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La ‘ultraderecha’ no cae del cielo (por Carlos Sánchez)

Publicada el abril 24, 2011 por admin6567
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Carlos Sánchez – (Publicado en El Confidencial, aquí)

Ultraderecha europea 

Sostenía Peter Weiss que es más fácil entender el mundo si lo metes en una habitación. Y Napoleón, que tenía fama de poseer una memoria prodigiosa, dijo una vez de sí mismo: “Los temas están ordenados en mi cabeza como si fuera un armario. Abro y cierro los cajones en cada momento, y cuando quiero dormir, sencillamente los cierro”.

Esta técnica para reducir el mundo hasta un tamaño mensurable no es, desde luego, patrimonio de los elegidos. Los medios de comunicación lo hacen de forma recurrente. Hasta el punto de que la política se ha convertido en una caricatura. Se escribe con frecuencia de fenómenos complejos jibarizándolos hasta el absurdo. Y en coherencia con esa estrategia reduccionista, llevan 30 años hablando de la irrupción de la ‘ultraderecha’ en el mapa político europeo.

Probablemente desde que el fenómeno Le Pen tomara carta de naturaleza en la Francia de Mitterand. Como todo el mundo sabe, el camaleónico expresidente francés fue quien  catapultó al Frente Nacional sacando a su xenófobo líder en televisión, un día sí y otro también, con el único objetivo de socavar el voto del centro derecha.

Años más tarde, y ya en España, sucedió algo parecido con Jesús Gil. El marrullero y extravagante personaje -que diría Aznar– fue mimado por los socialistas andaluces para frenar el avance del Partido Popular en la región.

Recientemente, algunos gobiernos del PP han puesto su granito de arena -y la chequera de los contribuyentes- para favorecer grupos mediáticos cuya única razón de ser es dar estopa al PSOE. Incluso mediante la infamia, el insulto y el desvarío ideológico.

Algunos gobiernos del PP han puesto su granito de arena -y la chequera de los contribuyentes- para favorecer grupos mediáticos cuya única razón de ser es dar estopa al PSOE. Incluso mediante la infamia, el insulto y el desvarío ideológico

Así es como han nacido distintos grupos llamados simplonamente de ‘ultraderecha’. Y que si es cierto lo que se cuenta en ciertos periódicos que se dicen progresistas, están a punto de llegar al poder. Hubo un tiempo, incluso, que llegó a tachar de ultraderechistas a los austríacos por el apoyo que dieron a Haider, uno de esos personajes lamentables que de vez en cuando surgen en Europa. Pero una cosa es Austria y otra sus líderes., por mucho carisma que tengan. Y lo cierto es que el país centroeuropeo sigue siendo hoy profundamente democrático en un mundo preñado de tiranos. Algo parecido ha sucedido en Holanda.

Esto pone de manifiesto que una cosa es la existencia de partidos de ‘ultraderecha’ que capitalizan el descontento de la población, y otra bien distinta es pensar que los finlandeses -en otro tiempo bajo la influencia soviética- se han echado al monte en busca del inmigrante. Finlandia seguirá siendo un ejemplo en materia educativa y una verdadera democracia pese a la eclosión de ese partido que se autodenomina Verdaderos Finlandeses (True Finns), y que en realidad es heredero del viejo Partido Rural, suicidado hace algunos años por discrepancias internas.

Movimientos populistas

La pregunta es, por lo tanto, por qué emergen en Europa partidos que denominamos de extrema derecha -aunque en realidad son simplemente movimientos populistas- capaces de capitalizar ciertas demandas sociales que se escapan  a los partidos convencionales. Y la respuesta no puede ser otra que un  modelo de construcción europea profundamente antidemocrático que descansa en unas élites políticas alejadas de la población (aunque viajen en preferente) y que toman decisiones al margen de los ciudadanos.

El caso más reciente tiene que ver con ese monumental disparate que toma como nombre mecanismo de rescate, aprobado -paradójicamente- después de que  se ratificara el Tratado de la Unión Europea, algo que pone de manifiesto lo que le importan a los estados un proceso de construcción democrático.

