se pretende distraer a la ciudadanía de los importante problemas que la afectan, con esta gran circo mediático con el que intentan ocultar la verdadera situación del país,
Nuestro ilustre Cervantes ponía en boca de Don Quijote la siguiente frase: “En la tardanza suele estar el peligro” y a uno, un simple ciudadanos de a pie, le cuesta mucho tener que admitir que, nuestros gobernantes, se estén dedicando a intentar asegurarse una hipotética reelección para la gobernación del país, cuando se puede decir, sin mentir, que, prácticamente, en todo el periodo que llevan al frente de la nación, han empleado su tiempo y han dedicado la mayoría de sus decisiones a estar pendientes de las encuestas electorales, en lugar de tomar las medidas adecuadas para sacar a España de la grave crisis económica en la que ellos, con su desidia, han permitido que cayera. Parece ser que se pretende distraer a la ciudadanía de los importante problemas que la afectan, con esta gran circo mediático con el que intentan ocultar la verdadera situación del país, jugando a que el señor Rubalcaba, un vieja guardia del partido y presente en todos los gobiernos del PSOE, se muestre como una especie de show man para intentar convencer a un pueblo desengañado con los políticos de que solo él tiene la llave del milagro que precisamos para salvar de la recesión a nuestra nación.
En efecto, mientras estamos absortos en esta comedia de la candidatura del señor Rubalcaba, parece como si nos olvidáramos, lo mismo que hace nuestro Gobierno, de que España está pasando por otro momento peligroso, que puede que nos recuerde aquel otro de principios de Mayo de pasado 2010, cuando la UE tuvo que acudir a darnos su apoyo, al tiempo que obligaba al señor Rodríguez Zapatero, a dar un giro de 180º en lo que había sido su política disparatada de gasto y despilfarro, mientras nos íbamos endeudando y el desempleo empezaba a adquirir dimensiones preocupantes en todo el país. Las noticias económicas que llegan de Grecia y Portugal son más que preocupantes, de forma que, si lo que ocurra en Grecia puede afectar a la confianza de los inversores en nuestra deuda, lo que pueda sucederle a Portugal agrega, al dramatismo de que una nación vecina se encuentre al borde del precipicio, el añadido inquietante de que: la banca española acapara el 41% de la deuda exterior portuguesa.
El contemplar la pasividad de nuestros gobernantes, el ver que se entretienen en banalidades, únicamente encaminadas a satisfacer sus egoísmos partidistas; mientras los ciudadanos españoles estar viendo que nuestro diferencial con el bono alemán va rondando los 270 puntos básicos; que el interés que nos vemos obligados a pagar para colocar nuestra deuda van subiendo y la propia señora Salgado, nuestra máxima responsable de las finanzas, ha tenido que reconocer que se dan evidentes síntomas de desaceleración de la economía; sólo puede llevarnos, a los españoles, a un estado de pesimismo que puede agravarse si, además, nos fijamos en el deterioro de nuestras instituciones y la precariedad de nuestros empleos, cada vez más amenazados por este maremoto social que es el paro. Pero, donde existe plena coincidencia entre la mayoría de españoles es en el fracaso de nuestros políticos en su gestión, su falta de previsión y su evidente incapacidad para dirigir el timón de la nace por la ruta acertada.
Lo peor es que no parece que Europa acabe de tomar en consideración el peligro que representa que, una serie de naciones periféricas, se hayan convertido en una carga excesiva para la comunidad y que, algunas naciones en particular, no parece que vayan consiguiendo superar sus problemas económicos, a pesar de los esfuerzos del BCE y las medidas de austeridad que, desde Bruselas, se les han impuesto. Parece ser que, el propio presidente del BCE, el señor Trichet ha perdido los nervios ante la drástica reducción del rating luso anunciado por Moody’s cuando esta agencia ha tomado la decisión de rebajar en cuatro escalones el “rating” de la deuda de Portugal, reduciéndola a la categoría de “bono basura”. El director del BCE, por primera vez, se ha mostrado irritado por lo que, para él, es un oligopolio evaluador de las tres agencias Moody’s, Satandart&Poors y Fitch, añadiendo que, su funcionamiento no era adecuado “ni deseable”. Sin embargo, a pesar de la rabieta del señor Trichet y de su anuncio de que, pese a todo, el BCE continuaría comprando deuda portuguesa; la sensación generalizada es que, como reconoce el FMI y el propio Trichet las posibilidades de Portugal de reducir su déficit público que, en el cierre del 2010, ascendía al 9’1% del PIB y su deuda alcanzó el 93% del PIB, incluso, para los que negociaron la concesión de la ayuda de 78.000 millones de euros para Portugal, es obvio que, el draconiano ajuste que se le ha impuesto, prolongará la recesión en dicha nación hasta el 2013.
Como dice el señor Montoro, del PP, es un error criticar a las firmas de rating en lugar de intentar convencerlas. Ha afirmando que esta fue la posición del PP en la crisis de los años noventa “No nos quejamos nunca ni buscamos responsabilidades, sencillamente les convencimos” afirma el responsable de Economía del PP. A nosotros, simples ciudadanos de a pie, se nos antoja que pretender enfrentarse a las agencias americanas no tiene otra lectura posible que dar de coces contra el aguijón, puesto que son los inversores quienes han de tomar la decisión de invertir en la deuda de un país y, hasta ahora, una de las referencias en las que más se vienen apoyando, es en las calificaciones de las tres agencias de rating a las que nos venimos refiriendo.
Si, en España, los bancos (unas entidades que no están pasando por sus mejores momentos) resultan ser los mayores acreedores de deuda portuguesa, con 84.622 millones de dólares, el 43’5% de la exposición bancaria europea a este país; conviene tomar seriamente en cuenta que, lo que le ocurra a Portugal, a su economía y a su deuda, tiene una trascendencia vital para nuestro sector bancario, que aún no ha acabado de superar los efectos de la burbuja inmobiliaria en sus balances y que, otra recaída motivada por un posible segundo rescate a aquella nación, seguramente supondría, –como se está pidiendo en el caso de Grecia –, una participación en forma de alargamiento de los plazos o de quita de parte de la deuda por parte de los bancos españoles, lo que, posiblemente, muchos de ellos no estarían en condiciones de resistir.
A pesar del optimismo ficticio del Gobierno, de la aparente satisfacción de la señora Salgado por la facilidad con la que vamos colocando nuestras emisiones de deuda, lo cierto es que cada vez nos cuesta ofrecerla a más interés y con unas garantías que, a medida que nos vamos distanciando del bono alemán, nos resulta más gravoso el mantenerlas. La secuencia es fácil de entender: a medida que van venciendo las distintas emisiones de deuda, a causa de nuestra situación económica y mientras nuestras cargas públicas sigan en aumento, es imposible irla amortizando; lo que requiere su renegociación y, cada vez que esto ocurre, nos cuesta pagar mayores intereses y mayor coste de la prima de garantía. La bola se va haciendo grande y no parece que las previsiones de recuperación de nuestra economía y subsiguiente mejora del desempleo se vayan a producir, como pronto, antes del año 2013. Y, en estas circunstancia, no creo que sea una extravagancia plantearse si todos estos gestos, artimañas, promesas vacuas, piruetas preelectorales y descalificaciones a las que se están dedicando nuestros gobernantes, tengan el menor sentido y contribuyan a que España se arme ante esta crisis que no parece que lleve visos de superarse, al menos a corto plazo. ¿Un adelanto de elecciones? Pues sí, ya mismo. O esta es mi impresión como español.
Miguel Massanet Bosch