(Publicado en El Observador Inocente, aquí)
“… “Una lengua, una escuela y una nación…”, ¿esto no es una soflama política?, ¿acaso recurrir a la nación no es un término eminentemente político en manos del nacionalismo?…”
“…en nuestras escuelas efectivamente los niños dominan ambas lenguas oficiales, pero si esto es así ¿qué problema habría en que se diese, por ejemplo, geografía o matemáticas en castellano?, ¿cambiarían por ello los resultados en el conocimiento académico de las dos lenguas?…”
“…la auténtica naturaleza del problema: conciben el castellano como una lengua extranjera, una lengua impuesta, una lengua colonizadora, un obstáculo en su “construcción nacional”…”
La “intelligentzia” nacionalista ha puesto en marcha la maquinaria para contrarrestar argumentalmente el auto del TSJC, el propósito de este artículo es analizar algunos de los que han aparecido en los medios de comunicación, sabiendo de antemano que aunque la potencia del nacionalismo no recaiga precisamente en el calado intelectual de sus propuestas, contra el formidable altavoz mediático que lo respalda poca cosa pueden hacer reflexiones y artículos como éste.
Comenzaré por uno de los argumentos más repetidos, este es que el auto es, en realidad, una sentencia política, es curioso que el nacionalismo utilice el tema de la politización atacando precisamente algo que ellos, los nacionalistas, llevan haciendo desde el principio de la democracia, esto es, politizar la lengua y la cultura convirtiéndolas en un coto privado del nacionalismo. Para muestra tenemos el eslogan escogido para colgar en los colegios catalanes: “Una lengua, una escuela y una nación…”, ¿esto no es una soflama política?, ¿acaso este lema no discrimina a más del 60% de la población catalana que tiene como lengua propia el castellano?, ¿acaso recurrir a la nación no es un término eminentemente político en manos del nacionalismo?…
Otra de las cuestiones es la excusa del buen funcionamiento del sistema educativo catalán para argumentar la inoportunidad del cambio, en nuestras escuelas efectivamente los niños dominan ambas lenguas oficiales, pero si esto es así ¿qué problema habría en que se diese, por ejemplo, geografía o matemáticas en castellano?, ¿cambiarían por ello los resultados en el conocimiento académico de las dos lenguas?, ¿o es que porque se den algunas clases más en castellano se van a abrir las puertas del infierno?. Un sistema como el propuesto por Ciutadans, en el que un 40% de las clases fuesen en catalán, un 40% fuesen en castellano y un 20% en inglés lograría mejores resultados que el actual y garantizaría los derechos y libertades de la ciudadanía catalana.
El tercer argumento a tratar solo aparece cuando los palmeros del nacionalismo se exaltan, y es precisamente en ese momento cuando sale a relucir el verdadero núcleo de la resistencia nacionalista al bilingüismo en las escuelas catalanas, cuando argumentan “en ningún país del mundo se deja escoger el idioma a los padres, si es en Francia se dan las clases en francés, ¿acaso si alguien quisiera que sus hijos aprendiesen en urdu o en árabe habría que dar las clases en esos idiomas?”, se deja ver la auténtica naturaleza del problema: conciben el castellano como una lengua extranjera, una lengua impuesta, una lengua colonizadora, un obstáculo en su “construcción nacional”…que una mayoría social tenga al castellano como lengua propia les es indiferente, porque por encima de la ciudadanía y de la libertad del individuo está la ideología nacionalista.
José Rosiñol Lorenzo