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Europa con vias de agua. España en los botes salvavidas (por Miguel Massanet Bosch)

Publicada el agosto 19, 2011 por admin6567
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”Abramos los ojos- dice el padre de la UE – el euro y Europa están al borde del precipicio”.

¿Recuerdan ustedes aquella expresión de nuestros padres cuando, de pequeños, nos entraban tentaciones, en aquellas largas  y farragosas comidas familiares, de aliviar nuestro aburrimiento, mientras mascábamos una y otra vez el pedazo de carne que se negaba a ser deglutido; de recurrir a la miga de pan para fabricar pelotillas con las que incordiar a nuestros hermanos? En efecto, siempre aparecía la mirada vigilante de nuestros progenitores, fijándose inquisitivamente en nosotros para, después señalarnos con un índice acusador, advertirnos: “ Niño, no hagas porquerías que, con las cosas de comer, no se juega”.Algo así se me ocurre a mí, cuando observo como aquellos personajes, en los que parece que Europa ha depositado su confianza para poner orden en este conglomerado de naciones, que renunciaron a su propia moneda para poner toda su fe en la moneda que el señor Jaques Delors imaginó como moneda única de la Unión Europea, el euro; toman sus decisiones, en una conversación que apenas dura unas horas, con una temeridad que causa escalofríos, sin que, al parecer, hayan prestado atención a otra cosa que sus propios intereses nacionales, sus miedos a las urnas y su prepotencia respecto al resto de países, que han tenido la mala suerte de embarcarse en la aventura de la Unión Europea, en unas circunstancias manifiestamente mejorables, si debemos atenernos a las consecuencias que se vienen derivando de semejante empresa.

El propio señor Jaques Delors, en una reciente entrevista a un diario suizo, ha puesto en claro su opinión respecto a la situación de Europa y los evidentes  palos de ciego de sus mandatarios,  cuando se trata de emprender las medidas que deberían tomarse para resolver este fenomenal desaguisado.”Abramos los ojos- dice el padre de la UE – el euro y Europa están al borde del precipicio”, “¿cómo pueden pensar que los mercados van a creer las promesas de la cumbre de la zona euro de 21 de julio si hay que esperar a finales de septiembre para que se conviertan en hechos?”, se pregunta. Cuando se le pide opinión respecto a esta figura nueva de “un ministro europeo de Finanzas” responde con seguridad: “Es una idea extravagante. ¿La diplomacia europea funciona mejor desde la creación, en virtud del Tratado de Lisboa, de un seudo ministro de Asuntos Exteriores de la UE?”. No se para en pelillos el primer Presidente de la Comisión Europea cuando habla de España: ¿Y por qué dejamos a España aumentar su endeudamiento privado o a Irlanda favorecer a sus bancos? Se tenía que haber tomado medidas y no se hizo”, se lamenta.

Cuando se toman medidas que puedan afectar al funcionamiento de las Bolsas es como cuando un doctor te receta un antibiótico sin cerciorarse de que puedes tener alergia al mismo. El choque anafiláctico puede ser mucho más peligroso que la dolencia que se pretende curar con el antibiótico. Algo así está pasando con las Bolsas desde que se ha anunciado la prohibición de cortos. Miren, señores, hasta los más incultos en materia económica, sabemos que la misión fundamental  de las Bolsas de cambio es la de proporcionar financiación al mundo económico, Si la financiación proviene de la especulación ( la Bolsa en sí se basa en un simple interés especulativo de obtener beneficio, mediante una inversión en acciones, futuros, u otros valores del sistema bursátil de los que se piensa sacar  réditos con su venta) a corto o de las inversiones a largo, seguramente carecerá de importancia se la financiación que se espera obtener para las empresas que cotizan en ella se produce.

