EDITORIAL
EL MUNDO (Ver aquí)
Nada será lo que era. El mapa político español cambiará totalmente tras las elecciones de ayer que suponen la liquidación del bipartidismo y la irrupción de dos fuerzas emergentes. El PP logró ser el partido más votado, pero tendrá muy difícil poder gobernar de forma estable.
El bipartidismo que ha funcionado en España desde la Transición firmó ayer su acta de defunción. PP y PSOE, que habían sumado más del 73% de los votos en las anteriores elecciones, apenas lograron sobrepasar el 50%. Entre ambos, perdieron cerca de seis millones de sufragios. Podemos y Ciudadanos, que consiguen ocho millones y medio de votos, irrumpen en el escenario con un importante protagonismo en la próxima legislatura.
La fragmentación de voto en las elecciones de ayer -con una participación algo superior a la de hace cuatro años- anticipa serias dificultades para formar un Gobierno estable, ya que el vencedor queda bastante lejos de la mayoría absoluta. Hay varias combinaciones posibles, por lo que necesariamente debemos ser cautos, pero lo lógico y lo coherente es que el PP intente gobernar, ya que es el partido que más escaños ha obtenido, muy por delante del PSOE. Así lo reconoció ayer Pedro Sánchez.
El PP ha logrado 123 diputados, en línea con lo que le atribuían las encuestas. El resultado es agridulce porque, pese a ganar las elecciones, la formación de Génova pierde 63 escaños y cerca de 16 puntos en porcentaje de voto. Ello supone un fuerte retroceso y un notable castigo en las urnas a la gestión de Rajoy.
Pero también es cierto que el líder del PP vuelve a encabezar la lista más votada tras cuatro años en los que ha tenido que asumir duros ajustes para sacar adelante el país. Gobernantes como Nicolas Sarkozy, Gordon Brown o Antonis Samaras fueron derrotados por la oposición tras haber gobernado durante la crisis. Rajoy ha ganado en condiciones adversas y tras haber tenido que llevar el lastre del caso Bárcenas durante la campaña.
Lo deseable en una democracia parlamentaria es que forme Gobierno el líder de la formación que ha tenido más votos. Máxime cuando hay otras fuerzas afines que le pueden apoyar. Por tanto, sería deseable que Ciudadanos respaldara en la investidura a Mariano Rajoy como presidente. Albert Rivera ya ha dicho una y otra vez que no está dispuesto a negociar una coalición con el PP, pero podría poner unas condiciones razonables para facilitar que volviera a ser presidente. Entre ellas, un calendario de reformas y un paquete de medidas para luchar contra la corrupción. Pero la suma de los escaños de los dos partidos no llega a la mayoría absoluta, lo que deja abiertas otras posibilidades.
El segundo partido más votado ha sido el PSOE con un 22% de los votos y 90 escaños. Ello supone, al igual que en el caso del PP, un fuerte descenso respecto a las elecciones de 2011. En concreto, y para no abrumar con más números, los socialistas pierden 20 escaños. Es el peor resultado de la historia, lo que debería llevar a meditar a Pedro Sánchez sobre su futuro. Sánchez fue muy agresivo hasta caer en el insulto contra Rajoy, pero su actitud no le ha dado buen resultado, aunque por lo menos ha conseguido mantener la segunda posición en votos a nivel nacional.
El PSOE podría intentar forjar una mayoría con Podemos y los partidos nacionalistas, pero ello sería una amalgama de formaciones heterogéneas, condenada antes que después al fracaso y difícil de justificar ante su electorado.
Es complicado que el PSOE y Podemos puedan gobernar juntos por la sencilla razón de que Pablo Iglesias ha condicionado esta alianza a que los socialistas apoyen una consulta en 2016 en la que los catalanes decidan si se quedan dentro de España. El PSOE se suicidaría en el resto del Estado si aceptara tal premisa.
Dicho esto, hay que reconocer que Pablo Iglesias ha sido el vencedor simbólico de estas elecciones porque ha logrado sobrepasar el 20% de los votos y ha sumado 69 escaños. Dado que ha sido el tercer partido con más respaldo popular y que se ha acercado al PSOE en porcentaje de voto, lo más probable es que Pablo Iglesias intente convertirse en la referencia de la oposición, con una estrategia de intentar ganar las próximas elecciones, lo que, vistos los resultados, no parece imposible. Para ello, necesita relegar al PSOE a una posición marginal, continuando su táctica de presentarle como un partido del establishment, no muy diferente del PP.
Iglesias ha realizado una gran campaña, la mejor de los cuatro aspirantes, y ha demostrado su dominio de la imagen. Sus recetas económicas son imposibles de llevar a la práctica porque supondrían un aumento descomunal del gasto público, pero en la oposición, sin tener que asumir el desgaste de gobernar, puede seguir prometiendo lo que no está en disposición de cumplir.
La decepción de Ciudadanos
Albert Rivera llegó a la campaña con las expectativas de ser la segunda fuerza política por delante del PSOE. Pero, al final, Ciudadanos sólo ha podido llegar a la meta en cuarto lugar. Sus 40 escaños están muy por debajo de lo esperado, ya que algunas encuestas le daban hace varios meses unos resultados mucho mejores.
Rivera se ha desfondado durante las últimas semanas, en las que parecía agotado físicamente. Los sondeos han reflejado cómo Ciudadanos ha ido bajando día a día desde que comenzó la campaña. Habrá tiempo para analizar lo que ha sucedido, pero da la sensación de que los indecisos que sopesaban votar a Rivera se han decantado finalmente por Rajoy e incluso por Sánchez.
A pesar de ello, a Rivera le han sucedido dos cosas buenas en estos comicios: la primera es que ha conseguido pasar de la nada a esos 40 escaños, algo sin precedentes, y la segunda es que tiene tiempo para consolidarse como alternativa de Gobierno. Cuenta a su favor con la juventud y la credibilidad que conserva.
Ciudadanos se merecía un mejor resultado por la encomiable labor de oposición que ha desarrollado frente al independentismo y también por su programa de medidas contra la corrupción. Precisamente por ese papel de denuncia de los abusos y las veleidades de Artur Mas, Ciudadanos deberá apoyar a Rajoy, con el que podría colaborar para frenar el desafío secesionista que va a resurgir en los próximos días tras el probable pacto entre Junts pel Sí y la CUP.
En resumen, el bipartidismo queda herido de muerte, pero el nuevo mapa electoral trae consigo serios problemas de gobernabilidad ya que el PP, ni aun contando con los votos de Ciudadanos, dispondría de mayoría absoluta para sacar adelante las leyes. Ello abre la posibilidad de otras coaliciones sin descartar la alianza entre PSOE, Podemos y otras fuerzas nacionalistas, que sería nefasta para España. También es teóricamente posible una gran coalición entre PP y PSOE, la única que sumaría una amplia mayoría absoluta. Habrá que esperar a las negociaciones que van a comenzar a partir de hoy, aunque nos ratificamos en que, con estos resultados, Rajoy debe intentar formar Gobierno.