Mientras crece la desconfianza internacional el Gobierno se empeña en políticas de distracción

Cuando se examina el tratamiento que los medios de comunicación extranjero hacen de temas españoles, se evidencia cuales son nuestros puntos débiles y fuertes de cara de cara a una valoración de la imagen de nuestro país en el exterior.
La economía, el terrorismo, la sociedad española y los rifirrafes con Marruecos suelen ser las cuestiones que tienen mayor notoriedad y en general con un tratamiento bastante equilibrado. El Real Instituto Elcano que periódicamente elabora los informes OPIEX de análisis de opinión acerca de la imagen de España, afirma que, en relación a otros países, ésta no es mala en términos globales, aunque se ha deteriorado por las convulsiones de la crisis económica y especialmente por haberla abordado con retraso. Los recortes del déficit público, la reforma laboral y del sistema de pensiones, junto a los buenos resultados obtenidos por nuestras multinacionales, como Repsol, Telefónica, BBVA, Santander, etcétera parecen haber calmado a los mercados. De todas formas los ejemplos de Grecia, Irlanda y también de Portugal motivan que no puedan descartarse nuevos episodios de incertidumbre.
Un analista, J. Naya, añade como factor a tener en cuenta, que España se ha quedado sola en cuanto a alineamiento ideológico, ya que parece una isla socialista en una Europa cada vez más conservadora que no entiende la radicalización socialdemócrata de Rodríguez Zapatero.
La canciller Angela Merkel, Sarkocy y Cameron representan la antítesis conservadora del proyecto socialdemócrata y algo parecido podría decirse de las instituciones de la Unión Europea, cada vez más reticentes a las propuestas de nuestro Gobierno.
Tener buena o mala imagen importa más allá que la calificación de la deuda financiera pues alcanza al conjunto de las relaciones tanto del país como de sus ciudadanos. Sirva como ejemplo lo que supuso para Estados Unidos el cambio de Bush por Obama, que ha conseguido enderezar la caída de imagen de aquel país y devolverle su capacidad de liderazgo, como se está demostrando en la actual crisis del mundo árabe. Lo contrario ocurre en Italia con Berlusconi. Sus escándalos han contaminado la imagen de la política italiana aproximándola al esperpento.
Cuidar la imagen exterior, la marca intangible, es tarea imposible si dentro de casa se recurre a la «estrategia de la distracción» que describe Noam Chomsky como «desviar la atención del público de los problemas importantes mediante el diluvio de continuas distracciones e informaciones sin relevancia real».
Esta es y sigue siendo la táctica de los «think tanks», los pensadores, los tanques de ideas de la Moncloa. Sucesivamente han lanzado a la opinión pública temas como la eutanasia, los alimentos saludables, los símbolos religiosos, las bombillas, el tabaco, los límites de velocidad, etcétera que distraen al ciudadano para que no reflexione sobre sus auténticas necesidades y consecuentemente no actue.
La «marca España» en el exterior no está en su mejor momento y tiene lógica porque dentro, por desgracia, es aún más negativa.