(Publicado en El Observador Inocente, aquí)
“…me alegra que por fin se reconozca jurídicamente la diversidad cultural de Catalunya… que por fin deje de considerarse al castellano como una lengua pseudo-extranjera…”
“…me entristece que se haya tenido que llegar a los tribunales para dirimir algo tan obvio, tan democrático, como que las instituciones no están para imponer modelos de identidad a nadie…”
“…al final vemos como se ha de recurrir a los tribunales para que la Generalitat, que debería ser el gobierno todos los catalanes, solo defiende y acepta una forma de entender la catalanidad…”
La sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Catalunya que ordena a la Generalitat que adapte sin subterfugios la enseñanza pública a un verdadero bilingüismo es algo que me alegra y entristece por igual, pero antes de nada quisiera felicitar la valentía mostrada por las personas que están luchando por el reconocimiento de la pluralidad cultural catalana, quizás para alguna persona que no resida en Catalunya no comprenda la presión a que se somete a los que no están de acuerdo con el nacionalismo excluyente, presión política, presión mediática y presión de la opinión pública “bienpensante”.
Retomando el razonamiento respecto a la sentencia, me alegra que por fin se reconozca jurídicamente la diversidad cultural de Catalunya, que por fin se obligue a la Generalitat a que los niños se formen en las dos lenguas oficiales y propias de esta comunidad, que por fin deje de considerarse al castellano como una lengua pseudo-extranjera, en fin, que por fin las aulas sean un verdadero reflejo de la sociedad catalana.
Sin embargo, me entristece que se haya tenido que llegar a los tribunales para dirimir algo tan obvio, tan democrático, como que las instituciones no están para imponer modelos de identidad a nadie, que los recursos públicos no están para construir naciones ni patriotas, que en sociedades complejas como la nuestra no se puede imponer una forma unívoca de entender la identidad, que adoptar el binlingüismo en las aulas no es un ataque al catalán, que no se debe temer la pluralidad, que no se confunda cohesión con uniformización…
En fin, sabor agridulce, por esta sociedad, la catalana, porque hay quien pretende fracturarla con un maniqueísmo excluyente, porque hay quien está dispuesto a repartir carnets de catalanidad, e incluso enseñar la puerta de salida a quien no se conforme con la imposición, al final vemos como se ha de recurrir a los tribunales para que la Generalitat, que debería ser el gobierno todos los catalanes, solo defiende y acepta una forma de entender la catalanidad, parece que quieren una sociedad sin capacidad crítica ni autocrítica, y si no puedes criticar solo te queda obedecer.
José Rosiñol Lorenzo