El dominico francés Jean Batiste Lacordaire, miembro de la Academia Francesa ( 1802-1861) dejó escrito para la posteridad el siguiente pensamiento: “Sin la patria el hombre es un punto perdido en medio de los azares del tiempo y del espacio”. Sé que esto de considerarse un patriota en la actualidad es algo demodé, obsoleto y que parece que nadie se encuentre a gusto al ser considerado como tal.; como si, el amar a la patria, se hubiera convertido en algo de lo que avergonzarse, peyorativo y en un signo de retrogradación o cursilería sentimental. Pero, vean ustedes, a mí que ya me importan un comino las valoraciones que estos “progres” relativistas y apátridas en lo que, muchos de los que se llaman españoles, se han convertido, puedan hacer de lo que pienso; no me cuesta nada admitir que sigo siendo un patriota que ama a España, respeta su bandera, le encanta el idioma español y no reniega de su unidad, antes bien, soy un acérrimo defensor del Estado aglutinante de todas estas autonomías que, en mala hora, los llamados “padres de la patria” dejaron incluidas en nuestra Constitución de 1.978.
Estos días se han conmemorado los diez años de la supresión del servicio militar obligatorio. A diferencia de lo que ha pretendido vender nuestra interesada ministra del Ejército, tal acontecimiento tuvo lugar durante el mandato de la derecha, la del señor Aznar, y cuando era ministro del Ejército don Federico Trillo, este señor al que, en un alarde de rencor, mala educación, y sectarismo partidista, la señora Chacón parece que se olvidó de invitar. Y es que, esta señora, que está intentando postularse para ocupar el puesto del señor Zapatero, pulsando los botones del más integral y radical feminismo para intentar llevarse al retortero a las mujeres con el señuelo de que, el “machismo”, en la España actual, no aceptaría a una mujer y, para más INRI, catalana, para poder aspirar a llegar a ser presidenta de la nación. No sé si, en su caso, espera, como proyecta su colega la señora Leire Pajín, que las mujeres tengan un plus sobre los hombres a la hora de acceder a cualquier cargo, fuere público o privado o si, los consejos de administración de las empresas privadas, también han de ser paritarios, fueren cuales fuesen los méritos de las mujeres para ocuparlos o si, como proyecta la señora Pajín, el propietario que no quiera alquilar una vivienda a una mujer se entenderá por principio que es un machista, corriendo a su cargo la prueba de no serlo; en todo caso, lo que sí ha conseguido la señora Chacón, ha sido hacer un Ejército a semejanza del que ( ella lo ha dicho) le hubiera gustado a don Manuel Azaña, un señor que, cualquiera que conozca un poco de historia ( hoy, por desgracia, son pocos) sabrá que el ejército que hubiera deseado es el inmaterial o, lo que es lo mismo, que no hubiera ejército alguno.
Sin embargo, aunque sea ir a contracorriente, aunque sepa que no soy políticamente correcto, ni me importa un ardite serlo, debo reconocer que: esto de que en España, para defenderla, para velar por que se cumpla la Constitución y para evitar que los socialistas nos la dejen fraccionada a pedazos; estemos en mano de un mini ejército de mercenarios, que esto es en realidad lo que hoy son nuestras fuerzas armadas, constituidas por soldados que se alistan sólo para aprender un oficio, cobrar una soldada y aprovecharse de los impuestos de los españoles para que, al cabo del plazo convenido, puedan abandonarlo para dedicarse a las actividades civiles; con lo cual el dinero invertido en formarlos para la defensa de España es poco menos que inútil, si es que queremos considerar que, un gran número de los que se alistan son inmigrantes que provienen de otras naciones, lo que nos pudiera hacer sospechar que mucho amor a su nueva patria no es probable que tengan. Aunque el señor Aznar hizo muchas cosas buenas y fue uno de los que más hizo para que España saliera del ostracismo al que la había llevado su predecesor, el señor Felipe Gonzáles, no puede decirse que, la idea de suprimir el servicio obligatorio, fuera una de las más brillantes de su mandato, a tenor de los resultados que, estos diez años que han pasado, nos pueden permitir analizar.
