(Publicado en El Mundo-Reggio´s, aquí)
A FONDO
Hay efecto Zapatero. Por increíble que parezca, a la luz de la encuesta de Sigma Dos, si hoy se celebraran elecciones con Chacón, Rubalcaba o Bono indistintamente como cabezas de cartel del PSOE, la distancia con el PP se reduciría a menos de ocho puntos. Es decir, la mitad de lo que le sacaba el principal partido de la oposición a los socialistas en la encuesta publicada por este periódico el pasado 13 de marzo: 16,5 puntos.
Ese dato se explica porque para el 70,8% de los encuestados el presidente ha hecho bien en anunciar que no se presentará. Y, ojo, ese porcentaje sube hasta el 78,7% entre los que dicen votar al PSOE.
Conclusión: que Zapatero es un auténtico lastre para su partido y que cualquiera de los posibles candidatos alternativos obtendría un resultado mucho mejor que el actual presidente del Gobierno.
Desde ese punto de vista, la operación del anuncio de Zapatero de que no será candidato en las próximas elecciones generales ha sido todo un éxito.
El jarro de agua fría para las expectativas del PP pone de manifiesto que la enorme distancia que reflejaban las últimas encuestas publicadas por todos los medios de comunicación era un espejismo basado en el rechazo que provoca Zapatero.
Es decir, que la marca PSOE sigue teniendo un enorme poder de movilización en el electorado de izquierdas. En una situación económica como la que estamos viviendo, con un 20% de paro; con un proceso de descomposición interna del partido en Andalucía y con casos de corrupción como los falsos ERE o las andanzas del hijo de Manuel Chaves, el Partido Socialista lograría (independientemente de que el candidato fuera Bono, Chacón o Rubalcaba) más del 37% de los votos.
Una distancia de menos de ocho puntos a 11 meses de las elecciones generales no es ni mucho menos insalvable. Sobre todo, cuando con una victoria por la mínima el PP tendría muy difícil gobernar. Esa es la convicción, hoy por hoy, en el cuartel general de Génova.
La encuesta que hoy publica EL MUNDO, a tan sólo mes y medio de las elecciones municipales y autonómicas, supone un toque de atención para los líderes del PP que creen que esos comicios están ganados.
El PP va a tener que hacer un gran esfuerzo para ilusionar a los ciudadanos dudosos. El triunfo ya no pueden basarlo en la desmovilización del voto socialista, hipótesis basada en las encuestas que daban al PSOE un porcentaje que rozaba el 30% en estimación de voto.
Las espadas están, pues, en alto. La economía va a seguir siendo el gran asunto para los ciudadanos. Las perspectivas no son buenas, como ha puesto de relieve la vicepresidenta Elena Salgado. El paro se mantendrá este año al borde del 20%. Los escándalos acecharán al PSOE, pero en ese aspecto el PP no puede sacar pecho: Camps sigue siendo candidato en Valencia y ha presentado unas listas con nueve implicados en casos de corrupción.
Rajoy tiene 11 meses (si las elecciones no se adelantan) para convencer a los ciudadanos de que su gestión supondrá una mejora para sus vidas y un impuso para la calidad de nuestra democracia.