Gonzalo Toca (Publicado en Expansión.com, aquí)
A pesar de las diferencias existentes entre Egipto y España, se pueden identificar tres importantes similitudes entre las concentraciones que derribaron a Hosni Mubarak y las que tienen su epicentro en la Puerta del Sol.
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Basta caminar por El Cairo para comprobar a simple vista que el nivel de desarrollo, el régimen de libertades políticas y económicas y la calidad de sus instituciones se encuentran muy lejos de Madrid. Los últimos datos de los principales organismos internacionales confirman esa primera impresión.
Sin embargo, eso no impide reconocer que las movilizaciones de la plaza Tahrir y la Puerta del Sol tienen tres rasgos fundamentales en común: los detonantes, la reacción ante lo que consideran una “casta política” y las características de los movimientos que las provocaron al principio.
Los grandes detonantes de las concentraciones egipcias fueron, según la investigadora Dina Shehata, el incremento de la corrupción y la exclusión económica, la marginación de la juventud, el rechazo frente a la ley electoral y la previsible sucesión del dictador egipcio por parte de su hijo Gamal.
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Aunque en nuestro país no se contempla la sucesión de ningún dictador ni tampoco manipulaciones en las urnas, más del 65% de los españoles considera que los sobornos y abusos de poder son habituales entre los representantes políticos y puntúan su corrupción con un 4,4 sobre 5.
En estas circunstancias, parece lógico que la principal exigencia de los manifestantes de Sol sea la reforma de una ley electoral que consideran “antidemocrática”, porque favorece el bipartidismo, dificulta las listas abiertas y sobredimensiona el peso de las agrupaciones regionales.
Por otro lado, los recortes del gasto público, la destrucción de empleo y los desahucios han provocado situaciones inéditas de exclusión social en España y han castigado con especial dureza a los jóvenes, que soportan una cifras de paro superiores a las de los egipcios(un 40% frente un 25%).
La “casta” política y los organizadores
En Egipto, la población ha vivido al mismo tiempo el adelgazamiento de los servicios públicos y la apropiación de las empresas estatales por parte de los dirigentes del Partido Nacional Democrático mediante privatizaciones a dedo. Han percibido durante años que en su país había dos velocidades: la casta de los millonarios que viajaban en coches oficiales y la de los que apenas tenían para una bicicleta.
Los jóvenes acampados en Sol, al igual que la mayoría de los españoles , consideran que sus líderes también han vivido a otra velocidad mientras el paro se multiplicaba por más de dos entre 2008 y 2011. Por eso, la primera propuesta de Democracia Real Ya exige que los políticos tengan que revelar su patrimonio, que cobren el salario medio por su labor, que sus pensiones se calculen como las del resto de los ciudadanos, que sus delitos de corrupción no prescriban y que, si son condenados, no puedan volver a ejercer.
Kefaya, la plataforma que desencadenó las concentraciones en la plaza de Tahrir, comparte algunos rasgos fundamentales con artífices de la movilización española como ATTAC, Democracia Real Ya o Nolesvotes. Destacan entre ellos su naturaleza civil y espontánea, el protagonismo de las ideas socialistas frente al resto, la atracción de miles de jóvenes descontentos con una situación que no consideran democrática, la simplicidad de unos mensajes políticos adaptados a la era de Internet y el empleo intensivo de las tecnologías de la información con especial énfasis en las redes sociales.
El Cairo se encuentra a más de 30.000 kilómetros de las ciudades españolas que han iniciado las movilizaciones y los separa un abismo de desarrollo, instituciones y libertades. Sin embargo, los graves problemas a los que se enfrentan los jóvenes en todo el mundo y el modo en el que reaccionan ante ellos los acercan más de lo que sugieren esas enormes distancias.