Lo cierto es que, contrariamente a lo que se esperaba los movimientos de la bolsa, exceptuados los primeros momentos posteriores al anuncio de la prohibición, no parece que hayan respondido a lo pretendido por la señora Merkel y el señor Sarkozy; cuando, como estamos presenciando en las últimas sesiones de los parqués, lo que está sucediendo es que se viene provocando una caída bajista que ha quedado reflejada en los descensos brutales de los últimos días.  Puede que las operaciones a corto contribuyan a la especulación y a poner en situaciones de dificultad  a algunos países que se vean obligados a emitir deuda pública o privada; pero lo que sí es cierto es que, si a los inversores se les priva de las oportunidades de suculentos negocios al corto plazo, lo evidente es que abandonarán las bolsas europeas para trabajar a través de las americanas o asiáticas; algo que, sin duda, se debe a lo que las modernas técnicas de comunicación han facilitado a cualquiera que sepa navegar por la red. El efecto inmediato de esta medida ha redundado en una evidente e importante reducción de los compradores. Sólo, si su aplicación fuera de carácter mundial, sería efectiva.

En realidad, el problema se centra en que, los inversores, no se fían de las economías española e italiana y, pudiera ser, que empezaran a recelar de otras más potentes que parece que empiezan a flaquear. Los parches del BCE, cuando ha invertido 22.000 millones de euros en compra de deudas española e italiana, no han contribuido a inspirar más confianza en ellas. Especialmente, en el caso de la española porque, en cuanto a Italia, hay que reconocer que, el señor Berlusconi, ha tenido unos reflejos mejores y ha emprendido reformas de gran calado capaces, como ya se ha previsto, de conseguir ahorros de 45.000 millones de euros, debidos a la supresión de 36 provincias, disminución de 50.000 funcionarios y otras medidas de austeridad que parecen capaces de mejorar la precaria situación de nuestro país amigo. Es cierto, como ha dicho el señor Rodríguez Zapatero que, ahora – no como él decía hace casi cuatro años – la pelota está, por desgracia, en el tejado de Europa y, España, ya no tiene la capacidad de darle la vuelta a la tortilla por si sola, sino que depende de Bruselas y, especialmente, de lo que decida Alemania respecto a la ampliación del Fondo de Rescate y los eurobonos; algo que, mucho nos tememos, no sea una de sus principales prioridades en unos momentos en los que, dentro de su propio país, tanto sus socios del FDP con el señor Schäffler, como el CSU de A.Dobrind; han advertido de un “no” rotundo a los eurobonos.

Ya se empieza a hablar de “una zona euro del futuro más integrada, con mayor disciplina fiscal y de menor tamaño” El Economist Intelligent Unit, por medio de Robin Wep, su economista jefe, señala que: “la probabilidad de ruptura de la zona euro se eleva hasta el 40%”. Es evidente que si se produjera esta reducción que se nos anuncia, España sería, sin duda, una de las mayor perjudicadas si se tiene en cuenta la fobia del gobierno de PSOE a mojarse y tomar medidas drásticas para cumplir los mandatos de la UE, que, a corto plazo, no parece que alcancen a más que un recorte de los gastos en medicinas y el prorrogar subvenciones a los parados que no perciben ningún tipo de ayuda. Es posible que se acudiera a una solución provisional, por la que algunos estados periféricos tuvieran que tomarse una especie de año sabático de la zona euro. Un tiempo, durante el cual, la nación se vería urgida a poner en orden sus finanzas y reparar su sobreendeudamiento y falta de competitividad (autonomía monetaria) Una posibilidad que, sólo de pensar en ella, ya nos aterra. Y, por si faltara la guinda al pastel, se vuelve a hablar de implantar la tasa Tobin, una tasa sobre las transacciones financieras. Llueve sobre mojado. O, al menos, este es mi modo de ver, como ciudadano de a pie, lo que se nos viene encima.

Miguel Massanet Bosch

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Juan Andrés Buedo: Soy pensionista de jubilación. Durante mi vida laboral fui funcionario, profesor, investigador social y publicista.
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