(Publicado en El Observador Inocente, aquí)
“…este tipo de revueltas apolíticas y nihilistas no son más que la suma de una multitud de fracasos individuales, de la suma de infinidad de frustraciones, fracasos y frustraciones ocasionados por políticas que se desentienden de los que han quedado descolgados del sistema.”
“…si comparamos la pobreza de un barrio de Londres con uno de Nairobi, efectivamente, en Londres no existe la pobreza, sin embargo… aquí estamos hablando de percepción, de frustración, de carencia de perspectivas…”
Algunos análisis de urgencia que se están dando en medios de comunicación respecto al fenómeno de la violencia desatada en Londres suelen destacar que éstos no han sido ocasionados por la pobreza, subrayando como los “jóvenes” no roban comida sino tecnología o ropa (como en los disturbios de Barcelona). Para reforzar dicho análisis ponen como ejemplo a la pobreza africana o la de Latinoamérica que según ellos no generan estos fenómenos, pues bien esta visión no solo es reduccionista sino también equivocada, primero por no tener en cuenta otro tipo de violencia que azota esas regiones del planeta y por no contextualizar adecuadamente este fenómeno social en Europa.
Primero de nada decir que si comparamos la pobreza de un barrio degradado de Londres con uno de Nairobi, efectivamente, en Londres no existe la pobreza, sin embargo, aquí no hablamos de índices de pobreza, aquí estamos hablando de percepción, de frustración, de carencia de perspectivas, es cierto que en África no encontramos fenómenos como los sucedidos en Europa, pero la violencia aparece en formas más políticas, más tribales o de supervivencia pura y dura, y también es cierto que en América Latina no vemos este tipo de tumultos, pero si encontramos guerras de bandas, barrios vetados a las fuerzas del orden, mafias criminales, etc. fenómenos que no son más que las consecuencias del fracaso de los estados y las políticas de sus gobiernos, al igual que sucede en Londres o en París.
Porque cuando acercamos el foco a los disturbios, más allá de la espectacularidad del fuego y de la violencia gratuita, lo que vemos son individuos frustrados que intentan igualar sus posesiones con las de sus conciudadanos más acaudalados, y esto es un signo claro de frustración porque perciben que probablemente nunca podrán acceder a un statu social semejante.
La pobreza en la “rica” Europa se percibe por comparación y por expectativas, y esto hace que muchas personas se sientan condenadas a la perpetuación de sus condiciones sociales, que no vean una vía de escape, que no hay posibilidad de progreso social más allá de lo intergeneracional, y esto en la sociedad de la inmediatez no hace más que magnificar aun más la sensación de frustración.
Es cierto que la obligación de los gobiernos es perseguir el delito y la violencia, pero lo que no deberían olvidar o ignorar es el precio social que se paga cuando dejas varados a barrios enteros. Porque este tipo de revueltas apolíticas y nihilistas no son más que la suma de una multitud de fracasos individuales, de la suma de infinidad de frustraciones, fracasos y frustraciones ocasionados por políticas que se desentienden de los que han quedado descolgados del sistema.
José Rosiñol Lorenzo