Pero más que el número de diputados y ediles, lo relevante de esta formación es su discurso limpio y regenerador de la vida pública que conecta con muchas demandas de los “indignados” acampados en las plazas y de mucha gente que empieza a estar harta de los comportamientos de muchos profesionales de la política y del poder.
En cumplimiento de su programa electoral, UPyD dice que no apoyará con sus votos a aquellas fuerzas políticas que lleven en sus listas a algún implicado en casos de corrupción y manifiesta su voluntad firme de luchar contra el despilfarro público prescindiendo de prebendas y privilegios en este momento de crisis en el que es necesario practicar y dar ejemplo de austeridad.
En esta línea hay que situar la renuncia de los cinco ediles de Madrid a los cinco coches oficiales que tienen asignados, una medida más efectista que efectiva desde la perspectiva del ahorro, pero que es un magnífico gesto simbólico que les honra tanto como ha desconcertado a los demás partidos que no quieren renunciar al privilegio incomprensible que tienen todos los concejales en ese ayuntamiento, el más endeudado de España.
No está mal que los cinco concejales de UPyD empiecen la práctica de los recortes en el gasto público por el escandaloso abuso de los coches oficiales, un signo externo que puede ser poco significativo económicamente, pero es uno de los paradigmas de despilfarro en todas las administraciones. Es de esperar que no vayan de farol o no den marcha atrás a mitad de legislatura engullidos por el sistema.
No sé que recorrido tendrá este pequeño partido, pero su programa es un soplo de aire fresco, ejemplo de coherencia en el ejercicio de la actividad pública, que reconcilia al ciudadano con la política cuando es desempeñada dentro de cauces de austeridad y decencia como norma de comportamiento de los servidores públicos.