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El programa (por Ignacio Camacho)

Publicada el febrero 1, 2011 por admin6567
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El debate sucesorio devora el discurso socialista, cuyo único programa real es la sustitución del presidente

IGNACIO CAMACHO
(Publicado en ABC, aquí)
EN esta España del fulanismo unamuniano nada interesa más que una pasión nominalista. Por eso era indefectible que el debate sobre la sucesión acabase devorando al PSOE, atrapándolo en un bucle de ansiedad especulativa que contribuyó a crear el propio presidente con su jugueteo navideño. Ahora el asunto se ha apoderado de todo el discurso socialista, envuelto en una nube de conspiraciones y cotilleos que el líder alimenta en su empeño por mantener el tempo de las decisiones. La expectativa podría tener efectos de ventaja al opacar las impopulares reformas del Gobierno, pero también solapa cualquier intento del partido por hacerse oír en vísperas electorales a través de propuestas programáticas. Su único programa visible es la sustitución del presidente.
El último fin de semana, Zapatero tuvo el privilegio de asistir a su propia necrológica política. Los elogios de los dirigentes en la Convención autonómica respiraban el aire póstumo de las oraciones fúnebres. Lo cubrieron de alabanzas como si lo estuviesen embalsamando, pero salvo Marcelino Iglesias nadie le pidió que se quedara. Tanto panegírico sonaba a página pasada; si el interesado hubiese proclamado allí mismo su intención de continuar se habría desvanecido la atmósfera apologética. Su esfuerzo por abstraerse de personalismos se perdió como una gota de lluvia en medio del mar de rumores. Ya no puede sujetar el debate, ni controlar el baile de aspirantes, ni suprimir las especulaciones indiciarias; todo el PSOE y su entorno está consumido por la impaciencia.
Objetivamente el presidente está asistido de la razón: si se autodescarta pronto desestabilizará el partido y se liquidará a sí mismo como referente; su acción de gobierno se volvería irrelevante y anularía el factor sorpresa con el que pretende atacar al PP. Sin embargo, los candidatos autonómicos y municipales quieren que anuncie la retirada para aliviar la presión electoral a corto plazo y evitar un descalabro que apuntille la ventaja de la oposición. El núcleo de poder interno —Blanco y Rubalcaba— aguantará hasta que el jefe decida, pero el lobbytardofelipista intenta acelerar la agenda para amarrar el proceso sucesorio en favor del copresidente y descartar un posible tapado. O tapada.
En ese sinvivir, las conjeturas e incertidumbres sobre el relevo introducen tanta desestabilización como la propia certeza. El presidente no puede comparecer en ningún sitio sin recibir la pregunta que no quiere contestar; toda su acción de gobierno está pasando al segundo plano, engullida por la cuestión sucesoria. En realidad, lo que aprieta no es tanto la incógnita como el sesgo de las encuestas y la deriva desoladora de la crisis. A favor de corriente no tendría problemas para manejar los tiempos, pero ahora mismo ya no tiene otra cosa que ofrecer que su cabeza.

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