selecciones territoriales de diferentes disciplinas deportivas puedan llegar a participar en competiciones de ámbito internacional.
No, señor, protesto. Y, como ciudadano, exijo transparencia absoluta en el tema del «pensionazo de oro» de nuestros parlamentarios, sin pomposos privilegios cara a la jubilación. A lo mejor sólo me queda el derecho al pataleo, mientras observo por la tele cómo sus señorías se lanzan improperios para acabar cenando en un restaurante de no se cuántos tenedores a costa de los impuestos de los españolitos de a pie. Presiento que las fuerzas sindicales, muy generosamente subvencionadas, nada tienen que decir sobre el dilema. Para no molestar. ¡Qué país, Dios!