Jesús Pérez Serrano (Publicado en Aragón liberal, aquí)
La génesis por la cual se producen los conceptos con los que denominamos cuanto nos rodea, son las ideas.
La asociación de las mismas forman el mundo consciente al que pertenece todo el reino animal: los racionales y los irracionales, porque los irracionales también se forman ideas de las cosas – a las que nosotros denominamos instinto- , aunque observando las de algunos “racionales” también sintamos la sensación, de que estas fluyen de forma indeliberada, un tanto instintiva. O sea, carente de juicio o reflexión alguna.
Todos nacemos, con unas ideas connaturales que denominamos innatas, que son la base para desarrollar con el paso del tiempo nuevas ideas más elaboradas, mediante la reflexión sobre cuanto percibimos. La más valiosa de las ideas innatas es la de la Justicia, y ella, es esa virtud que debe ejercitarse conforme al derecho natural, al recto uso de la razón y a la equidad de ánimo. Esa equidad de alma que el gran pensador español Francisco Suarez (1548-1617) definiera “justicia natural” en oposición a “justicia legal” y que tiempo atrás propugnara en el Congreso de los Diputados la Presidenta de la Comunidad Autónoma madrileña Esperanza Aguirre. Y sería bueno, que los que nos gobiernan, no carecieran de esta esencial idea.
Pero la idea de Justicia, es para algunos contradictoria (afirman o niegan la misma cosa y la contraria) e intentan aplicarla en función de sus intereses, pero que por ser contrarias anulan siempre la virtualidad que la idea de justicia debe representar. Por ejemplo: En España y en la actual legislatura, se ha puesto en marcha como una primicia un ministerio llamado de “Igualdad” (igual da dicen los castizos). Si comparamos los estipendios que perciben los titulares del mismo (ingresos millonarios) con los asignados a millones de pensionistas y “obreros españoles” más bien procedería intitular a este nuevo organismo político-administrativo como ministerio de la Desigualdad.
De las ideas, nacieron los idealismos como elevación del pensamiento (ya prácticamente inexistentes) y las ideologías (clasificación de ideales) en la actualidad algunas tan desnaturalizadas como lo va permitiendo el poder adquisitivo. Las élites socialistas en nada se diferencian hoy de los opulentos potentados: los más lujosos automóviles; los más caros hoteles; los viajes más exóticos; los más refinados restaurantes (caso Bono como la punta de un gran iceberg llevado a los medios de comunicación). A todas luces nada que ver con su presunta ideología ya poco utópica.
Los conservadores, más consecuentes con su filosofía de realidades, ponen en práctica verdades objetivas con actuaciones opuestas al puro nominalismo, creando riqueza sin dilapidarla y desechando aquellas ideas que tan sólo sean simples protocolos del lenguaje. Los autodenominados progres, ellos tan subjetivos, tan proclives a las ocurrencias, a las ideas inesperadas para salir del paso -no para salvar coyunturas-, toda su acción es la de vivir instalados en su mundo de las ideas.