(Publicado en El Mundo-Reggio´s, aquí)
Carlos Herrera, en ABC, colocaba los pinganillos en su marco general: «ZP, como alguno de sus barones autonómicos o locales, dan la sensación de caminar con el paso cambiado de los días, con el trote equivocado de aquél que, haga lo que haga, va de charco en charco. Ello se aprecia en la necesidad perentoria de poner en marcha ocurrencias, una tras otra, por si alguna de ellas hace que suene la flauta caprichosa y casual de la fortuna. Así camelan un día a los grupos nacionalistas prestándose al esperpento de la traducción simultánea en el Senado, como prometen la creación de un comité televisivo que habría de velar por la pureza de contenidos en la pequeña pantalla, como desarrollan una ley de supuesta igualdad de trato que desafía cualquier elemento fundamental del Estado de derecho».
A conclusiones parecidas llegaba Iñaki Ezkerra en La Razón con otra iniciativa curiosa de Zapatero, la de ofrecer un trueque entre la central de Garoña y la jubilación a los 67 años: «El capital político de este hombre es inagotable. Ahora entiendo el sentido de sus iniciativas surrealistas: ¿el cierre de las centrales nucleares, la ley antitabaquista, el aborto adolescente, los pinganillos del Senado? Él sabe que son medidas absurdas, pero su misión no es el cumplimiento sino su uso negociador: ‘Yo te quito esta ley ridícula si a cambio no me das problemas con esta otra, necesaria y cabal’. Estamos ante toda una filosofía: ‘A la sensatez por la estupidez’».
Manuel Saco, en Público, aprovechaba para poner al día aquel supuesto insulto de Ortega y Gasset a Salvador de Madariaga: «Sus señorías, que ya no se entendían ni en castellano, van a hablar entre ellos en cuatro idiomas porque todavía piensan que las lenguas no están para entenderse, sino para incomunicarse, para poner barreras entre pueblos, para reivindicar las diferencias. Para, en fin, ser más tontos en cuatro idiomas».
Jordi Mercader, en El Periódico, afirmaba que la polémica es una bendición para los nacionalistas: «Algunos políticos del foro madrileño son una auténtica bendición para el nacionalismo gobernante. El nuevo Govern estaba en plena hibernación de su Concierto y entonces vienen los que se apuntan a un bombardeo a la mínima ocasión y le regalan la posición más preciada: la de víctima. (…) No hay 17 Españas, seamos sinceros; aceptemos que el Estado de las autonomías es una desviación de la idea primigenia: encontrar acomodo a las naciones hispanas en el Estado español».
Y Eduardo Rodrigálvarez se indignaba en El País: «Con el sueldo de la inexistente senadora Cospedal se pagarían unos cuantos sueldos de traductores. Y me temo que habrá más cospedales. Se ha oído a gentes del PSOE decir que si todos nos entendemos en español, para qué complicarnos la vida. Respuesta: para eso elimínese ya la condición del euskera, el gallego y el catalán de lenguas oficiales, e incluso, elimínese el euskera, el gallego y el catalán por idiomas inoperantes que solo sirven para enmarañarnos. (…) ¿De verdad que no hay un acoso moral a las razones culturales del Estado de las autonomías?».