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De trajes y de corbatas, o el punto de no retorno de la degradación democrática (por Carlos Martínez Gorriarán)

Publicada el julio 21, 2011 por admin6567
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(Publicado en El blog de Carlos Martínez Gorriarán, aquí)

El 20 de julio de 2011 puede convertirse en el Día Textil de la democracia, un día especial que puede ser señalado como efeméride del punto de no retorno de la paulatina degradación del sistema de partidos en España.

Por la mañana, el ministro Miguel Sebastián protagonizó en el Congreso un absurdo debate sobre si llevar o no corbata ayuda a la eficiencia energética de los edificios oficiales; por la tarde, el Presidente de la Generalitat valenciana Francisco Camps dimitía tras ser procesado por un posible cohecho impropio a propósito de unos trajes regalados. Lo más grave del caso Camps no es la acusación en sí, sino la mentira mantenida todo este tiempo y la actitud arrogante de alguien que se cree más allá de la Justicia en función de su alto cargo, a lo Berlusconi. Que el quedarse con trajes regalados sea algo bastante ridículo –más allá de si este tráfico de favores estaba relacionado con financiación ilegal y pago de comisiones- no banaliza el asunto porque lo que ha hecho Camps es trasladar ese ridículo, convertido en oprobio, a las instituciones políticas que debía preservar. En este sentido, Camps y el PP han hecho un daño tremendo a la democracia agravando nuestra crisis política (que agrava la económica), triste logro que comparten con todos los partidos que llevaron imputados a las elecciones o mantienen en ayuntamientos a cargos procesados. O ministros como Chaves, bajo cuyo gobierno en Andalucía se produjo el caso de los ERE falsos; o el candidato Rubalcaba, cuyos cargos de máxima confianza en la Policía Nacional acaban de ser procesados por colaboración con banda armada.

Por ironías de la pequeña historia, la tarde de los trajes de Camps tuvo el prólogo matutino de las corbatas de Sebastián (y Bono), completándose esta grotesca jornada textil de la degeneración del sistema. Porque no cabe llamar de otra manera a la actuación de un Ministro de Industria que, en plena crisis económica –una de cuyas causas está en la deficiente política energética, de la que es responsable su ministerio-, frivoliza sobre las soluciones a la crisis llevando el debate energético a si debe o no llevarse corbata en los edificios oficiales, con la inapreciable ayuda del presidente José Bono, firme partidario del “concorbatismo” riguroso frente al desenfadado “sincorbatismo” ministerial (parece que eso es todo lo que el principio de transversalidad puede dar en el PSOE). Con el diferencial de la deuda por las nubes y cinco millones de parados, en eso han quedado los debate políticos de altura en España: ¿debe o no llevarse corbata en el Congreso y demás edificios oficiales? Por cierto, para los diputados y ministros no es obligatorio hacerlo, así que el empecinamiento de Sebastián en la materia demuestra que no es sino un diversión para eludir los temas de su competencia que sí son urgentes, desde el precio del kilowatio doméstico a las primas a las renovables, pasando por el cierre absurdo de Garoña o las subvenciones insostenibles al carbón de Rodezno.

Corbatas de Sebastián y trajes de Camps vienen a recordarnos nuestro verdadero problema de fondo: la democracia está desnuda, las instituciones en harapos o en pelotas, sin dinero en la caja y sin ideas en quien la administra y a veces tampoco decencia. Corrupción y falta absoluta de ideas o puro engaño (corrupción intelectual) son nuestros dos principales problemas derivados de la baja calidad de la clase política y resto del establishment. Eso, y no el diferencial de la deuda, es lo que amenaza echar por tierra el frágil edificio democrático en el que tratamos de protegernos de la tempestad económica. Esto es lo que da de sí el bipartidismo cuando suenan todas las alarmas: peleas sobre trajes y corbatas de sus señorías y excelencias.

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Juan Andrés Buedo: Soy pensionista de jubilación. Durante mi vida laboral fui funcionario, profesor, investigador social y publicista.
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