Se han argumentado muchas razones para que los mozos españoles no tuvieran que cumplir con un periodo de servicio obligatorio a la patria. Se ha dicho que les perjudicaba en sus estudios; que era un tiempo perdido que hubieran podido dedicar a otros menesteres; que, en el Ejército, sólo se aprendía a vaguear; que un ejército profesional estaría mejor preparado para combatir y que la disciplina militar no era más que un modo de humillar a los soldados. Veamos los resultados de la supresión de la obligación de alistarse obligatoriamente e intentemos compararlo con las esperanzas que los que lo suprimieron pusieron en los beneficios que se conseguirían al eliminarlo. En cuanto al aspecto educativo, mucho nos tememos que sean precisamente los “hijos de la LOGSE” quienes vengan a justificar que, servir a la patria, hubiera sido más rentable para nuestra juventud. Un 30% de abandono de los estudios; la indisciplina en las aulas; la poca valoración que Europa otorga los licenciados españoles; la degradación de alumnos y profesores ( obligados a aprobar unos cupos determinados de alumnos); este tanto por ciento de la juventud en paro, desesperanzada y sin proyectos de futuro que, en muchos casos, dan rienda suelta a sus instintos más bajos para dar salida a su frustración, ¿no hubiera sido más práctico que hubieran pasado por la disciplina de la milicia, para que aprendieran a dominar sus instintos, supieran lo que es obedecer y las consecuencias de rebelarse contra sus superiores? Es algo que hace pensar.
Aunque no esté bien hacer mención de uno mismo, yo tuve el honor de servir como soldado raso en África, en el regimiento de artillería de Ceuta, e hice el periodo de instrucción en territorio moro, en el campamento de Punta Cires, al lado del río Jauma. Fue una experiencia dura, donde no tuve ningún privilegio, ni lo pedí; pero puedo decirles que ha sido uno de los periodos de mi vida más enriquecedor, más ilustrativo y más sano, porque allí aprendí a que no existían clases sociales, que todos éramos seres humanos y que el compañerismo entre los soldados era mucho mayor que en la vida civil, porque lo compartíamos todo: las conversaciones, las bromas, los paquetes de víveres que recibíamos de nuestras familias etc. y allí, desde licenciados a simples trabajadores del campo, en muchos casos casi analfabetos, no nos diferenciábamos en nada. Una gran lección de humildad, de valores humanos y de patriotismo. Eran los tiempos de los acontecimientos de Sidi Ifni y estuvimos a punto de ser enviados al combate. Nadie se quejaba, nadie murmuraba y todos, desde los legionarios del tercio Gran Capitán de la legión, como los regulares o el resto de unidades afincadas en Ceuta, estaban dispuestos a ir a defender los intereses de la patria. ¿Se enseñan estos valores en las escuelas, en las facultades de la universidad o en las salas de fiestas? Por supuesto que no. Hoy España está invadida de progres, de niñatos que lo han tenido todo, pero que son incapaces de pensar en algo más que en sí mismos; se ha perdido el respeto por los padres, los profesores, las normas éticas y morales y se han magnificado supuestos valores libertarios que han conducido al consumo de drogas, a los abortos, al desprecio por la bandera, al independentismo, a la vida apoltronada y a la falta del sentido de la responsabilidad y de los deberes para con el prójimo. Sí, señores, el suprimir el servicio militar obligatorio, aparte de despreciar una fuente de valores juveniles, de servir para educar a cientos de miles de españoles en las virtudes castrenses, acostumbrándolos a la disciplina y las penurias; no nos ha traído compensaciones visibles que justificaran su eliminación. Un statu quo que puede llevarnos a situaciones difíciles para España. O esto es lo que yo pienso.
Miguel Massanet Bosch