Pablo Sebastián (Publicado en Republica.com, aquí)
No parece que el Papa Benedicto XVI nos vaya a sacar a los españoles de la crisis económica y el paro. Para eso haría falta un milagro que convirtiera a nuestros políticos en líderes capaces de hacer mucho mas de lo que hicieron en los pasados años de esta legislatura que ahora acaba con las elecciones del 20-N. Casi nos conformamos con que el vicario de Roma no eche leña al fuego de división nacional ahora que el Gobierno que se decía de izquierda adora al becerro de oro de los mercados, dice amén a todo lo que proponen Merkel y Sarkozy y se nos presenta mas papista que el Papa, empezando por el ministro Blanco y por el “santo” José Bono que no sabe si presentarse o no a las próximas elecciones porque a lo mejor está pensando en ser candidato, por segunda vez, a la secretaría general del PSOE.
Que los dirigentes del PP se muestren catolicones y muy generosos con la visita del Papa y su séquito juvenil eso es de cajón, a fin de cuentas una parte importante de su base electoral populista viene de ese segmento religioso y a la vez confesional. Pero la conversión fulgurante del PSOE y de su gobierno al papismo catolicón no deja de llamar la atención por el incienso electoralista que desprende para no espantar sus votantes creyentes ahora que el candidato socialista Rubalcaba parece transformado, de la noche a la mañana, en un fervoroso seguidor de la madre Teresa de Calculta, dado que lo único que ha dicho y hecho desde que fue impuesto por el dedazo de Zapatero fue darle un pellizco de monja a los banqueros, pero solo un ratito.
O sea, que los mercados por un lado, Merkel y Sarkozy –esa extraña pareja- por otro y el Papa a la postre acaban de colocar a socialistas y populares en el centro derecha, con lo que se ha borrado de un plumazo el izquierdismo aquel de Zapatero que defendía la Alianza de Civilizaciones y que se ha quedado convertida en la Santa Alianza contra el turco de moda, los infieles del Islam mas radical de Libia, Afganistán, Siria e Irán, el nuevo “eje del mal” al que tira bombas y cañonazos la OTAN, convertida en los cruzados de la nueva cristiandad.
Aunque dicho sea de paso lo de la práctica del catolicismo no parece una realidad, porque las nuevas tecnologías y las redes comunicadas distraen mas de la cuenta la oración, y dejan sitio a los pecados. Aunque para eso se han instalado en Madrid mas de 200 confesionarios en el Retiro, con unos curas que confiesan en todos los idiomas –euskera y catalán, incluidos-siguiéndose así la pasión políglota del Senado español: “Padre, me acuso de haber comprado acciones en Bolsa con fondos al descubierto o alquilados para bajar las acciones de la banca española y ganar un dinero fácil con la especulación”, dirán los avispados ejecutivos del mundo de las finanzas a su confesor que le impondrá de penitencia tres padrenuestros y una donación para pagar los costes de tan ostentosa visita papal en estos tiempos de crisis y cólera social.
Además, ahora que hemos entregado soberanía nacional a los listos de los mercados y a la OTAN, y más que vamos a entregar a ese gobierno económico de la zona euro de la UE que proyectan Merkel y Sarkozy, que más da si, ya puestos, España regresa al redil del viejo Concordato del Vaticano con el franquismo, ahora que la Real Academia de la Historia ha quitado a Franco el título de dictador. Sobre todo después que el gobierno de Zapatero en ocho años no se atrevió, ni por el forro, a reformar los llamados “acuerdos específicos” de la Iglesia Católica con el Estado español, para reconducir esa relación a su lógico y natural espacio del Estado “aconfesional” como se dice en nuestra Constitución, en vez del ahora aparente Estado devoto y bien sometido a las ínfulas vaticanas como ocurre en la actualidad, mezclando los terrenos y los poderes de Dios y del Cesar hasta límites de sumisión ciega o simulada por parte de los demócratas, cosa que desde luego no ocurre en las relaciones del Vaticano con Francia, Alemania o Inglaterra, donde el mutuo respeto, la distancia y la soberanía nacional de estos tres Estados son palpables y no sometidas –como pasa en España- al toque de corneta confesional, que ahora retumba por el cielo de Madrid.
En España hace falta un milagro que convierta la deuda pública y privada en lingotes de oro, los parados en gente ocupada, las constructoras en empresas tecnológicas de alto nivel, y a nuestros dirigentes políticos en líderes de masas que recuperen los valores democráticos y pongan en valor la autoestima y la soberanía nacional. Pero eso es mucho pedir y si no está el Cielo hoy para derramar unas toneladas de maná sobre el hambriento pueblo de Somalia, pues menos aún lo estará para arreglarle los problemas a Zapatero o a Rajoy. El Cielo puede esperar todo lo que haga falta, pero los ciudadanos de este país se empiezan a cansar de tanta espera y desesperación y a lo mejor el día 20-N de las elecciones se pone de moda lo de no votar que es lo que se merecen unos y otros a la vista de lo que ocurre y de lo que vemos con motivo de esta visita papal.