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Orden v/s caos. Legalidad v/s ilegalidad (por Miguel Massanet Bosch)

Publicada el agosto 14, 2011 por admin6567
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Caótica, una situación evidentemente caótica. Sin duda, estamos viviendo unos momentos en los que parece que la sensatez de las personas en los países europeos ha entrado en crisis, no sabemos si, por el contagio de los vientos revolucionarios del norte de África y Oriente Medio o si por los efectos de la recesión económica. Lo cierto es que una multitud de personas que se han visto descabalgadas de una vida muelle y próspera, para verse reducidos a una situación de pobreza, en algunos casos indigencia, y han llegado a un paroxismo en el que ya no les importa lo que les pueda ocurrir. No podemos olvidar a esta nueva generación de jóvenes decepcionados por no encontrar puestos de trabajo, no poder ejercer sus profesiones o, lo que puede ser más desmoralizador, verse obligados a aceptar trabajos que, si bien son respetables, sin embargo, no corresponden a lo que han estado aspirando a lo largo de los estudios que han realizado. Puede que haya un poco de todo y que resulte muy costoso para estos millones de parados, especialmente en España, el tener que admitir que, para ellos, no queda más remedio que aceptar que su generación está condenada al fracaso.

No obstante, no parece que el remedio para tantas desgracias y decepciones, se encuentre en acudir al sistema de hacer tábula rasa del actual sistema democrático, ni en descargar su enfado y desesperación destrozando las propiedades y los establecimientos de aquellas personas que nada tienen que ver con su actual situación. Es evidente que, la actual generación de políticos, por su falta de nivel, su escasa preparación, su excesiva dependencia de los partidos y su supeditación a determinados  idearios políticos, cuando no a sus propios intereses, egoísmo y falta de ética; que no han conseguido captar la confianza de la ciudadanía y que, después de siete años de gobierno, lo único que pueden ofrecer a estos jóvenes disgustados y a aquellos que ha perdido sus puestos de trabajo, es una nación endeudada, mal gobernada, controlada por el resto de países europeos y pendiente de que, el BCE, siga comprándonos deuda pública y privada a través de los mercados secundarios; no sean capaces de generar confianza en los que los eligieron. Pero, para ello existen las elecciones, para remediarlo.

Desde luego, que hayamos llegado a esta situación, no es algo que pueda sorprender a los ciudadanos; porque se venía viendo venir desde que el señor ZP y su equipo empezaron a vender humo en lugar de encarar de frente los graves problemas suscitados por nuestra burbuja inmobiliaria y, el descalabro de las entidades financieras, principales culpables de que aquello ocurriera. Cuidado, no queramos, como parece que se quiere vender en muchas tertulias de esas en las que todos pretenden tener la piedra filosofal para solucionar esta grave situación en la que se encuentra Europa y, particularmente, España; no achaquemos todas las culpas a los bancos y cajas de ahorros, porque facilitaran los créditos, impulsaran las hipotecas y se excedieran en entregar dinero fácil a los que se lo pedían.

Es cierto que el negocio de los bancos es prestar dinero y sacar un rédito; por ello, es evidente que los servicios de colocación de valores de las entidades bancarias suelen vender con habilidad las excelencias de las inversiones que proponen, pero esto no deja de ser sólo una parte del negocio, porque la excesiva impaciencia de mucha gente para hacerse con un piso propio; el hecho de que, los jóvenes, se emancipen  a partir de los 18 años y  quieran hacerlo disponiendo de piso y coche propios y la convicción de la mayoría de la población, de que siempre tendrían trabajo y que la compra de una vivienda sería un negocio beneficioso; impulsaban a muchos a lanzarse a la aventura, aunque sus emolumentos no alcanzasen para asumir tal riesgo o que, para ello, tuvieran que pedir prestado a sus padres o parientes, muchos de los cuales, hoy en día, pagan caro el haber sido tan obsequiosos prestando un dinero que ahora precisarían para vivir.

Pero el mal ya está hecho y ahora llega el momento de que, el Estado, deba asumir sus responsabilidades, tome las riendas de la situación y decida si lo que le resulta más cómodo es permitir que la situación vaya empeorando, puesto que la llegada de la recuperación cada vez  se ve más lejana o  si, por el contrario, se pone las pilas y se decide a aplicar las medidas que se nos exigen desde Bruselas e incentiva, como debiera de haber hecho, a las empresas para que salgan de su actual letargo, aplica la austeridad a comunidades autónomas y a todas sus dependencias oficiales y toma las decisiones precisas para evitar que, determinados grupos descontrolados, tomen las calles, destrocen el mobiliario urbano y los negocios de los ciudadanos y, como ya viene ocurriendo, se enfrenten a una policía, a la que se le ha prohibido actuar con contundencia, por el miedo a que ( ya tenemos casos de ello) después se los tache de haber actuado con excesiva rudeza. Puede que al señor Rubalcaba, como anterior ministro del Interior y actual candidato a la presidencia del gobierno, no le interesara enfrentarse a estos del 15M para no perder votos, pero su sucesor, el señor Camacho debiera de tomar ejemplo de lo que está sucediendo en el Reino Unido y, como dice el refrán, “poner sus barbas a remojar”, porque aquella “angelical” concentración de “Indignados” de la Puerta del Sol ya ha demostrado que tiene zarpas y colmillos y que, cuando creen oportuno, soben usarlos contra las fuerzas del orden.

O tenemos democracia o tenemos caos. Si tenemos democracia quienes nos gobiernan, nos guste o no, son los que han salido de unas urnas votados por los españoles. Ello supone que tenemos un Parlamento y un Senado, las cámaras de la representación del pueblo; tenemos un Gobierno central y unos gobiernos autonómicos; tenemos unas instituciones independientes como es el Poder Judicial y unas fuerzas armadas que deben velar por la unidad de España y su defensa y, una Guardia Civil, una policía y unos cuerpos de seguridad autonómicos, encargados de que se cumplan las leyes, se mantenga el orden y se respeten los derechos de los ciudadanos. A estos cuerpos de seguridad se les dota de los instrumentos y armamento adecuados para que puedan cumplir con sus funciones y, quienes tienen el mando sobre ellos saben que, si no se les permite usarlos cuando se les ordena restablecer el orden o atajar una manifestación subversiva, los ponen en peligro y ponen en peligro la misión que se les ha marcado.

Es muy fácil y muy propio de la izquierda lamentarse de la contundencia de las actuaciones de las fuerzas del orden, cuando cumplen con su deber al reprimir manifestaciones, algaradas, destrozos o salvajadas de grupos que, generalmente, actúan bajo consignas de partidos u organizaciones que buscan, en el desorden, sacar provecho para si mismas cuando, en las urnas, no consiguen respaldo preciso. Si se hiere a una persona o se la golpea, inmediatamente aparecen los fotógrafos, los periodistas, los partidos marginales y los habituales terroristas de la información, que se lamentan, exigen responsabilidades y  piden destituciones. Es la actitud de aquel que exige para sí toda la protección policial, reclama justicia y pide acciones drásticas en su defensa cuando se siente perjudicado; pero, si se trata de otros exige máxima clemencia con el delincuente y que se respeten sus derechos; aunque el sujeto en cuestión haya provocado, agredido y  participado en hechos vandálicos. Energía y decisión con quienes vulneran los principios de la democracia o, caos. Esta es, señores, mi opinión.

Miguel Massanet Bosch

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Juan Andrés Buedo: Soy pensionista de jubilación. Durante mi vida laboral fui funcionario, profesor, investigador social y publicista.
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