La implementación de ese mecanismo condena a los países intervenidos (Grecia, Portugal e Irlanda) a la muerte económica -la soberanía política hace tiempo que la perdieron- durante al menos una década. Pero no les va ir mucho mejor a quienes ponen el dinero. En una Europa con 23 millones de parados y con serios problemas de competitividad derivados de la eclosión de los países emergentes, la factura corre a cargo de esos ciudadanos que no llegan a fin de mes.  Todo para salvar a un sistema financiero intrínsicamente cínico que reclama la socialización de las pérdidas provocadas por una política de concesión de créditos descabellada. Y que han hecho desaparecer el concepto de riesgo de sus balances. Papá Estado corre con el desaguisado.

Por si sirven de algo los antecedentes históricos, no estará de más recordar que buena parte del caudillismo latinoamericano actual hunde sus raíces en políticas económicas equivocadas dictadas durante los años 70 y 80 por el FMI y el Banco Mundial. 

Al borde del abismo

Esta estrategia de salvar a cualquier costa a quienes llevaron a la UE al borde del abismo explica en parte el escepticismo europeo, y, como no puede ser de otra manera, el español. Aunque aquí también tenemos nuestras cuitas. El bochorno que produce todo lo que rodea al ‘caso Troitiño’ pone de relieve un sistema judicial agujereado y, en algunos casos, podrido por peleas internas entre el Supremo, el Constitucional y la propia Audiencia Nacional. Es de aurora boreal que Troitiño fuera puesto en libertad el 13 de abril, cuando dos semanas antes -el 28 de marzo- el Supremo había puesto las cosas en su sitio con una sentencia que obliga al reo a permanecer en prisión hasta 2017. ¿Es que no hay comunicación entre altas instancias del Estado?

Los mismos empresarios que exigían al Gobierno alargar la edad de jubilación para ganar competitividad son los que aprueban prejubilaciones para sus compañías (Telefónica, las cajas de ahorros o los bancos)

No es extraño, por lo tanto, el escepticismo de la ciudadanía con la cosa pública. Y es en ese terreno en el que mejor se mueven los salvapatrias de turno. Desde luego con la alquería abonada a la luz de las contradicciones del sistema. Los mismos empresarios que exigían al Gobierno alargar la edad de jubilación para ganar competitividad son los que aprueban prejubilaciones para sus compañías (Telefónica, las cajas de ahorros o los bancos). Y los mismos que han llevado a la ruina al país vendiendo pisos a precios estratosféricos son los que ahora se van a beneficiar de un inclasificable viaje: el que va a hacerla semana que viene  el ministro Blanco y su lugarteniente Corredor para vender pisos en la city (luego irán a otras capitales europeas).

El road show es verdaderamente indecente en un país en el que cientos de miles de españoles no tienen acceso a la vivienda porque es demasiado cara, y en el que otros muchos ciudadanos han sufrido algún embargo por no hacer frente a la hipoteca. Ahora, el Gobierno sale en ayuda del ‘ladrillo’ en lugar de hacer lo más fácil. Provocar una caída intensa de precios para que se reanime el sector. Incluso ha llegado al dislate de mejorar las deducciones por rehabilitación de viviendas, pero no sólo la habitual, sino también la segunda propiedad, lo cual es de un progresista que echa para atrás.

La endogamia que suscitan las listas electorales presentadas por los grandes partidos -con candidatos que se esconden tras unas siglas- y la sensación de que siempre sale ganando el defraudador (ahí está el plan para aflorar empleo sumergido) van, igualmente, en la dirección de crear un caldo de cultivo favorable a los populistas. No es, por lo tanto, ninguna sorpresa que Europa se vuelva más intransigente. Es simplemente consecuencia de un sistema político que comete errores de bulto y que ayuda a abonar el terreno de la mala política. La ultraderecha no cae del cielo.

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Juan Andrés Buedo: Soy pensionista de jubilación. Durante mi vida laboral fui funcionario, profesor, investigador social y publicista.
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