(Publicado en El Observador Inocente, aquí)
“…los alcaldes… es que estas suntuosidades las hacen con el dinero de todos, nos invitan con nuestro propio dinero para perpetuarse en el poder..”
“…algunas poblaciones catalanas y del resto de España y contemplo piscinas, estadios, monumentos, el despilfarro en auto-publicidad junto multitud de otro tipo de obras totalmente desproporcionadas para las posibilidades de los ayuntamientos…”
En el Imperio Romano era habitual que los ciudadanos acaudalados pagasen de su bolsillo obras públicas como termas, templos, teatros o anfiteatros, en dichos lugares colocaban visiblemente su nombre y honores, el motivo de esta forma de actuar era poder acceder al gobierno municipal, e incluso, comenzar una carrera administrativa que le podía llevar a los más altos cargos administrativos del imperio.
Cuando viajo por algunas poblaciones catalanas y del resto de España y contemplo piscinas, estadios, monumentos, el despilfarro en auto-publicidad junto multitud de otro tipo de obras totalmente desproporcionadas para las posibilidades de los ayuntamientos no puedo dejar de hacer el paralelismo con el evergetismo romano.
Ahora bien, la diferencia es que la “generosidad” de los alcaldes, hablo de lo municipios porque es mucho más fácil apreciar este proceder pero se da en todos los niveles de la administración española, es que estas suntuosidades las hacen con el dinero de todos, nos invitan con nuestro propio dinero para perpetuarse en el poder, e incluso, como se ha demostrado en alcaldías como la de Moià, endeudando tanto al ayuntamiento como a los ciudadanos para los próximos veinte años.
Lo curioso de todo esto es que aun estando regulado el nivel de endeudamiento máximo permitido a los ayuntamientos se haya permitido sobrepasar con creces, ¿es qué no hay ningún organismo supervisor que vele por estas cuestiones?…¿no existe ningún tipo de control o autorización previa efectiva para evitar gastos e inversiones inasumibles?, ¿para qué han servido los costosos consejos comarcales o las diputaciones?, ¿por qué ningún partido político promueve un profundo cambio en el control de las entidades municipales?
Finalmente comentar que el problema quizás esté en la concepción que tenemos en España de lo que es o como funciona un Estado, parece que los principios de subsidiariedad y competencias se entienden más como ámbitos de soberanía que como una mera delegación de responsabilidades, parece que sigamos imbuidos en la filosofía de compartimientos estancos o que aun mantengamos los reinos de Taifa.
José Rosiñol Lorenzo